lunes, marzo 30, 2009

¿Y qué decir? Nada mejor que Absolutamente

Superado por la propia inercia de lo deseable, los días se volvieron cómplices y la maldad enquistada. La lágrima condensada y apurada, el desquite del dolor impulsivo, se vieron tapados por el escapismo hecho momentos. Y es que disfrutar del concierto inaugural de la gira de Fangoria (Alaska y Nacho Canut) es un lujo al alcance de muchas modernas y desviadas de la ría bilbaína y derivadas. Hasta punto de encuentro de tres viejas glorias comunicólogas, que bien adyecentadas y adecentadas, pasaron una noche de brillos, de bailoteo, de palabras (retorcidas y de honor), de nostalgia ochentera, de sí pero no con el ritmo como protagonista. Fue muy divertido vivir un show así, ecléctico pero necesario. Absolutamente.

Todos somos moda desde que abrimos el armario -por muy apolillado...- y es que con ella construimos nuestra imagen. Una no, cientos, se vieron en los desfiles que dieron caché al comercio de Torrelavega, donde un equipo desigual intentamos pasar un buen rato y compartirlo con el público, deseoso de rellenar roperos y fundir la tarjeta cuando la palabra maldita dé un respiro... Lo bueno de todo esto no es el fraserío protocolario, sino ver los adentros donde uno descubre verdades como puños, otras alteradas, interiores de rechazo... Pero es toda una experiencia. Absolutamente.

Ojalá siempre venza el amor. Quizá que lo escriba un corazón solitario y peripatético hace que en sí ese pedir pierda valor. Pero todo lo contrario, lo gana cuando están dentras las chicas de la Agencia Rumore que dan saleron a nuestras vidas sociales. Y para colmo en un rincón de cinco estrellas, Santillana del Mar. Allí me fui con una guapa y querida en suma, dispuesta ella a dárlo todo. Y vaya si lo hizo. Hasta acabó sumando. Al contrario que muchos, que desperdigaron en la fiesta las migajas de su desesperación. Ante ojos atónicos, parejas misteriosas, y surrealismos cupidistas de latido expréss. Absolutamente.

Lo malo es que todo pasó. Quedarán posos, flashes de retina, palabras volátiles... Y el ansia pide más. Y más. Absolutamente.

domingo, marzo 22, 2009

Inercia

Hay palabras que punzan. Que suponen de por sí un impacto, de leerse o verbalizarse. Y ya ni digamos de sentirse. Y es que los vacíos se hacen lagos sin fin. Las montañas rusas se convierten en parques temáticos del drama. La soledad es una mujer que no entiende de visitas, ella sólo contrata largas estancias. Y así, el suma y sigue de lo patético. Del puzzle vital que jamás desearías pero que el destino te ha conjurado. Y cuando el tiempo no reconcilia, sino todo lo contrario, sobreponerse o relativizar se antojan ejercicios utópicos. Porque el fango ya ha cubierto toda la realidad. Sólo quedan retazos de yoísmo, recodos de salvación casi agónica. Como terapia a lo que queda por venir.

Menos acá del amor hay más cuestiones de merma personal, esas cargas que minan en conjunto hasta la explosión. Puede ser algo paulatino y camuflado como autodefensa, pero el calendario se encarga de contabilizar heridas y procurar su coloración doliente. Y no aparece quien lama con compasión auténtica ese mal grandilocuente. Y si aparece descuadra la verdad y hace de la vida una mentira, un camino de espinas por esperar lo imposible. De lejos, palpitando, estremeciendo en las distancias cortas pero alejando los suspiros por el sentimiento de impertinencia.

No se me ocurre más que la inercia, que el vivir sin sobresaltos. Lo contrario puede ser fatídico. Pero es triste saber que el devenir angustia. Que la infelicidad se ha instalado en tu almohada y tiene intenciones de ser huésped por infinitos sueños. Los mismos que más vale desdibujar, porque el castillo de anhelos es la crueldad ficcionada. Y quién quiere una ficción por vida...

viernes, marzo 20, 2009

Latido sin recibo

Quién dijo que un corazón sin dueño no merece un latido. Alguien descorazonado, seguro. Lo más grave de todo es que el latido exista, el objeto de deseo también pero la imposibilidad tiña de negro la ilusión. La negación de tu inclinación amorosa, fortuita acaso, pero reveladora, doliente, indómita. Por mucho que quieras entrar en la lucha, dar el todo por un algo emotivo, el sentimiento racional impide el lanzamiento o piscinazo. De ahí que las palabras se agazapen, que los besos se diluyan, que la pasión se cristalice para romperse en cero coma.

