El divismo es un mal social. En estos tiempos hay mediocres instalados en una grandeza impropia y grandes talentos parapetados en su humildad. No siempre el tiempo y el contexto resultan justos y las estructuras de validez y supervivencia resultan óptimas. De esto y más hablaba la obra que me conquistó hoy, 'Como abejas atrapadas en la miel', que no sólo hablaba de fama mal entendida, apariencias entre mentiras, circunstancias surrealistas de las bajas pasiones incluso de homosexualidades de difícil resolución.
Una dama como Luisa Martín, con la balleta andaluza en la memoria audiovisual, construye un personaje catatónico y cínico que gravita en el mundo de la irrealidad social, de los contactos por las nubes difusas. Que no es, sino que quiere ser, con lo cual su existencia no es tal. Un personaje rico en matices, a modo burlesco, grandilocuente y lenguaraz. Ella en su olimpo de neones y lentejuelas importadas se confuabula en el engaño del éxito fugaz para atrapar en su colmena de la desfachatez vital a un inocente escritor venido a más. Sin una gaydad resuelta, el joven y bien plantado creador textual se enamora del mundo de oropel e historias máximas de su mentora. Pero en la ficción nada es lo que parece, máxima aplicada desde el conocimiento de la cruda realidad. En este paisanaje lo que sucede puede ser grotesco pero se antoja como crítica de la mentira endiablada del mundo famosíl. El escaparate no siempre es de oros, puede esconder un poliexpam cutrelux. Nada es lo que crees. Crees que eres algo y no eres nada. El espejo te engaña, te engañan los egos. La matemática de la impertinencia aplicada a la mismidad, en grado absoluto.
En días de llamativas subidas como la espuma de divismos incomprensibles, se hace necesaria la reflexión de la patraña de la apariencia, de la cima voluble y la alfombra roja marchita. No hay que dejarse sorprender por la abstracción del éxito. Por esa sensación de viaje al más allá con luz de focos y no de almas. Porque el aplauso con destinatario inmerecido crea una situación de confusión global que se acrecienta en lo personal del objeto protagonista. Nos rodean seres con un concepto propio dulcificado y magnificado al mismo tiempo, que se equivocan al contonear su grandiosidad supuesta. Y no es mucho suponer que la equivocación es el primer paso a la instalación en el error con el olimpo de sus miserias como contexto supremo.
¡Qué grande es el teatro! ¡Qué mala es la envidia! ¿Y la injusticia? Una enemiga a batir.
3 comentarios:
Bien dicho esto último!
Tiene buena pinta la obra, pero a mi Luisa Martín como que no me la acabo de creer... la veo demasiado exagerada en los papeles que hace, no sé, rarezas mías serán...
Un besote fuerte y yo sí que te echo de menos ;) en breve a Madrid, eh? Ya te queda menos...
Precioso blog. ¡¡¡¡Me encanta¡¡¡¡
Sigue así, te leeré.
Ya vi que haías visto 27 vestidos, leo toods los días tu blog. Espero qeu te gustara. Yo ahora también iré a verla pero sola. La Argentina me ha preguntado por ti, a ver sinos vemos este finde o tienes otros planes.
esta seman he stado muy liada.
Cuidate.
besazos
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