sábado, diciembre 31, 2016

¡2017, estás hecho un chaval!



Porque los años son como las personas... Espero que el 17 no se comporte como un adolescente insoportable, desubicado y gritón. Ojalá encuentre una inquietud, una meta por la que luchar. Y cómplices en el camino que sumen. El resto... que sea un mal sueño.

¡Feliz tránsito hasta la mayoría de edad!  

sábado, diciembre 24, 2016

¡Feliz Mirada Propia!



Nunca entendí que la felicidad fuera por barrios ni fechas en los calendarios. Sonriamos a la vida y esperemos que sea justa, sincera, auténtica. Con mis mejores deseos… ¡Feliz Navidad!

miércoles, noviembre 30, 2016

En pocas palabras



Más que preso, habitante de silencios. Porque cuando no decir nada es la mejor opción, más vale aguardar a que las cosas cambien. Que lo hagan es un misterio. Que sería necesario, totalmente. Y es que la realidad no es simpática y el recurso al emoticono de la sonrisa es la mejor metáfora. Será el contexto, será un pretexto, pero es mi será, será.

domingo, octubre 30, 2016

De verdad



Hace tiempo que asumí que soy diferente, por muchas cosas. Algunas más públicas, otras menos. El caso es que yo sé que no soy uno más y no tengo reparo en dignificar mi autenticidad. Es más, creo que muchos de mis valores diferenciales son un potencial personal y profesional. Intento explotarlos, no siempre con éxito, pero no me escondo de mi esencia particular. Hoy quiero reflexionar sobre todo lo contrario, la manía que se está generalizando de imponer la repetición, la copia descarada de modelos de vida, de expresiones, de forma de vestir, incluso de sentir o pensar. Me apena que haya esa cadencia a la limitación e imitación, porque lo bonito es dejar paso a las variables infinitas, al juego de la vida. Pues no, mucha gente se empeña en convertirse en un estereotipo andante, que viraliza su realidad en las redes, intuyo que como harán sus ejemplos. En lo que a mí respecta, no quiero rodearme de clones de la celebrity de turno, de librepensadores calcados a cualquier tertuliano gritón, de muchachos con barba de largura indeterminada y hechuras hipsterianas, de adolescentes que olvidan que el piel con piel supera a cualquier pantalla, cuando no quieren ser de profesión tronista o pretendiente/a... Son tantas las construcciones calcadas, cual rebaño ovejíl, que llenaría párrafos, vomitando mi incredulidad. Históricamente, los movimientos colectivos han tenido un peso fundamental en muchos momentos clave, pero lo que ocurre hoy en día es una total degeneración de ese concepto para imponer la serialización del yo, dejando de lado el sentido de la identidad personal.

Muchos comportamientos y manifestaciones de esos cromos repetidos se convierten en un auténtico peligro. Yo diría que, muchas ocasiones, en la base del acoso escolar o la homofobia están, de fondo, pensamientos de grupo tóxico, que explota en ejercicios de incontrolada violencia. Un líder inocula odios varios y los secuaces los incorporan como propios, con resultados nefastos. Actualmente, las noticias se llenan de historias trágicas, protagonizadas por muchos de estos absurdos en serie. Sus focos de rechazo y su diana particular son, precisamente, personas diferentes, por uno u otro motivo. La incomprensión con los otros es un drama. ¿Acaso alguien tiene que renunciar a ser como es por miedo al qué dirán o el acaso me pegarán? No. Igual es llevar a máximos mi reflexión, pero defenderé siempre el reivindicarse sin dobleces. O lo que es lo mismo, ser de verdad.

Últimamente se habla mucho de lograr la mejor versión de uno mismo, bla, bla, bla, como si fuera una meta por alcanzar o un reto crucial. Menos cuentos, la mejor versión no existe como tal, porque la llevamos incorporada en todo momento. No hay que ir en su búsqueda. No es un santo grial. Nada ni nadie debe condicionar nuestra personalidad genuina. Sumar, perfecto, pero sin olvidar ni dejar de reivindicar que todos somos de pata negra.