Su mirada lo dice todo, o la nada más absoluta. Sus gestos delatan su autenticidad. Su ser en calma inquieta y promete. Sus palabras cual susurros estremecen. Su silencio paraliza. El todo hace que el querer vaya en suma. Pero el NO queda reflejado en el rincón más íntimo. O puede que la duda dispare meteoritos del yo ansiado. Quizá nunca lo sepa.

Sentado en su lugar, el mismo que no abandona, como huidizo y sin voluntad, dejado llevar pero con súbitos impulsos, renueva lo cotidiano. Impregna de verdad alterada lo que pudiera ser un drama a dúo sin serlo.

Un, dos. Un, dos. La matemática inversa, más bien perversa, niega tantas cosas. Momentos, contextos. El ser en otro o con él queda relegado a los dioses, también -osas, del apropiarse sentimental. El resto esperan una inclusión a tiempo. Una respuesta. Un milagro.

No lo verá ni DioS.

sábado, marzo 14, 2009

¡Teatralízate!

Un buen modo de aplacar la palabra maldita, el estrés o escinco que nos supera, el surrealismo de la pataleta, el gilipollismo de ego subido y demases brincos de la mísera realidad es acercarse a las artes. Como esponjas asumir visiones insólitas, ritmos o sones estimulantes, letras mínimas que son máximas y hasta ejercicios de lo tuyo es puro teatro. De eso he tenido estos días. En la escapada capitaloide pude acercarme al Maravillas para reír con desenfreno con 'Mi primera Vez (Si me cuentas la tuya, te cuento la mía)'. Un espectáculo donde se habla y se muestra (o casi) el sexo sin tapujos. Con reversiones de tantas virgnidades perdidas, de tantos seres dados al placer incipiente, de sexualidades en búsqueda y de risiones a compartir. Y es que el trabajo de Javi Martín y Bart Santana (dejando a ver su piel y bajas sensaciones) o Miren Ibarguren (la nueva hija de Aída, aquí insuperable) y una desconocida Mar Abascal. Fue un ejercicio de introspección horizontal, vertical y hasta de trasera de coche de España cañí y sus prototipos. Hasta con test al público y comunicación masiva de los datos, anécdotas y curiosismos de la vez de prueba que dio paso a más para los afortunados... Para practicar la carcajada deslimitada y saber como el teatro siempre se reconcilia con lo más joven. De diez.

Y para sumar más puntos que Chicho Terremoto, ayer volví a dejarme caer por un teatro. Esta vez tocó el Palacio de Festivales, con la obra 'Humo', de Juan Carlos Rubio, un actor/autor que gana en las distancias cortas y que me dio ganas de no dejar pasar su éxito por esta tierra enmontañada. Fue una oportunidad de conocer in person a Juan Luis Galiardo y Kiti Manver, protagonistas del montaje. Con los que volví a comprobar que hay humanidad detrás de algunos personajes, por mucho que otros se mimeticen con el suyo y lo paseen en lo cotidiano con patetismo. El caso es que bien acompañado me planté en la sala tras un día fatal o más, pero me dejé llevar por un texto donde la verdad es mentira y viceversa. Donde se demuestra que los humanos no siempre lo somos. Que ejercitamos una verborrea inmunda pero objetivada e interesada. Así caemos en la espiral más traicionera, incluso para el yo profundo. Sobresaliente extra para todo el equipo, pero matrícula de honor para el directo JCR, que hace del diálogo un arte certero y cercano.

Fueron dos, pero espero que la matemática teatralizante me siga cuadrando. Porque las ganas de dejarse llevar por las vidas e intensidades de otros es un buen escape ante la imposibilidad de la huida propia. Quizá así nos vemos en un espejo que nos haga hasta pararnos a pensar. A ello...

martes, marzo 10, 2009

El baile discordante

Agotando el contexto me encuentro y podría decir que agotado. El efecto bajada tensional del estrés cotidiano al remanso de no obligaciones me ha sentado mal esta vez. Aunque el descanso era justo y necesario, de ahí que el balance sea más que óptimo. Y es que estos volveres capitalinos siempre me cargan de pilas y compras, porque de emociones mejor ni hablamos. Por mucho que siempre estas calles, sus miradas, sus rostros en escape den satisfacciones exprés. Algo que contar y que vivir.

Como la vida, que tiene cada cosa que nos descoloca. Últimamente me fijo de más en el baile confuso de cuerpos de equilibrio dudoso. Seres de difícil fusión pero que el destino, el interés, la confusión, la necesidad o lo irracional han unido. Quién sabe si para siempre. Pero no puedo dejar de preguntarme cómo sobreviven tantas parejas discordantes. Sin ir más cerca que unas manzanas me he encontrado con un famoso actor plumífero y egocéntrico, agarrado de su macho cabrío púber aún y macarra. Era un nexo difuso el que les unía, por mucho que exaltaran tal cosa. No son los únicos. Por estas calles de bellezas robadas, pagadas, exageradas y hasta naturales, se ven dúos de enajenación supina. Y en un ejercicio de maldad todos nos preguntamos el por qué de semejante visión. Sale el lado cotillo/cruel y cuestionamos la ausencia por la presencia ajena y su afición a dejarse ver. Una incomprensión quizá para los pacientes de la autoestima volátil o en desaparición sine die.

