Hay muchas formas de terapia,
pero perderme y encontrarme entre letras es mi salvación. No son sólo palabras,
son retazos de verdad. Ejercicios no verbalizados que cobran alas en forma de
teclas. Contengo demasiado, silencio por prudencia, pero intento aquí mostrarme
sin ninguna doblez. Desprotegido, quizá. Atrevido, a veces. Inquieto, siempre.
Mi esencia me pasa factura, pero seguiré en el esfuerzo de ser más fuerte.
Podría contar mil historias, expresar tantas dudas, quejarme sin remedio,
denunciar absurdos y surrealismos pero me gustaría limitar todo ese torrente y
canalizarlo hacia la creación. Porque no pretendo caer en el drama, exhibirme
en modo doliente. Pero sí construir, aprender y entenderme. Es la única manera
de afrontar el horizonte con valentía y arrestos. No puedo permitirme divagar
en terrenos en los que otros se recrean. Ni ser víctima de sus torticerías. De
mi depende el trascender todo eso y caminar sin mochila molesta. Puede que mis
metáforas y juegos de palabras se queden vacíos, incluso planos, pero mientras
me sirvan de válvula de escape bienvenidos sean. Me queda tanto por decir que
es momento de poner el punto y seguido.
jueves, julio 31, 2014
viernes, julio 18, 2014
Adiós, monstruo
Una lágrima marcó su fin. Densa,
resumen de tanto dolor. La despedida resultó tan inesperada como el impulso
amoroso que conectó aquellos polos opuestos. Ella se había convertido en una
descreída de las relaciones. Cansada de promesas, buenas palabras y ejercicios
inauditos de don juanes de pacotilla. Él supuso una bocanada de aire fresco,
con su altanería y esa sonrisa de encantador de serpientes. Enseguida supo
entretejer cada latido de arrastrada enamorada. Y llegado ese punto desplegó
todas sus argucias de malo sin película. La primera bofetada consintió en
anécdota. No tardaría en acostumbrarse a los golpes y los insultos. Revulsivos
dolorosos en ausencia de te quieros. Su corazón se deshacía por momentos, pero
era incapaz de huir. Se temía, ya no podía respirar sin sus bocanadas violentas.
Callaba, obedecía y él machacaba su verdad. Se aprovechaba de esa dependencia
nefasta. Eran dos caras de distinta moneda, ahogados en una suma imperfecta.
Perdió toda su esencia, se desdibujó por obra y desgracia de su monstruo. Los
pocos momentos que fantaseaba con otra vida, un amor sin denuncias, un felices
para siempre, el contexto tornaba en infierno.
Era un día cualquiera, como todos para su martirio. Enlutada a sus treinta y pocos, confinada en los escasos metros cuadrados de su cocina. Su dueño llegó, siguiendo el guión de cada día, con unas copas de más y unas formas de menos. La empotró contra la pared y forzó el piel con piel. No tardaría en finiquitar su salvaje clímax. El hambre carnal despertó la fobia de ella. Hastiada de ser su juguete roto, desprendida de cualquier placer. Una vez servida su otra comida, emplatada a su gusto, prosiguió con su ritual de insufrible hombre de la casa. Una siesta separaba por un tiempo sus dos realidades. Sueño y nada. Aún aterida por su voracidad sufrió una reacción mecánica. Abrió un cajón, sacó un cuchillo y corrió hacia él. Una tras otra, cada puñalada era una respuesta, una deuda emocional pendiente. Como un cerdo, lo que era, él reaccionó entre sacudidas hasta que anuló la vida de quien hizo lo propio con ella. La sangre corría a su antojo a lo largo del sofá en el que estaba sentado. Pero en estado de shock se limitó a lavarse las manos en el fregadero, buscar una bolsa de la compra y envolver el arma blanca. Salió de casa con lo puesto. Lo tiró en la basura y fue a entregarse. De camino lloró, fue en ese preciso momento. Un fin que llegó demasiado lejos. Demasiado tarde.
Era un día cualquiera, como todos para su martirio. Enlutada a sus treinta y pocos, confinada en los escasos metros cuadrados de su cocina. Su dueño llegó, siguiendo el guión de cada día, con unas copas de más y unas formas de menos. La empotró contra la pared y forzó el piel con piel. No tardaría en finiquitar su salvaje clímax. El hambre carnal despertó la fobia de ella. Hastiada de ser su juguete roto, desprendida de cualquier placer. Una vez servida su otra comida, emplatada a su gusto, prosiguió con su ritual de insufrible hombre de la casa. Una siesta separaba por un tiempo sus dos realidades. Sueño y nada. Aún aterida por su voracidad sufrió una reacción mecánica. Abrió un cajón, sacó un cuchillo y corrió hacia él. Una tras otra, cada puñalada era una respuesta, una deuda emocional pendiente. Como un cerdo, lo que era, él reaccionó entre sacudidas hasta que anuló la vida de quien hizo lo propio con ella. La sangre corría a su antojo a lo largo del sofá en el que estaba sentado. Pero en estado de shock se limitó a lavarse las manos en el fregadero, buscar una bolsa de la compra y envolver el arma blanca. Salió de casa con lo puesto. Lo tiró en la basura y fue a entregarse. De camino lloró, fue en ese preciso momento. Un fin que llegó demasiado lejos. Demasiado tarde.
/// 016 Teléfono de atención a las Víctimas de Violencia Género ///
lunes, julio 07, 2014
Mi episodio 3.1
La mejor versión de uno mismo.
¿Un objetivo? O mucho más que eso. El tiempo nos recoloca y obliga a hacer
balance(s). Más cuando el calendario impone soplar velas, acumular recuerdos y
peinar canas de más. Durante 24 horas focalizas cariño, cercanía y buenas
palabras. Y te das cuenta de que la fortuna se puede medir en algo más que
números. Por suerte, siempre me he sentido muy querido y bien acompañado en
esta aventura que es vivir. Pero ilusiona que tu gente, como concepto abstracto
y peculiar, te dedique un tiempo de calidad, sea en el medio de expresión que
sea. Porque así entiendes que algo habrás hecho bien en estas décadas que ya se
van alargando. Porque no pierdes la emoción espontánea de abrir un regalo, de compartir
una mirada cómplice. Siempre subestimé el peso de la cifra impresa en DNI. Pero
es sumar y sentir su efecto. Seguramente porque las circunstancias no hayan
jugado a mi favor, como ocurre casi en general. No estoy donde pensaba, pero
tampoco me arrepiento de mi tránsito. Es más, algo me dice que todo puede
cobrar un nuevo rumbo. Que si me escucho de una santa vez, que si actúo con
honestidad con mi yo profundo, todo encajará. Son sólo sensaciones, tan necesarias
para afrontar los días. Enarbolando la lucha y la verdad como valores
personales, considero que en este episodio por escribir los párrafos serán tan
oportunos como auténticos. Y para mí, lo más importante será el saberme
respaldado por una familia única, el mejor ejemplo. Con unos padres que
demuestran su espíritu intachable. Supervivientes natos y buenísimas personas.
Unos hermanos siempre cómplices y con gran un futuro. Y mi otro núcleo
familiar, el de mi gente, amistades históricas, nuevas incorporaciones,
hermanas casi de sangre, equipos de trabajo que se convirtieron de vida.
Gracias a todas y todos soy. Tres letras que debo y agradezco hasta infinito.
Prometo seguir conjugando, sintiendo y entregándome.
/// fotografía Borja Uría ///
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