«Sé tú mism@ y serás únic@».

viernes, septiembre 30, 2016

Barrio



Siempre creí en los contextos. De hecho, creo que me persiguen desde pequeño. Para bien y para mal, no siempre en equilibrio perfecto. Pero, sin duda, ha sido el criarme en un barrio de periferia, gente obrera, drogas y desvaríos varios siempre imprime carácter. Que mi colegio estuviera en el centro de la ciudad y que mis modos tuvieran poco que ver con la mayoría de vecinos que podía contemplar desde mi visión bajita, me hizo crear un total desapego a mis orígenes. Una distancia que he mantenido con el paso de los años, asistiendo incrédulo a muchas de las escenas cotidianas que se suceden en los bloques de viviendas de ladrillo caravista. Con el bar y el ultramarinos como epicentros de la vida en comunidad, fue llegar la droguería y sus novedades en ropa interior y crearse una burbuja consumidora. Mi madre tuvo antes su pequeño negocio tal cual, pero aquella aventura emprendedora no duró mucho. Era un chavalín cuando jugaba en casa a ser Amancio Ortega, con tiendas, colecciones y escaparates propios, entonces tuve oportunidad de convertirme en asistente de dependiente de la tienda referencia de la barriada. Con nombre de mujer, tan rotundo y simbólico como ella misma. Hoy propiedad de asiáticos nonstop. Allí me entregué al kilo y medio, a las bolsas llenas y los corazones vacíos. Y es que la clientela no se cortaba en contar sus penas, hacer terapia o, directamente, criticar a cualquier otra, con tal de desahogarse. Yo me lo pasaba pipa, la verdad. Lo que más gracia me hacía es que las marus, más marus, dicho y escrito con todo el cariño, aparecieran en camisón, pijama, bata, cuando no albornoz, y pantunflas. Era un catálogo del desaparecido Sepu en carnes vivas. Defendían el look con profusión, sin ningún tipo de pudor. Admirable actitud, que reconozco nunca llegué a entender del todo. Estaba bien que sintieran (y sientan) el barrio como un ente que poseían y en el que podían hacer y deshacer, pero a mis ojos aquella imagen de legaña y cama no pegaba en la cola de la fruta o la carne.

Mi barrio no ha cambiado mucho desde aquella tierna infancia. Ahora puedo pasear por él o encontrarme en alguno de sus rincones y retrotraerme a la puerta de la catequesis, a la plazoleta donde jugaba con mis primos, a la tienda de chuches, ya desaparecida, donde me compraba muchos ‘flashes’, especialmente de limón. ¡Qué ricos! Y el vecindario ha llorado unas cuantas pérdidas y celebrado bodas, muchas, sin páginas en el ¡Hola! Como la que todos contemplamos hace días desde los balcones. No puede evitarlo, impulsado por una fuerza suprema, lo dejé todo y me convertí en espectador ansioso de la salida de la novia de su casa 'de toda la vida'. Los balcones estaban llenos de miradas cómplices, una música insólita salía, en bucle, de un radiocasete y los vítores se sucedían. Que si el padre, que si la madre… y por fin ella, la protagonista, vestida con sus mejores galas y crecida en el lugar que la vio ser ella misma, esta vez en su mejor versión. Era curioso formar parte de ese ceremonial, cotilla y entrañable, por partes iguales. Y es que al final eso es lo bueno de los barrios, empatizarás o no con la gente que los habitan, pero hay algo que os equipara, que os hace miembros de una fuerza de nombre propio. He de reconocer que cuando viví en otros lugares, en diferentes épocas, caí irremediablemente en barrios, pero ninguno tan genuino como el mío. Cuestionable, absurdo, marginal, pero auténtico. Mío, al fin y al barrio. 

