viernes, mayo 22, 2015

Archivo propio

 
 
Prefiero no revisitar mis palabras. Me llevaría más de un susto y tendría que asumir una incoherencia tras otra. Y es que los días impulsan ideas y filosofía por teclear, que con el tiempo resulta poco asumible. Siempre he defendido que quería ser mayor. Muy mayor. Con la idea de vida estable que la realidad niega. Tampoco confío en los repeinados y maquilladas de campaña. Érase una vez carne de botar (con b intencionada). En este momento, envidio que mi hermana empiece, en breve, una etapa única y estimulante como es la universitaria. Me cambiaría por ella sin pensarlo. Volvería a estudiar Comunicación y repetiría algunos errores. Sólo algunos, porque otros los borraría con fruición. Me replantearía decisiones, cuestionaría muchas relaciones, rebajaría determinadas pasiones y, todo ello, sin perder mi esencia. Si es que la tengo… Estoy en un momento raro, así en general. Dudo de dónde vengo y más hacia dónde me encamino. Sin tener nada claro, salvo una cosa, que me gustaría alcanzar un poso de tranquilidad que mis días no tienen. Me frustro por nada, me machaco sin remedio, balanceo entre el bien y el mal, vaciando la casilla de la confianza. Muchos argumentos se pierden por el camino viendo surrealismos, sufriendo gestiones pésimas, aceptando estercoleros para pagar facturas. La luz se aleja y el ánimo mengua. Nos imponen quedarnos en lo superficial y mirar hacia otro lado, para negar las consecuencias patéticas de quienes han decidido peor. Y sí, tan pronto me siento víctima como decido airear la capa de superhéroe. La misma que me llevo a parar y contemplarlo todo desde lo alto de mi rascacielos personal. Esa que me enseñó a desplegar otra campeona, diosa de las palabras y las miradas cómplices. Ella me esperaba al otro lado de la mesa, donde hasta el mayor imposible era posible. El tiempo solidifica recuerdos, al tiempo que convierte las sensaciones en material de archivo. La pena es que no pueden desempolvarse así como así. Porque me encantaría recuperar unas cuantas y deshacerme de tanta tontería.
 

martes, mayo 05, 2015

De Jesús a Hermida



Ayer las palabras, las mismas en las que se recreaba, se quedaron en shock. Se marchaba el maestro de contar historias, el gran prestidigitador de la realidad. Se iba Jesús Hermana y con él, una parte fundamental de la historia de la televisión en España. Quienes amamos este medio nos quedábamos huérfanos hace tiempo, desde que su pelazo entupetado abandonara la pequeña pantalla. Pero ahora, al saber de su marcha, el vacío se deshacía en titulares. Su genialidad era homenajeada por tantos compañeros, muchos de ellos su auténtico legado profesional. Porque fueron cien por cien obra suya. Hablo de las chicas y los chicos Hermida, cuyos nombres y apellidos sobran en este texto, pues nos viene a la cabeza su foto de familia, sus especiales con las mejores galas… Hubiera dado tanto por aprender a su lado y llenarme hoy la boca diciendo ¡gracias, maestro! Pero he reconocer que aprender, aprendí, desde bien pequeño postrado frente al televisor, empapándome de sus modos de hacer, de su espectáculo de lo cotidiano, de su grandilocuencia bien entendida. Ese cabecear, esas frases extendidas con genial hilaridad. Conseguía hipnotizar con aquello que transmitía. Trajo a España los grandes formatos matinales, auténticos shows, donde todo cabía en perfecto equilibrio. ¡Y en directo…! ¡Ay, el directo! Cuando la vida me puso la oportunidad de hacer tele, salvando las distancias, me inspiró lo mucho que había captado de su esencia. Magazine, qué gran palabra, tan denostada por muchos y valientemente defendida por su capacidad de comunicador innato. Nos hizo viajar a la Luna, sacó los colores a personajes de la Historia, demostró que el Periodismo se podía escribir en mayúsculas. Sin despeinarse cuando tenía que sacar a relucir su cara B, la de showman, que lo mismo montaba un teatrillo que cantaba a su manera. Quienes hoy ocupan los grandes medios, en realidad, quienes hoy ocupan los despachos de los grandes medios (y otros tantos pequeños) bien debían aprender de un hombre íntegro, profesional, capaz, decidido, innovador… Pues quienes vamos a su compás arrastramos sus miserias y no entendemos que nuestro sueño de contar historias, el que tan bien cumplió Jesús, se desinfle. Nos merecemos más ejemplos como él, atrapando a las cámaras y a los televidentes, amigos en la distancia. Se coló en nuestras casas tantas veces, hasta convertirse en casi uno más que, al decir adiós, se dice, se cuenta, se rumorea que se te echará mucho de menos, Jesús.