Tenemos una vida ¿predestinada?
Cada uno de nuestros actos, cada decisión, las personas que están a nuestro
lado, todo lo fue (y lo es) en detrimento de otras opciones. Me remueve
demasiado el pensar que soy víctima de pésimas opciones. Lamento ausencias y
silencios, condicionados por el momento o por miedo. Y sí, me planteo qué sería
de mi en caso de haber optado por el otro camino. Si hubiera sido valiente en
unos casos, menos osado en otros. ¿Cómo se escribiría mi cara B? Puede que el
contexto peripatético no ayude. Que mi autoexigencia cuestione en demasía. Pero
hay demasiado vacío y una extraña sensación de rechazo a este yo que visto y
calzo. Admiro a la gente que transita con alegría y despreocupación, mascando
cada instante con pasión y espontaneidad. Mis taras me impiden soltarme la
melena y pelear por lo que/quien quiero. Me hago bichobola sin remedio y me
dedico a balancearme entre mi espada y la pared. Es enfermizo, lo sé. Hay
sabios que nos lanzan a la acción, al frenesí de lo desconocido y construir
desde ahí tal o cual propósito. Pero yo me quedo mirando desde lo alto del
precipicio, esperando el empujón que nunca llega. Estoy cansado de sumar
errores, de luchar contra una corriente que me hace nulo favor. He ahí la
oportunidad de romper y empezar un reto con nombre y apellidos, los míos. Me
quedo agazapado y temeroso, asumiendo que ese bienestar no me pertenece. Hay
demasiado que psicoanalizar aquí, los divanes ya conocen mis dramas y nuestro
diálogo se esfuma con demasiada facilidad. Tampoco me buscan las sonrisas
cómplices ni los besos robados. Y me pierdo entre palabras e historias de otros
para cimentar un momento entre paréntesis. El que he levantado, de lado a lado,
para olvidar para siempre este tiempo (¡años ya!) de un cinta que pide a gritos
un cambio de cara.
lunes, enero 26, 2015
sábado, enero 17, 2015
Los Chungazos
Asumo que nadie es políticamente
correcto las 24 horas del día. Es más, superar el reto de exponerse a las
cámaras y mostrarse sin dobleces me resulta muy complicado. Vaya por delante
que yo no lo superaría. Pero de ahí a hacer del insulto y la zafiedad el valor
diferencial van muchos pasos. La polémica expulsión de Los Chunguitos en GHVIP
llegó tarde. El reality estiró al máximo su estancia en la casa, de la que
ellos planeaban huir asqueados, con el fin de rentabilizarlo en términos de
audiencia. Y vaya si lo hicieron, consiguiendo datos casi históricos (4,3
millones de espectadores y 31,5% de share). Las andanzas de la suma de
pseudofamosos parece ha calado hondo entre los televidentes, con permiso del
melenado de bendiciones y futurología de
mesa camilla. El elenco singular, con
princesa de pueblo hinchada por la vida, exconcejala onanista/exhibicionista o
adán de liana incorporada sin taparrabos, entre otros, ha cumplido con el morbo
del showbusiness. Se esperaba que el humor lo firmaran los hermanos por
subtitular. Nadie dijo que sus maneras fueran finas, pero por el camino destrozaron
colectivos, sensibilidades y educación. Mi reflexión supera las paredes de
Guadalix. Si estos artistas, de giras y venidas, de amplios (¿?) círculos
sociales y hermanas rotundas de glucosa piensan así... ¿Cuánta gente presumirá,
como ellos, de comentarios neandertales e intolerancia supina? A estas alturas
muchos defienden que la libertad ha sido una conquista. Y no es cierto. Es una
lucha continua, incansable y rotunda frente a gentuza de esta calaña.
Escupen
por sus bocas de singles mal escritos cualquier cosa, llevándose por delante la
dignidad de otros. No hay que pedir perdón a nadie por ser uno mismo, ni
permiso para vivir conforme a unos sentimientos y/o necesidades. Considero
tibia la medida de expulsar a Los Chungazos del programa y permitir su estancia
en plató. Es un sí, pero no. Un modo de contener bajo los focos la esencia
absurda de estos clows de extrarradio. Siempre defiendo que un medio de
comunicación privado puede tomar cualquier tipo de decisión empresarial, por
incomprensible que sea. Es ahí cuando el espectador debe tomar su propia
decisión de hacer uso inteligente del mando. Con contenidos del medio público
el debate es otro (y necesario). Pero aquí pienso que Mediaset se confunde, al
mantener esa ventana de visibilidad y facturación de dos energúmenos de la
palabra y los modales. No tengo nada en contra de su raza, merecen todo el
respeto, el mismo que ellos han negado, una y otra vez, con sus embrutecidas bravuconadas
de machos ¿alfa? Su escenificación en la gala de disculpas en alharacas hacia
el colectivo LGTB (¡Vivan, vivan!) me resultó igualmente fuera de lugar. Como
el beso de Judas a un amigo, encantado de servir a la causa chunga. ¡Qué pena!
