lunes, febrero 29, 2016

Desgobernados



Era un niño cuando veía a Jesús Gil en un jacuzzi, de lo más surrealista, rodeado de mujeres florero, cuando no presumiendo de su caballo Imperioso. Decía que era político y tenía mucho poder. Demasiado. Lo que entonces parecía una majarada, un absurdo sin sentido, hoy se ha convertido en la definición mayoritaria de la clase gobernante. La escenificación será diferente, en un plató de palmeros, dándole a una tuerca de dudoso engrase, en un sofá junto a un folclórico de la ranchera… Efectivamente, el contexto cambia, pero el fondo, denunciable e indignante, permanece. Hace tiempo concluí que la clase dirigente era de dudosa confianza. Conociendo a algunos en las distancias cortas lo pude confirmar. Salvo honrosas excepciones, qué ego, que tontería subida, qué poco contenido… ¿Y son ell@s quienes nos representan? Mal vamos. Los casos de corrupción se suceden y estoy seguro que sabemos una milésima parte del todo. No podríamos asumir el estercolero de despachos, sobres, cheques, trajes, regalos, cenas… Por no hablar de los enchufes. Si hubieran llamado al gremio de la electricidad para conectar correctamente los fusibles que tantas veces manipulan, sería la categoría profesional más económicamente activa.

Es una vergüenza, en estos momentos asistimos a un país ingobernable, donde el tira y afloja puede más que el bienestar ciudadano. No hay capacidad real de pactar, porque sus intereses están muy por encima de las gentes que cada mañana se levanta a poner las calles, se esfuerza en sacar adelante a los suyos. Ellos, cuando no tienen sueldos vitalicios, se las ingenian para ‘colocarse’ en hiperbólicos consejos de administración. Tengo claro que necesitamos unos mandamases capaces, de ahí que mi utopía sería apostar por gestores acreditados, que pasen cribas estrictas y sean avalados por su experiencia. Esa que llena los CV de verdad, no a base de humo vacío. Reconozco que tenemos gran culpa de lo que ocurre, que hemos dejado manga ancha a unos y otros. El panorama, al menos, incluye hoy partidos nuevos, pero más pronto que tarde se contagian de muchas necedades de los viejos. Somos los ciudadanos los que debemos alzar, sin dudarlo, la voz. Tomar las calles y llenar las urnas. Exigir, demandar y proponer los cambios reales, que tanto necesitamos. Lanzar, sin más, la queja al aire, no sirve de nada. Accionemos nuestra verdad, para sacar a relucir tantas mentiras que son imperdonables. Subvenciones para quienes están sufriendo, no para estos encantados de conocerse. No es justo.  

domingo, febrero 14, 2016

Amor.0



Un 14 de Febrero sin teorías del amor es como un lunes sin sueño. Y claro esto va de dueños emocionales, del quererse, entregarse y esas cosas. Un ejercicio de generosidad, que bien formulado, y con la mejor parte contratante, puede convertirse en una aventura infinita y maravillosa. No es ninguna novedad que solemos concurrir en errores, repetimos roles fatales y ansias poco afortunadas. Así es como nos arrastramos por culpa de los fracasos, de esos exes de facturas trágicas (numéricas o no). Cicatrices, arrugas y golpes, en los casos más fatídicos y por denunciar, son el lado oscuro de la suma corazonal. La misma que los grandes almacenes imploran para llenar sus arcas. Con mensajes que dan más arcadas que otra cosa. El caso que hoy me ocupa es la pérdida real de la conquista, del mirarse, del ponerse burraco en el vivo y el directo para convertir a esta cosa del conocerse en un juego virtual. De ahí lo de San ValenTinder, San ValenGrindr o cualquiera que sea la APP o portal que propicie el milagro del ah-mor. Personalmente valoro en positivo estos dispositivos, dadas las dificultades reales del mercado, pues nos hemos vuelto muy rarunos, en general, y cuesta romper hielos. Los de la copa podrán derretirse y convertirse en una piscina municipal, pero nadie mueve un dedo en tomar la iniciativa. Nos volvemos muy divas y queremos todos los focos, atenciones y chulazos sin pestañear. Reflexión apta para cualquier orientación y/o género. Así, está complicado conseguir resultados. Mucho menos una flecha de Cupido. Con este estado de la cosa, parada y sosa, el teléfono y el ordenador se convierten en el mejor vibrador emocional. Con compatibilidades en juego, reducimos a los potenciales candidatos a perfiles con posibles, entre equis o corazones. Las primeras para mandar lejos a semejante despropósito. Los segundos esperando un latido feliz, el que llega cuando se produce la explosión en línea y salta un chat para empezar a preguntar lugares comunes.

