Escribo estas letras en el salón
de mi nueva casa. Un mes después de mi llegada a la capital han pasado muchas
cosas y todas buenas. Estoy muy animado, con la ilusión modo in crescendo,
y las ganas de dar mucha guerra. No sé dónde ni a quién, pero es lo que
quiero. Es una sensación rara estar en
un espacio que voy a hacer del todo mío. Ya estoy en proceso. Y me encanta. Porque
necesito mis cosas para sentirme en el lugar adecuado. Desde ahora, mi piso
queda bautizado como Guarida Calavera. Y tengo la intuición que aquí
seré muy feliz. Viviré solo, con mis circunstancias, pero lo necesito. Mi punto
es reencontrarme y redefinirme positivamente. Veremos qué pasa. Gracias a las
demostraciones de amistad (tantas) y a la fuerza superwoman de mi señora madre, el tránsito ha sido posible. Soy un
afortunado. Por lo demás, he acabado mi novela y ya está rumbo a ser escrutada
por señores sabios de la cosa literaria. Mi comité lector solo arroja críticas
positivas, lo cual me hace sentirme orgulloso. No ha sido un camino fácil, más
que nada por mis altibajos personales y mis picos de euforia profesional. Pero
el momento siempre llega y el de #soy es ahora. En cuestiones laborales pasan
cosas que no se pueden contar aquí. No es fácil romper con los muros absurdos
que esta sociedad ha cimentado. Los contactos se antojan básicos. Aunque los
retos están para mirarlos cara a cara. Con valentía. Las ausencias se definen
por sí solas. El cariño llena vacíos. Y la emoción no descansa en esta
aventura. Nunca más quiero ser espectador impasible de un mundo que se alimenta
de acción. Me reafirmo en la decisión de apostar por el cambio, el darme la
oportunidad robada de ser yo, de hacer lo que me gusta, de querer sin censuras.
Queda tanto por hacer, que dejo esto en punto y seguido.
viernes, septiembre 27, 2013
miércoles, septiembre 18, 2013
Suma de queremos
Esperando nuestro momento podemos
perder mucho más que la fe en nosotros mismos. En estos tiempos de noes y
absurdeces generalizadas más vale quitarse toda la ropa, y más los complejos, y
enfundarse el disfraz de superhéroes de lo cotidiano. Porque tenemos miedo, sí,
pero podemos y, es más, queremos. Queremos una vida. Queremos que nuestras
ilusiones sean realidad. Compartidas o no, a elección. Queremos soñar sin que
nadie nos quite el sueño. Queremos querer, por supuesto. Pero querer bien. No
como tú. Queremos apostar, arriesgar, avanzar y construir con tantos verbos que
empiezan por A. Queremos creer. Porque lo contrario nos mina y encoge el alma.
Queremos compartir momentos, escribir biografías inquietas y recuerdos
perfectos. Queremos sorprendernos. Para bien, que conste. Queremos abrir mucho
los ojos y más el corazón. Queremos hablar de sentimientos y emociones. Terapia
colectiva, amigos. Queremos identificar lo sobrante/tóxico/fatal. No pasa nada
por filtrar. Y olé. Queremos entender que los imposibles sólo están en nuestras
cabezas. Queremos hermanar conciencias tranquilas, no tránsfugas olvidables.
Queremos salvar distancias. Queremos no ser nuestros mayores enemigos. Queremos
miradas. Queremos más. Me pido infinito. Queremos que esta suma de querer no
sea letra mojada. Queremos porque lo natural es querer sin limitarse. No hay
querer sin argumento. Ni argumentos para echar por tierra tus quereres. Sea
como sea quiere, vive, siente, sonríe y...
jueves, septiembre 05, 2013
Dentro
Tenemos muy asumido que medio
mundo hable del otro medio. Pero pocas veces nos paramos a pensar: y con
nosotros mismos ¿hablamos? Y si lo hacemos, ¿es desde la verdad? Por lo general
cuesta pararse y adentrar en el universo intrínseco. Por miedo, por desconocimiento,
por desgana... Abandonamos nuestras emociones, desoímos nuestra pulsión
interna, las necesidades más básicas... Lo hacemos priorizando absurdeces,
catapultando historias a máximos, invirtiendo la jerarquía que nace de nuestros
adentros. Es una pena que la gente no se mire, que haga poco o nada por
entenderse, que racanee los espacios de liberación emocional. Tanto que
perseguimos felicidades, bienestares, plenitudes varias, debemos empezar por
cimentar nuestro autoconocimiento. Sin pudor, con la coherencia o todo lo
contrario que nosotros mismos tracemos.
No hay que acomplejarse por sentir, por dudar, por cambiar de opinión, por vivir. Lo triste es airear una versión vacía o travestida de uno mismo, desconectada del yo auténtico. Seguimos muy incomunicados. Nos cuesta abrirnos en el canal del tú a tú, de las palabras, de la honestidad. No promulgo kamikazes del 'lo suelto todo', pero sí personas libres. No entiendo a quienes mantienen relaciones, del tipo que sea, por una incapacidad de poner límite. O un conformismo inaudito. Los discursos deben ser el reflejo de nuestra naturaleza, no de un guión de circunstancias. Canalicemos nuestra psicología sin vergüenza. Escribamos nuestra historia con sus luces y sombras. No tapemos construyendo una farsa. Eso se termina cayendo y quedamos expuestos, frágiles, en shock. Quererse bien implica trabajo, documentación, sonrisas y lágrimas. ¿Estás dentro?
No hay que acomplejarse por sentir, por dudar, por cambiar de opinión, por vivir. Lo triste es airear una versión vacía o travestida de uno mismo, desconectada del yo auténtico. Seguimos muy incomunicados. Nos cuesta abrirnos en el canal del tú a tú, de las palabras, de la honestidad. No promulgo kamikazes del 'lo suelto todo', pero sí personas libres. No entiendo a quienes mantienen relaciones, del tipo que sea, por una incapacidad de poner límite. O un conformismo inaudito. Los discursos deben ser el reflejo de nuestra naturaleza, no de un guión de circunstancias. Canalicemos nuestra psicología sin vergüenza. Escribamos nuestra historia con sus luces y sombras. No tapemos construyendo una farsa. Eso se termina cayendo y quedamos expuestos, frágiles, en shock. Quererse bien implica trabajo, documentación, sonrisas y lágrimas. ¿Estás dentro?
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