domingo, octubre 31, 2010

Vencido por el instante

Preso de un vértigo de difícil explicación. Miedoso y cansado a la vez. Víctima de una miscelánea de sentimientos y pesares que agotan y a la vez impulsan. Siempre a la espera y con la duda como compañera. Reconozco que no estoy en un buen momento, la suma de causas para mal hacen que el resultado sea un prototipo arrastrado por su propio destino, que no desafía a los hechos ni niega verdades prisioneras. Hasta que un instante, un dato, ha sido el detonante del derrumbe. Llegó el motivo, ahora faltan las consecuencias. Enfrentarme a los deseos sin caretas, verbalizar mi instinto, la necesidad innegable. Puede me arme de valor o no, pero al menos habré entendido que uno no puede luchar contra sí mismo y sus querencias.
Como tampoco puede luchar contra el ejército de la hipocresía y de las verdades sin medias. Ejemplares que van de ello y postulan banderas de amistades que lleva el viento. Víctimas de su propia mediocridad, adalidades de lo correcto sin seguir esa línea. Lo mejor es que la distancia actúe y evidencie tantas mayúsculas mentiras, tanta indignidad humeante.
Hola y adiós. Cada cual tiene lo que merece. Aplícate el cuento.

domingo, octubre 24, 2010

Abril / Cerral

Lo mío debe ser amar en tiempos conversos. Pasan cosas, escucho otras que vienen a cuestionar mis ideas de lo que debe ser una construcción afectiva a dúo. Pero me resisto a que me vengan con una sentencia firme de derribo. Sacaré mi voluntad y defenderé mi cuota de romántico de otro planeta. Toda esta intro tiene explicación. Una reciente conversación sumada a más donde se teorizó sobre las parejas abiertas, la no intención de poner palabras ni definición a las historias emparejadas. No lo entiendo, quizá no haya sabido actualizarme y permanezca anclado a los mundos arcoiris más teen. Aunque viendo ahora mismo la realidad jovenzuela parece que sí han captado que esto del querer implica renovarse o morir. Y los hechos evidencian que estoy muerto y en pleno proceso de descalcificación.
Nunca he sido infiel. Sufrirlo es otro contar. Pero jamás se me ha pasado estar con alguien y pensar en otro ni pasar a acciones mayores. Ni siquiera en los estados más iniciales. Eso de compaginar o guardarse ases en la manga por si las moscas... No es mi estilo. Y aquí es donde entra mi máxima de 'No hagas lo que no quieres que te hagan'. Quizá como un proceso de autodefensa, pero en la base como un auténtico valor emocional. Acepto que haya ejemplares con capacidad extra para repartirse, en todos los sentidos, pero considero que eso implica tantas cosas y resta otras en un proyecto de querer. Sí, lo sé, estoy resumiendo todo a Historias con mayúsculas, no a rollos que se escriben en trazo fino, se emborronan y repasan con suerte. Pero es mi escala de deseo innegable, el encontrar sin retorno. Por eso la sola imaginación de mi otro en manos ajenas, perdido en besos desconocidos, desatando una comparación automática... Como que no, me supera y me liquida.
Así que aviso a navegantes. Toma mi llave. Si tú me abres yo cierro. ¿Y tú?

domingo, octubre 10, 2010

Veo/NO

En ocasiones más vale no ver que toparse con imágenes poco gratas. Pero en la noria de los días y las vidas el cómputo de lo visto para bien y no, rara vez sale equilibrado. Toca recuento...

Veo hipocresía y me alejo.

No veo los cuchillos lanzados pero me sangra el alma.

Veo confusión y limpio mis cristales.

No veo envidias espontáneas mal gestionadas. Pero las sufro...

Veo simplezas, desganas y vagancias varias.

No veo consecuencias lógicas.

Veo injusticias y ellas me ven a mí (de cerca).

No veo enmiendas del error, ni atisbos de.

Veo amores y latidos ingratos.

No veo gritos emocionales ni sublevados ante los dictadores del corazón.

Veo imágenes mentales de buenos momentos.

No veo realidades sin ensoñación.

Veo cobardes escondidos en zulos, miedosos de su ser.

No veo valientes abanderados de sí mismos. Sin más (ni menos).

Veo discursos vacíos de oradores ídem.

No veo palabras de consuelo. Ni a Consuelo Berlanga... ¿dónde estás?

Veo que pierdo la inquietud.

No veo retornos de ingenuidad.

Veo, veo... ¿Qué ves? Una lagrimita... que roza mi piel.

No veo, no veo... ¿Por qué no ves? Porque esta pantomima me tiene ciego otra vez.