miércoles, agosto 31, 2016

Vacaciones



Hay necesidades que no se expresan con palabras, que se acumulan hasta hacer peso y entonces se convierten en una carga insoportable. Eso mismo fue lo que me ocurrió a mí con las vacaciones. Había olvidado la última vez en que hiciera, de verdad, las maletas para escenificar una ida con fecha de vuelta y un paréntesis de los reales. Motivos laborales, cuando no personales, impidieron este tiempo atrás la huida, tan común, hacia territorios de felicidad de postal. Nunca me instalé en la queja, ni en la comparación dramática, es más, mi adicción total al trabajo me ancló irremediablemente a esta ausencia. Este año, superado por la realidad, me debía la desconexión. Barajé opciones y, pese al escaso entusiasmo inicial, me decanté por descubrir el Sur. Un plan de amigos y todo el tiempo del mundo eran la excusa perfecta para asegurarme una aventura inolvidable. Y así ha sido. Un contexto tan explotado como surrealista ha sido el refugio para una suma de días en los que nos movimos entre dramas y comedias, parafraseando a Fangoria. Vivimos situaciones inverosímiles y hasta de película de miedo con muertes (de un perro), sangres, gritos y violencia, que temimos dieran al traste con nuestra huida hacia/de ‘el Levante’. Tantas horas robadas al sueño en un autobús por carreteras secundarias hubieran sido una auténtica pérdida.

La mayor parte del tiempo estuvo dedicada a un rincón que nunca fue de mi especial simpatía y ponía en riesgo mi satisfacción vacacional: la playa. De pequeño me recuerdo jugando en los arenales cántabros; superando, incluso, un episodio de arenas movedizas, con ‘miniyo’ absorbido sin remedio, pero con los años cogí manía al ejercicio de tostarse al Sol y pasar jornadas de veraneo con sombrilla, cremita y nevera fresquita. Ha sido justo lo que hemos hecho, entendiendo, a la perfección, las necesidades del grupo. Aún así, no he sufrido tanto (como Geno) y me he dedicado a construir, imaginariamente, vidas ajenas, cuando no a criticar sin piedad, lo reconozco. Y es que los estilismos han dejado mucho que desear, especialmente los de ellos, entregados al ‘vicevercismo’ de cortura absurda y músculo apretado. Sin duda, mi parte favorita ha sido realizar entrevistas en profundidad. Desde los taxistas a los relaciones públicas de los ‘garitos’ de noche, con los que llegué a entablar una cercanía insólita. De repente, en unos pocos días construyes unas rutinas, unos cómplices que se antojan tu vida, olvidando (casi) los orígenes para entregarte, por completo, al hogar ocasional. Hasta llegamos a conocer a una prestigiosa bloggera, de las que suman sin restar, sonríen sin photocall y demuestran que hay esperanza y contenido en el mundo de la moda.

Las vicisitudes de apartamento para cuatro, primero, seis, después, dan para novela. El resumen es que hay que tener mucho cuidado con las alemanas que homenajean a Massiel y se olvidan de los inquilinos de ocasión. Duchas frías, fugas, desinformación, qué poca precisión en las formas y cuán rentables salen estas casas de habitantes fugaces. Menos mal que nos lo tomamos todo con una guasa importante, que nos dimos a los ritmos, los selfies y los consejos healthies. Y es que los días de vacación son para eso, para escuchar una canción tontuna, que se pega como los bañadores de lycra y para comentar con el grupo las bellezas al agua. Las risas sientan tan bien como los colores flúor y los atardeceres son el mejor reflejo del alma, que necesitaba contenido nuevo. Y de cierre, una visita en ruta con una compañera de vida, que hace tiempo optó por establecerse en la distancia sureña, siguiendo el puerto de su amor. Mi conclusión principal es que no me ha impresionado ni enamorado el destino, quizá sea por mi rancismo de manual, pero esa necesidad que esperaba su momento no podía encontrar mejor ejercicio de hechos y protagonistas. Gracias a mis cómplices, que me dieron tanto y a este Norte, que desde la distancia me demostraba su importancia vital en mi construcción como ser. Un ser(gio) que siente y se siente ahora con fuerzas y energías para afrontar un otoño que espero sea agitado y revelador. Prometo contarlo.