Las felicidades y decisiones ajenas cuestan de ser comprendidas. A todos nos ocurre sufrir el brete de amistades en la nube y el momento crucial de presentaciones cruzadas o de una sola vía. Ah clarito, ejercer la sinceridad se torna harto complicado, porque está en juego mucho y romper ilusiones y enfrentarse a las mariposas o todo tipo de flora, fauna e insecticidas que viva el otro no es sencillo. Pero siempre quedarán las conversaciones de juicio rápido con más semejantes, esos que se limitan a llamar majo/maja a la pareja del ser ennoviado y exaltado, pero que no hacen más que salirse por la tanjente y aplicar un adjetivo para salir del paso. Aunque quién no sabe que la majura sin más, a secas, es un jarro de agua fría para quien espera una loa infinita. Pues eso. Que el panorama está difícil, pero la discordia en el amor o en las relaciones parece salir indemne. Y sino que no me lo digan a mí.

domingo, marzo 08, 2009

Los recuerdos rotos

Siempre que me reencuentro con lo que fui, lo que pisé, viví, sentí y padecí me quedo en estado cuasi catatónico. Pero no puedo evitar la necesidad de la vuelta, del padecer esa nostalgia que me atrapa pero que al tiempo me pide renovación, borrón y sensación nueva. Y es que en Madrid soy yo pero como elevado a una potencia ulterior que me hace sentirme mejor, más capaz, vital y hasta optimista. Por mucho que acabe cansado de tanto pateo y visionado capitalino, pero esa felicidad no me la roba ni el peor de los recuerdos, ni la más tristes de las imágenes de aquello en lo que me convertí en este túnel de tantos colores, pero de negruras de tono subido. Aún así, las palabras de quienes se hacen querer, de quienes te dan todo a cambio de momentos, de compartires al viento o al solazo, de diversiones impulsivas, de contextos que aparecen de la nada para nuestro atrape. Todo nos hace y da sentido a estas huidas de quita y pón que me hacen crecer, vivir, tener otra perspectiva de mi mismidad.

Aquí disfruto de cada mirada, de cada desplante, de cada loco con su tema, de los surrealismos que nos engrandecen como género humanoide, de los excesos necesarios, de las rebajas de esquina y lujos de entreplanta, de los rostros que son para los demás, de las sonrisas robadas y los sueños desvelados... Todo en cúmulo hace especial que los segundos madrileiros sean otra cosa. Como lo soy yo, hacinado para darle a la tecla pero feliz al saber el mundo de todo y nada que me espera en el umbral de la puerta. Voy a cruzarla y espero dejar atrás mis recuerdos rotos, los despejos de un pasado que evito en zigzag porque, por suerte, soy otro sin dejar de ser yo.

viernes, marzo 06, 2009

Se paró el tiempo

Utópico o ciencificcionado, pero una necesidad que, a veces, te pide el cuerpo. Una reclama que te supera y que cabalga en los pensamientos a ritmo acelarado, con las ganas de abandonar un estadio para entrar en otro y permanecer en quietud por siempre jamás. Así me encuentro, con las ganas locas de escapar sin ánimo de retorno. Porque pese al disfrute circunstancial de lo cotidiano me tiene abotargado, sumido al estrés, acelarado y desganado sin remedio. Consecuencias del más es más y de que aquí el no corre puede que vuele. Y sí, pretendo volar pero a otro contexto donde hacer cura de espantos, donde practicar el reencuentro vitalicio, la charla de larga extensión despublicitada, la kilocaloría de ingesta en retardo y hasta la terapia de bolsas comprantes. Propósitos que siendo posibles o no bastan como para encarar una huida de ida y vuelta.

Pero más allá de la propia parada espacio-temporal, hay que recordar lo mucho que esa misma fracción nos depara en sí. Porque ella en suma conforma nuestra nostalgia memorística, esa que nos viene a la mente de golpe o que con fruicción lucha en las entrañas para hacerse con su silla y no perderla ni con viaje a Sevilla. Son los momentos que nos hacen, en individual y en colectivo. Esos que redondeamos y hasta escenificamos a la mínima ocasión, regodeándonos en frases, detalles. No importa, sí el conjunto y el significado que nos alimenta.

Por eso quiero alimentarme, que luego no queda más remedio que sufrir la dieta estricta del día a día. Hasta entonces me alío con el tiempo, lo de liarme es más misterio... Y si de paso paramos lo que haga falta, mejor que mejor. Seguro que un taxi no falla.