Cada día nuestra televisión pierde todo, por permitir que habitantes de este
tipo ocupen horas y comentarios. Quienes amamos el medio no entendemos los
niveles incomprensibles de encefalograma plano, referentes para muchos
consumidores del electrodoméstico en tecnicolor. El off es la salvación.
domingo, enero 11, 2015
Oh, cielos
De tanto esperar, desesperó. Así reza en el epitafio de A.S., un
joven lleno de ilusiones, talento y energía. Parecía no ser suficiente, pues la
realidad consumió su esencia. Tanto que acabó con su vida. Entre sus amigos era
conocido como el luchador, incansable y armado de valor. Se ponía el mundo por
montera y su primera respuesta era siempre una sonrisa. Desde bien pequeño sus
padres le habían enseñado que este mundo era todo un reto. Que los cuentos eran
eso, cuentos, y que los finales felices eran carne de guión. Tuvo una infancia
feliz, por mucho que algunos le tildaran como el bicho raro. Siempre entre
mayores, acabó hablando como ellos. Así que a los niños les parecía un extraño.
Entonces cuando le preguntaban ¿qué
quieres ser de mayor? contestaba segurísimo que hombre del tiempo. ¡Como
Maldonado! De hecho unos Reyes Magos le sorprendieron con un mapa enorme que
llenó de soles, nubes y rayos. Jugaba con ellos y se inventaba pronósticos
llenos de anticiclones y borrascas. El juego se convirtió en empeño y
superación personal. Tuvo que irse fuera a estudiar y cumplir su sueño
meteorológico. Sus notazas avalaban su vocación. Tanto como su mirada, siempre
perdida en el cielo. Decía que buscaba formas entre los nubarrones, pero
cualquiera diría que se comunicaba con el infinito azul en busca de la
predicción perfecta.
Pronto encontró trabajo en un importante canal de
televisión. Iluminaba las casas de los espectadores con su personalidad única,
esos ojos vivarachos y la cercanía, su marca personal. Se hizo un hueco en el
día a día de tanta gente que veía en él mucho más que un contador de isobaras.
Asociaba cada día a una palabra, que guardaba celosamente en su libreta de
cabecera. Un día me confesó que la escribía tantas veces como hiciera falta,
con tal de dejarse contagiar de su significado. Imagino que en esos días, de
éxito y realización profesional, aquellas páginas eran la suma de su optimismo.
Pero como le habían enseñado de pequeño, la vida era un ciclo. Y no siempre
perfecto. Hubo una reestructuración en la cadena y prescindieron de su hombre
del tiempo. Una voz en off se encargaría desde entonces de cubrir su papel, el
que había construido con pasión y entrega. Desde ese momento se apagaron sus
soles y la tormenta, en forma de lágrimas, se apoderó de él. Además, supuso el
final de su relación de pareja. Algunos le habíamos advertido del carácter
interesado de su chica, pero él con su bondad e ingenuidad negaba toda duda.
Una pena. Ella fue ver cómo perdió su posición y perderse en busca de otro
objetivo. Cayó en una brutal depresión. Una enfermedad durísima, a la que
muchos tratan con frivolidad. Se encerró, calló y sufrió el paso del tiempo.
Dicen que salía de noche, a dar vueltas cerca de su casa. No tenía que
esconderse, pero sus sentimientos le pedían a gritos ese aislamiento. Su
castillo de naipes se derrumbó y con él se desdibujó su sonrisa. Su madre, el
ángel de la guardia que no se separó de su hijo jamás, cuenta como él repetía
una y otra vez: hay que esperar. Pero
veía cómo se marchitaba. Se ponía cintas de sus intervenciones televisivas y
lloraba amargamente. Ya no quería ni mirar a su cielo cómplice. El trabajo de
sus sueños y el amor de latido infeliz que siempre había perseguido, los dos se
fueron para no volver. Y él decidió seguir su camino. Hoy me toca vestirme de
negro. Por él. Y sí, miraré a las nubes a ver si me reencuentro con su sonrisa.
jueves, enero 01, 2015
Suma 2015
No
necesito exclusivas ni retoques de PhotoShop, sólo buenas energías para
dar la bienvenida al año nuevo. 2015, esperamos mucho de ti, no puedes
defraudarnos. Más justicia y menos absurdez, por favor. Escribamos juntos un año tan apasionante como especial. Que la negatividad se exilie para siempre...
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