miércoles, julio 13, 2016

Uno



Ponerse frente a las palabras no siempre es fácil. Ocurre también con las personas, especialmente las que te importan. Esas que causan en ti fenómenos difíciles de describir en lo literal, pero capaces de darte la vuelta en un nanosegundo. La vida me impuso una nueva ausencia, de difícil digestión, pero el pisado, pisado. Y aquí estoy, practicando el carpe diem y luchando por muchos proyectos ilusionantes y conseguir olvidar. Solo así seré yo, en mi mejor versión, esa que he ido bocetando, con la ayuda de tantos cómplices, que en el tiempo me han enseñado que en esta vida estamos solos, pero eso no implica más que nuestra soledad es nuestra fortaleza. Luego vienen los guerreros que se suman a las batallas y las mejores verbenas de sociedad. Pero el yo gana y tiene que estar fuerte, en su sitio y comprendiendo que no será fácil, pero el reto lo hace más divertido. Por una vez, que recuerde, tengo fuerzas y ganas para afrontar esta afrenta de lo real, con madurez y sentidos. Quizá el oído un poco tocado, porque aún sigo bastante teniente, pero me veo con armadura suficiente para saltar a la arena y hacerme grande frente a los leones. Mi versión gladiador no renuncia a los sentimientos ni a esa sensibilidad, marca de la casa, porque mi ángel de la guarda me enseñó la gran lección con esas herramientas “sé tú mismo y serás único”.

En el camino conocí historias que no deben ni pueden ser contadas, pero que demuestran que lo que celebramos mañana puede haberse convertido en nuestra peor pesadilla. Cordura, amigos. Conciencia del ser y de todos, como colectivos. Seguimos en pleno panorama deplorable, con mandamases de chiste y algunos titulares que ni las mejores pinzas pueden sujetar. Así que concentremos fuerzas en ese yo que paseamos, muchas veces errante, silencioso o en horas bajas. Necesitamos energía y una sonrisa enorme, aunque en mi caso no me salga frente al espejo, ni en las malditas autofotos de moda. Buscaré profesionales que me den técnicas de risas y desconexión, la mejor vitamina que puede existir. Yo quiero un cese temporal de la convivencia con el ordenador, porque esta relación me gana y aquí sólo puedo quedar uno. ¡Hagan sus apuestas!

sábado, junio 04, 2016

Aprendamos...



"El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso, sin desesperarse"

Winston Churchill

domingo, mayo 01, 2016

Ocho letras, una madre



Se me antoja imposible ser tú. Dicen que tengo muchos rasgos de tu carácter, que reproduzco algunas de tus manías o esos pequeños gestos que me delatan tuyo. Es normal que te sienta perfecta, que te haya idealizado y, conforme pasan los años, dé más valor a cada una de tus grandezas. Pero creo que si te viera desde fuera, en una burbuja de observador imparcial, compartiría el dictamen. Tu máximo común denominador es ser una buena persona, generosa, cercana, desprendida, sin dobleces. Tu entrega a tu nido es admirable, siempre te las ingenias para relegarte y poner al resto en la cima de tus preocupaciones. Te llevarán los demonios de dolor o tendrás un mal día, pero te refugias en los silencios para no perder nunca tu sinfonía del dar. Muchas veces pienso en el miedo que tuvo que suponer el saber que llegaba para quedarme y habitar por siempre tu corazón. Compartido en régimen de felicidad y lo sabes. Superaste esa sensación de vértigo y situaciones de película para no dormir, siempre volcada en conjugar el querer. Pesara a quien pesara. Con los años no te lo puse fácil e imagino el vuelco en las tripas al recibir una de las peores llamadas de tu vida. ¿Por qué? Quizá el destino quiso mandarnos un mensaje que aún estamos intentando descifrar. Entonces volviste a demostrar ese coraje, una fuerza más allá de lo terrenal. En el peor contexto, cuando mi reloj humano se paró en seco, sacaste el poderío y esa mirada que brotaba todo el amor. Gracias. Fue y será siempre mi mejor medicina. Bendita dosis tú.

