miércoles, enero 17, 2018

Escape



No tengo tatuado eso de que 'Nadie dijo que fuera fácil'. Sabemos que vida no hay más que una. Que estamos de paso y, en efecto, todos los días sale el Sol. La lista de tópicos existenciales se antoja infinita, como los momentos en que destruiría la realidad. Sin medias tintas. Explosión de alto alcance y aquí no ha pasado nada. El caso es que, como intenso reconocido, doy vueltas al estado de las cosas. Las mismas que siento están en crisis total. En primer término las mías, como una suma de pésimas decisiones. La peor, errar en la prioridad y arrastrar un vacío que pesa demasiado. Pero si miro hacia otros contextos, incluidos los ajenos, el balance no es más esperanzador. Estamos enfermos. Algunos con diagnóstico y medicación crónica. Otros, ahogados en la ignorancia de su dolencia. Las listas de espera médica son la risión, en términos comparativos, si se valoran todas las maldades sostenidas. Interesa poco el parar y cuestionarse, porque los complejos o los egos nos impiden hacerlo.

Quizá mi defecto sea pensarme demasiado. Ejercitar la introspección, verbalizar mi torrente de desquicies. Lo prefiero a maquillar mi verdad. Podría vivir una historia de imperfecciones perfectas, de sonrisas enlatadas, de heridas por cicatrizar, pero sería engañarme y mostrar una versión distorsionada de mi esencia. No me lo merezco, ni tampoco las personas que, voluntariamente, han decidido acompañarme en mis días, soportar mis ausencias, tolerar mis silencios y amortiguar mis golpes. Reconozco que me busco y no me encuentro. Que mi alegría de vivir se ha tomado vacaciones con varias escalas y un equipaje descomunal. Ansío su retorno, que me dé la vuelta cual calcetín y me rete para continuar en positivo. Lo necesito, más cuando escribo esto en un lugar que no me corresponde. Del que quiero escapar sin mirar atrás y olvidar que mi momento no me pertenece. Ojalá que algún día pueda teclear con la pasión que me define. Entonces me reiré de los lugares comunes y disfrutaré del mío propio.