Hay cuentos que cuentan y hay quien cuenta cuentos. El protagonista de este relato ha integrado en su vida las dos variables. Tras saltar las piedras del camino, un día quiso entrar en una casa muy grande, de prestado pero con ánimo de estancia duradera. Se llamaba Moncloa y era el pasaporte directo al poder supremo de su país. El sueño de una juventud idealista se cristalizó y un día el tropiezo enemigo alentó su escalada triunfal. Entonces todo el blanco de sus críticas fueron sus pobladas y bien armadas cejas, en forma de montaña. Por mucho que las voces ajenas pensarán que era un despropósito para su imagen, el ínclito portador de las cejas pobladas quiso no desprenderse de su símbolo personal e intransferible.
Instalado en el sillón de mando y dada su procedencia humilde, se acordó de las minorías: mujeres asesinadas o humilladas con moratones injustos, habitantes de la otra acera con derechos negados y orgullos pisoteados, desplazados por carestías y necesidades a flor de piel, sufridores dependientes con ánimo de mejora, jóvenes explotados y con el bolsillo del revés, madres ahogadas para llegar a fin de mes, leyendas históricas hechas personas y ocultadas por el proceder rancio... Sus palabras siempre eran en positivo, como su mirada. Se autopromocionaba como Mister Talante. Y su talento político siempre era negado por gritones de mal perder y mirada neandertal. Enemigos que un día quisieron arrebatar la casa poder con malas artimañanas, arrebolando a sus masas muy alienadas y amparándose en sotanas hipócritas y de moral intermitente.
Un contexto muy adverso para el hombre pegado a unas cejas pobladas, que confió en su trabajo, en un proyecto a largo plazo y en el sentido ciudadano para aferrarse a su sillón de piel. Algunos artistas aplaudieron su valía, para arcadas del bando contrario que veía donde no había tostadas huntadas en billetes de valor caduco. Un día el hombre con cejas montañosas se sometió al cariño popular. Tenía un nudo en el estómago. Los sueños pueden eclipsarse por carroñerías de última hora. Pero soñar es gratis y si sueñas puede que se cumpla tu anhelo. Y todo habrá cobrado sentido.
Por mucho recurso, por mucha acusación, por mucha maldad embigotada o embotellada, los buenos siempre ganan. O no. Al menos, el señor pegado a unas cejas pobladas hoy duerme en su casa de los sueños y de las realidades democráticas por cuatro años más. Mientras, otros tendrán que conformarse, como mucho, con ser presidente de escalera... Y si nuestro protagonista se recortará o no sus montañas por cejas sólo él lo sabe. Pero será otro cuento que contar en las teclas de alguien que cuente cuentos.
1 comentario:
No hablaré de política, salvo decirte que me hubiera gustado sentir de cerca ese ambiente electoral del que habéis sentido estos días... es que siempre me pilla fuera de España cuando toca, que faena!
Y ese nuevo add que has añadido? Me refiero a tu "Cinefilia contextualizada". Has visto esa peli? o es que quieres verla? Iría contigo, lo sabes, es de las pastelonas que nos gustan...
Besos que te echan de menos ;)
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