Aunque me ilustre una bella suicida, no hablaré hoy de la necesidad de cercenar la mismidad vital desde una ventana o el alto dramático de un edificio urbanita. Mi contexto de hoy me lo regaló una película de gran presupuesto e historia simplista, Jumper. La necesidad de cinefilizar mi día me llevó a un gran almacen deshumanizado, con sirvientes de traje remendado y sonrisas de artificio. Cuando me doté de un materialismo suficiente para contentar mis amarguras sin envoltorio, dirigí mis pasos a una sola tan vacía como mi isla de robinsón. Por sorpresa minutos antes de que la rueda fílmica echara a proyectar, cuatro parejas coparon lugares estratégicos de manos entrelazadas y toques íntimos.
En un mar de amor me autoafirmé como soltero de oro, a juzgar por mis deportivas más que brillantes. La pantalla technicolor me animó a olvidar a los enamorados, a degustar la orgía de palomitas y a cuestionar el sentido último de la película. Que sí muy vistosa pero con poca chicha. Y eso que resulta original la idea de emplear el dón de la teletransportación para ir de aquí para allá y organizarse una vida de viajero impulsivo. Aunque los americanos nunca pierden la oportunidad de moralizar y posicionar a unos entes supremos a la caza de los subversivos. Aunque el conjunto merece la pena para enamorarse de la pareja protagonista, el bello Hayden Christensen y Rachel Bilson (por siempre The O.C.). Ambos se comen la cámara y la boca. Y, mientras yo, la musosidad mal proporcionada.
Lo interesante de todo esto, es que por un momento uno fantasea con la idea de ser un héroe poderoso que no sólo pisa las calles, sino que las vuela. Que deja de lado los convencionalismos y se dota de un existir todopoderoso con buenas intenciones, con puntos de fuga o de giro para escribir un guión vital único e intransferible. Donde no existen las reglas y sí la magia la filo de la irrealidad real. Quizá un sueño del que despertar de pronto. Pero quién se negaría a sentirse intermitente y con la capacidad de zigzagear por el mundo, confeccionando itinerarios libres de facturación y vuelos transoceánicos. Con un pasaporte de idas y vueltas, de reencuentros y proyecciones futuras. Atrás quedarían los límites o aduanas. Sólo existiría el buenrrollo como filosofía de vida y la incertidumbre a corto plazo como plan de viaje.
Pero soñar es gratis. Vivir cuesta.
2 comentarios:
Qué fuerte que hayas ido a ver Jumper!!!
Para nada te pega.... así que ya no tienes excusa para ir a ver conmigo mejores películas que esa, y mucho menos "americanizadas" si cabe...
Un besote con salto incluido!!!
Anonadada me has dejado con ese visionado más propio de mí... Quería verla, pero decidí esperar al dvd y al parecer he hecho bien.
Un beso y espero que hablemos
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