Sabes que odio las analíticas, los pasillos de hospital y ese olor que traspasa los poros de la piel con desazón, pero a tu lado la pesadilla se hacía menos. Cómo voy a pensar en que algún día pudiera despertar y que no estuvieras ahí para ser cómplice. Mi cómplice. Me niego a perderte, por mucho que me pidas el luchar como legado. No quiero, no tengo tu valentía. Estremezco solo con imaginar ese escenario de ausencia. Sin tus consejos, sin esa capacidad de levantarme sin grandilocuencias, me sentiría perdido. Cuando te he tenido lejos ya he sentido esa fragilidad. Habrá quien piense que soy víctima de inmadurez, incorregiblemente al calor de tu ala. Puede ser, pero nunca por ti, porque siempre me has dado luz verde al crecer, vivir y equivocarme. Incluso en las decisiones más controvertidas has respaldado mis ejercicios del yo. Ese libre albedrío que se apodera de mí cada cierto tiempo entiendo que no es del todo justo. Aunque en cada ocasión has demostrado estar, acompañar y alentar, incluso, por mucho que todas las incógnitas habitaran tu estómago. Eso sí, siempre en la duermevela y la precaución de instinto profundo. Como cada vez que el mínimo dolor me agitaba y corría en la noche, en la oscuridad, a llamarte al auxilio. Y respondías preocupada y dejabas los sueños por soñar despierta, ejerciendo tu mejor versión. Admiración es poco, gratitud igual.

Te lo debo todo y cualquier momento o folio en blanco es bueno para recordarlo y devolverte en palabras mínimamente tu entrega. Dudo que la vida me ponga por delante la oportunidad de reproducir tu ejemplo y escenificar la mejor herencia personal que pueda imaginar. Si fuera así, qué responsabilidad, un reto cortado a tu medida. Supongo que brotarían mecanismos espontáneos y construidos por ti desde lo cotidiano. Desde la cuna a mis adulteces del todo inestables. En el fondo y con tu coreografía de emociones, la esencia no me ha abandonado, porque tú no te has dado el mínimo respiro. Ojalá, querida, pueda estar a tu altura y cuidarte, entenderte y sostenerte cada día con su noche. Te quiero, mamá, y serán las ocho letras que jamás me cansaré en dedicarte, gritando o desde el silencio. Con nuestro lenguaje intransferible. Feliz día. Feliz vida. 

