Aunque quede mal, soy de los
forofos de su ciudad. Santander me encanta. Creo que es una ciudad única, con
rincones mágicos, ciertas debilidades, especialmente en lo social, pero mucho
potencial. Por eso me da mucha rabia que haya gente que se queje amargamente de
que aquí no pasa nada, no hay nada que hacer, que esto es un rollo, que nadie
propone… Están muy equivocados y se lo argumentaré. Puede que mi profesión me
tenga conectado a muchas de las cosas que ocurren, a las personas que emprenden
o hacen posibles interesantes proyectos. Pero, como todo en la vida, el interés
que uno ponga es clave a la hora de gestionar su agenda. Prácticamente todos los
días son varios los actos culturales que se suceden en nuestra ‘tierruca’,
capital y resto de grandes poblaciones. Cuando no son actos institucionales lo
son privados, pero siempre pasa algo relacionado con el arte, la poesía,
mayoritariamente la música, etc. Y en diferentes estilos, formatos y
propuestas. ¡Qué decir del teatro! Muchos viajan fuera y se maravillan del
irreverente microteatro, inconscientes de que en su casa tienen una variada oferta,
con gente que desborda talento. Aquí debo mostrar mi cariño por Rosa Casuso,
que consigue atrapar interpretativamente con sus alumnos en las distancias
cortas. Sin olvidar las grandes programaciones, especialmente la del Palacio de
Festivales. Por el león invertido y surrealista pasan cada año grandes nombres
de la escena o el séptimo arte. En nada estará, otra vez, mi adorada Concha
Velasco. Semanas atrás pude ver desde un musical irreverente como ‘El Cabaret
de los Hombres Perdidos’ o una obra dura y reflexiva, como el ‘Pequeño Pony’.
Compré las entradas en Internet, a un precio muy razonable, e hice el mismo
recorrido que en Madrid pasa por la Gran Vía, solo que nosotros tenemos como
cómplice nuestra Bahía. De postal, silenciosa y cargada de historias.
Hay que
estar un poco pendiente de las agendas digitales o en papel que nos recuerdan
que este otro Santander es posible. Que nuestras calles tienen interesantes
espacios, en los que, antes o después, alguien con mucho que contar se
sorprende cuando llena. ¡Es tan raro que aquí nos movilicemos! Por no hablar la
cantidad de negocios de hostelería que se están reciclando constantemente,
apostando por innovar, en cartas y decoraciones. De todos es bien conocido mi recurrente Agua de Valencia, en Perines. Si te lo propones, no hay que gastar mucho para
comer o cenar en buena compañía y en un sitio perfecto para enseñar en
Instagram. ¡Viva el postureo! Si quieres y buscas, encuentras. Esto no es el
como el amor, aquí hay mayor probabilidad de éxito. Otro foco de alegrías y
descubrimientos son los mercados vintages, artesanos, creativos, inquietos que
se suceden a lo largo de la región, siempre en fin de semana. Son la
oportunidad perfecta para dejarse conquistar por las pequeñas grandes cosas,
diseños o bocados. Bien conocida es mi cercanía con el Escenario Market, en
cuyo escenario he hecho de las mías, pero siempre que puedo me escapo al
StarMarketSantander, con mi querida Irene Cote y su chico como
anfitriones. Y qué decir de la naturaleza, la riqueza que a lo largo de toda
Cantabria tenemos y no damos apenas valor. Una ruta, paseo o picnic se
convierte en toda una experiencia, totalmente lowcost. Lo hacen las celebrities
y parecen lo más, pero muchos olvidan la cantidad de experiencias que tenemos a
nuestro alrededor y que esperan su momento. Así que menos quietismo y quejas
vacías de contenido. Más valorar lo nuestro y pensar que el que se aburre es
porque quiere. Menos aplicaciones de móvil para ligar y más realidad, amigos y
contextos para subir al Facebook. ¡Viva Santander!