Es poco frecuente encontrar un perfecto desconocido con un mínimo de conversación, el resto reduce su diálogo a estas preguntas tipificadas como necesitado busca. Puede que entre unas aplicaciones y otras los grados varíen, pero la mayoría busca más un orgasmo que un café. Y eso, cuando te has visto todas las pelis Disney no va contigo, ¿verdad, amis? De siempre, has creído en historias escritas con mayúsculas, en esa pasión que surge con una leve caricia, en construir un futuro con jardín y muchos niños. Y te encuentras respondiendo a un nick con una frase absurda de cebo, que creerá ingeniosa. ¡Qué pereza! Una y otra vez es la misma cantinela. La gente se ha acostumbrado a este fast love y se come poco la cabeza y más otros órganos ajenos. No encajo con esta formulación. Sé que me haría muy bien compartir mi todo con esa media fruta que me espera madurándose en algún lado. Pero no estoy dispuesto a caer en protocolos que me resultan vacíos. Me alegra infinito que mucha gente querida haya encontrado así su lover. Como de otras tantas parejas, pocas, que uno ve y dice: ¡así sí! Pero yo ya tengo una edad y muchas canas como para hacer tonterías. Creo en el querer como verbo de cabecera y lo ejercito con mucha gente, guardando mi mejor versión a ese milagro andante. Siempre dije, y mantengo, que el amor el amor es lo mejor y lo peor. A ver si hoy me asaetea una maldita flecha y cambio de idea. Pero, de momento, parafraseo el tema ‘Fiesta en el Infierno’, de nuevo y genial disco de Fangoria, ‘Canciones para robots románticos’: “El amor es una construcción burguesa. Una invención medieval. Un cuento de hadas desquiciado. Nunca más, nunca más, nunca más volver a creer en una fantasía tan delirante”. Pues eso.

viernes, febrero 05, 2016

Vivo sin vivir en fin



No sé cuánto tiempo ya. Hace mucho que perdí la cuenta. No recuerdo un momento en especial. Puede que sí un quién, pero poco importa. La cuestión es que el personaje se ha apoderado de mí. Oscuro, desdibujado, plano. La peor versión se instaló como un virus veloz y aquí estoy, viviendo los días en completo vacío. Construyendo un futuro imaginario que nunca llega. Ese en el que el querer fluye y los contratos son folios llenos de ilusión. Aspiro a que mi guionista se porte y escriba un genial punto de giro. Lo necesito. Prometo que mi interpretación estará a la altura. Tanta penuria ya pesa y la cara se me va a quedar enjuta. Y ya se sabe, la cámara es el peor chivato. Si algún día quiero llenar una estaría de premios, o colocarlos bizarramente en el baño, tendré que hacer algo grande, que sorprenda a los académicos. No este pastiche absurdo, sucesión de males y surrealismos con o sin diálogo. En resumen, esta película me sienta mal, muy mal. Pero, ¿cómo me salgo de cuadro? Ay, el cuadro. Dicen que mi historia se sustenta porque es realista. Pues maldita realidad. Me apiado de quien se arrastra sin rumbo, escuchando promesas y palmaditas en la espalda. Me cuesta no sacar el respe en esas tramas, pero dice mi director que se impone la sumisión social, la tontunez mal entendida. Y que traspaso la pantalla, no te jode, esto me traspasa a mí la piel. Hasta ahora había tenido papeles menores y mi representante me prometió que este proyecto sería mi gran oportunidad. Ya me veía enfundado en un traje prestado ante un photocall, saludando a las estrellas del celuloide ibérico e improvisando discursos con todo el santoral.

No me imaginaba que esto se alargara tanto y, menos aún, que me mermara de este modo. Me levanto cada día repasando el plan de rodaje y me deprimo más. ¿Pero hacemos ficción o documental? Ahora me arrepiento de no haber dicho sí a la propuesta de esa televisión privada de chillido incorporado y mamarrachas siliconadas de más. Un caché de muchos ceros bien valía un encierro en una casa absurda con otros tantos aspirantes absurdos, dispuestos a todo con tal de no pasar jamás desapercibidos. Pero ahora que lo recuerdo, se cruzó él y me obnubiló. Era tan intenso, tan especial, que no me hubiera perdonado caer en la bajuna telebasura. Confiaba en mi talento, o eso decía. Era perfecto dando las réplicas, con una única mirada calmaba mis peores fantasmas. La perfección se definía con su nombre, apellidos y una foto suya. Sonrisa mediante. Y sí, amigos, debió ser un mal sueño, porque cuando no lo había saboreado lo suficiente se esfumó. Asumo la culpa, llevarlo a aquella fiesta llena de víboras hipermusculadas, ansiosas de famoseo, fue el principio del fin. Fue entonces, ahogado por ese fin, cuando acepté este papel. Y aquí me hallo, buscando desesperando escribir estas tres letras y sentirme liberado. Despojado de esta mierda, por mucho que me asegure presencia en el tráiler y los títulos de crédito. Os invitaré al estreno. Seguro que él no se lo pierde y me dará dos besos intensos y un abrazo inapropiado. Y volveré a derretirme, pero la mirada inyectada en sangre de su víbora de su turno me recordará que estaba mejor en este camerino, maldiciendo y escribiendo este junta palabras tan patético.