sábado, abril 23, 2016

Líbrame para bien



Más que un cariño físico a los libros, se lo guardo a las historias. A lo que me dieron, ese instinto de contar, de curiosear, de poner palabras a momentos, contextos y personas, cuando no personajes. Un día como hoy es la exaltación perfecta de un hecho intimista de perderse y encontrarse entre páginas. Algunas narradas, en esa tradición oral que desde bien pequeño me contagió de la necesidad de imaginar, soñar y preguntarme sin parar. Tampoco olvido esos primeros relatos de colegio, anécdotas sobre lugares comunes, concursos de poesía y demás ejercicios del crear. Soy firme defensor de que hay que darle al lápiz, el boli o la tecla, incluso de forma indiscriminada. Porque de entre muchos, siempre saldrán unos pocos que valgan la pena. Era un loco bajito que tenía clara ese latiguillo recurrente de los adultos, el ‘qué quieres ser de mayor’. El Periodismo, las Historias y lo Audiovisual me atraparon sin remedio. Escribía mis revistas, emulaba a los rostros de la tele, jugaba a protagonizar firmas de libros. Mi Sant Jordi particular lo montaba en la minúscula terraza del salón familiar, con aquellas rosas que se hacían en papel o tiras de telas de colores. Prometía. Volvería, sin dudarlo, al brillo de mis ojos. Pasaron los años y los instintos se convirtieron en realidades. No perdí el tiempo y me lancé a ejercer de contador lo antes que pude. La prensa local podrá estar denostada, pero tiene a grandes profesionales que demuestran que de la nada se construye un todo muy digno. Tuve maestros que me enseñaron a mirar con criterio y rápidamente encontré mi voz. O eso creo. Siempre con personalidad, disfruté mucho de reportajear realidades costumbristas, testimonios surrealistas o instantes desiguales. No importaba, tomaba notas y rellenaba libretas ilegibles. Pero tan mías, que volver a ellas me resulta emocionante.

Luego me presenté a concursos, sin mucho éxito, aunque eso nunca me importó. El mero hecho de plasmar mis fantasías o esos adentros sin verbalizar valió mucho la pena. Para entonces ya me había entregado, por completo, al universo blog. Una pantalla, tantas ideas brotando, perfectos desconocidos leyéndote al otro lado, interactuando y tus conocidos entrando sin llamar a esas reflexiones tan personales. Vale, no llenaba capítulos de un fenómeno editorial, pero cada post se convertía en una auténtica declaración de intenciones, en una suerte de desnudez emocional, una terapia sin diván, sólo con vocales y consonantes. Han pasado años desde entonces, en su momento en el periódico, después con la fuerza de lo online, pero siempre, siempre preso del poder de cada palabra. Entregado a su potencial, a su magia y capacidad de hacerme sentir útil. Con mi estilo enrevesado, de metáforas, enumeraciones y términos por inventar. Un escribir particular, que no necesita vecindario. Me basta con mi hipoteca de construcciones verbales, títulos hiperbólicos y recursos a lo supino. El culmen a todo esto fue retarme a armar una novela, un ejercicio complejo y desgarrador, a mi entender. Pues soy de los que conciben la escritura como una plasmación de vivencias. Mi imaginación puede ser infinita, pero creo más en lo descarnado que transmite verdad. 

Fue así como surgió ‘Soy: Historia de una Vida en Tránsito’, esa novela de la que siempre hablo, pero que parece enterré. Ni mucho menos, espera su momento. Y lo tendrá. Quizá el momento no me acompañe y tampoco quiero tirarme a la majarada de autopublicar, sin garantías o la conciencia de mover mi vástago literal. Confío mucho en ella, porque es una suma de personajes muy reconocibles, con el amor como eje vertebrador. Un viaje espacio-temporal, a través de quereres no siempre bien resueltos. Y el duelo de un protagonista que sufre un bloqueo emocional, del que tampoco le ayudan a salir. Comencé párrafos en el momento más oscuro de mi biografía y el tiempo se convirtió en aliado para narrar ese viaje del héroe, con una capa demasiado pesada. Mi mayor satisfacción fue saber que algunos lectores, a modo de experimento, bucearon en los adjetivos que articulan mi pequeña criatura. No tengo prisa por llenar estanterías, ocupar espacio en ebooks o regalar citas absurdas de mis personajes. Cumplí mi cometido, me entregué al tecleo y la satisfacción no necesita número de ISBN. Otras historias me piden paso, con las mujeres que tanto me dan como protagonistas y esa capacidad única de sobreponerse a todo. Espero estar a la altura y algún día celebrar este día releyendo pasajes de mis libros, que me harán más libre, afortunado y feliz. Nos leemos.  

