jueves, agosto 20, 2015

Gracias a ti, Lina



Hoy todos estamos agradecidos y emocionados. Nos resistíamos a despedirnos de ella, pero ha llegado el momento de bajar el telón y dar el último gran aplauso a Lina Morgan. Una estrella como pocas, que hizo del humor su modo de vida. Tanto que quizá se olvidó de sí misma y relegó su vida personal en pro de los escenarios. Hoy me vienen a la memoria tantas noches en familia, especialmente con mi abuelo, disfrutando de sus éxitos en televisión. Aquellas revistas míticas, sus gags surrealistas y, cómo no, las películas que tienen un hueco reservado en nuestras retinas. Como loco bajito e insensato jugaba desde bien peque a recrear esos mundos que ella protagonizaba. ¡Qué atrevimiento por mi parte! Me atrapaba su capacidad para conquistar la pantalla, sin ningún artificio, sólo con su arte innato. Era, sin casi, patrimonio nacional, aunque a diferencia de otras compañeras fuera discreta al máximo. Mientras unos especulaban, ella se esforzaba por seguir dando rienda suelta a su pasión: el espectáculo. Siempre con su mirada tan vivaracha como triste, vacía por momentos.

Vivió y actuó con frenesí, sin perder nunca su personalidad. Ya podía doblar torpemente sus piernas, torcer el morro cual gansa o defenderse como la sempiterna solterona. Fuera como fuera, cautivaba. En otro país le hubieran rendido un homenaje en vida como merecía, con estrellas, boas y lentejuelas, pero aquí pecamos de injustos. Hoy muchos se limitan a morbosear con su final y juzgar su decisión de morir prácticamente sola. Dicen, quienes la conocían, que no quiso que la recordaran enferma, mermada, incapaz. Por eso se retiró e hizo del silencio su último gran papel. Y hasta en eso fue única. Allá donde esté seguirá arrancando sonrisas y bajando las escaleras con un porte inimitable. Porque no necesitó ser una mujer florero, ella era todo el ramillete de talento, del que hoy carecemos. Muchas actrices de ego supino tendrían que aprender del ejemplo profesional que representaba Lina. Sin ella el teatro y la comedia españoles se quedan muy huérfanos. No te robaremos nunca el estribillo que hizo Historia, solamente te podemos decir, gracias a ti por tanto sonreír. 

sábado, agosto 15, 2015

Inmunes



El más difícil todavía hace tiempo que salió de las carpas de los circos, para instalarse en nuestra realidad. Cada día, la actualidad se ha recrudecido con noticias que van de lo rocambolesco a lo dantesco. Y, especialmente, en el apartado de sucesos. Siempre han ocurrido historias fatales, pero los últimos años asistimos a la sobreexposición de finales inverosímiles, personajes que ni el más retorcido guionista hubiera parido, hechos que ponen de punta algo más que los ‘pelos’, directamente el alma. Nos hemos ‘acostumbrado’ a que informaciones así sean el pan nuestro de cada día, pasando de la plena atención al olvido, cual fast food de titulares. Se ha caído en la espectacularización del suceso en sí mismo, reconvertido en material que arrasa en audiencias, visitas digitales y agota tiradas de periódicos. Las otroras tertulias infinitas en televisión de latidos corazonales han mutado en mesas con expertos, que escrutinan datos y perfilan a implicados, víctimas, sospechosos, vecinos y familiares. Todo, con un tufillo morboso, que hace perder el sentido trágico. La gente consume, de forma voraz, este tipo de información, relegando el trasfondo por lo superficial. Así, creo que nos estamos convirtiendo en inmunes frente al dolor.

Son tantas las bofetadas, los vuelcos que nos han provocado este tipo de situaciones, que hemos perdido totalmente la capacidad de empatía. Eso sí, sacamos nuestros peores instintos a la plaza pública. Es donde muchos se erigen de sabios. Hablamos de las redes sociales, donde juzgan y comentan al libre albedrío y, una vez expresada su posición, pasan a otro tema con igual vehemencia. El libre pensamiento se ha formateado en reality show. Es el resultado de la estrategia de muchos medios y profesionales, que han considerado que lo emocional vende. Y mucho. En este tipo de exposiciones trágicas es el complemento perfecto, porque consiguiendo que la ‘opinión pública’ sea partícipe, estiran un contenido altamente eficaz. Mucho criticaron programas de los noventa, con rubia presentadora trasnochada y preguntas cogidas con pinzas de anatomía forense, pero lo que hoy, día a día, se ve en nuestros canales es la actualización de aquellas imposibles narraciones, esos silencios que hacían daño. Entonces, como hoy, primeros planos, foco en el drama, intensidad provocada hasta la lágrima y ¡zasca!, éxito. Como ciudadanos, tenemos que reconsiderar nuestro papel social y no entrar a este tipo de juegos macabros. Por respeto a los auténticos protagonistas del horror. Basta de especulaciones baratas y minutos catódicos prefabricados. Una muerte, un asesinato, un acto de violencia no tiene que ser, jamás, carne de share.