jueves, marzo 31, 2016

El otro Santander



Aunque quede mal, soy de los forofos de su ciudad. Santander me encanta. Creo que es una ciudad única, con rincones mágicos, ciertas debilidades, especialmente en lo social, pero mucho potencial. Por eso me da mucha rabia que haya gente que se queje amargamente de que aquí no pasa nada, no hay nada que hacer, que esto es un rollo, que nadie propone… Están muy equivocados y se lo argumentaré. Puede que mi profesión me tenga conectado a muchas de las cosas que ocurren, a las personas que emprenden o hacen posibles interesantes proyectos. Pero, como todo en la vida, el interés que uno ponga es clave a la hora de gestionar su agenda. Prácticamente todos los días son varios los actos culturales que se suceden en nuestra ‘tierruca’, capital y resto de grandes poblaciones. Cuando no son actos institucionales lo son privados, pero siempre pasa algo relacionado con el arte, la poesía, mayoritariamente la música, etc. Y en diferentes estilos, formatos y propuestas. ¡Qué decir del teatro! Muchos viajan fuera y se maravillan del irreverente microteatro, inconscientes de que en su casa tienen una variada oferta, con gente que desborda talento. Aquí debo mostrar mi cariño por Rosa Casuso, que consigue atrapar interpretativamente con sus alumnos en las distancias cortas. Sin olvidar las grandes programaciones, especialmente la del Palacio de Festivales. Por el león invertido y surrealista pasan cada año grandes nombres de la escena o el séptimo arte. En nada estará, otra vez, mi adorada Concha Velasco. Semanas atrás pude ver desde un musical irreverente como ‘El Cabaret de los Hombres Perdidos’ o una obra dura y reflexiva, como el ‘Pequeño Pony’. Compré las entradas en Internet, a un precio muy razonable, e hice el mismo recorrido que en Madrid pasa por la Gran Vía, solo que nosotros tenemos como cómplice nuestra Bahía. De postal, silenciosa y cargada de historias. 

Hay que estar un poco pendiente de las agendas digitales o en papel que nos recuerdan que este otro Santander es posible. Que nuestras calles tienen interesantes espacios, en los que, antes o después, alguien con mucho que contar se sorprende cuando llena. ¡Es tan raro que aquí nos movilicemos! Por no hablar la cantidad de negocios de hostelería que se están reciclando constantemente, apostando por innovar, en cartas y decoraciones. De todos es bien conocido mi recurrente Agua de Valencia, en Perines. Si te lo propones, no hay que gastar mucho para comer o cenar en buena compañía y en un sitio perfecto para enseñar en Instagram. ¡Viva el postureo! Si quieres y buscas, encuentras. Esto no es el como el amor, aquí hay mayor probabilidad de éxito. Otro foco de alegrías y descubrimientos son los mercados vintages, artesanos, creativos, inquietos que se suceden a lo largo de la región, siempre en fin de semana. Son la oportunidad perfecta para dejarse conquistar por las pequeñas grandes cosas, diseños o bocados. Bien conocida es mi cercanía con el Escenario Market, en cuyo escenario he hecho de las mías, pero siempre que puedo me escapo al StarMarketSantander, con mi querida Irene Cote y su chico como anfitriones. Y qué decir de la naturaleza, la riqueza que a lo largo de toda Cantabria tenemos y no damos apenas valor. Una ruta, paseo o picnic se convierte en toda una experiencia, totalmente lowcost. Lo hacen las celebrities y parecen lo más, pero muchos olvidan la cantidad de experiencias que tenemos a nuestro alrededor y que esperan su momento. Así que menos quietismo y quejas vacías de contenido. Más valorar lo nuestro y pensar que el que se aburre es porque quiere. Menos aplicaciones de móvil para ligar y más realidad, amigos y contextos para subir al Facebook. ¡Viva Santander!

jueves, marzo 17, 2016

Terrorismo de lo cotidiano



Una semana de fiebre y aislamiento sólo ha servido para que llegue a la conclusión de que tengo que empezar a lanzar ‘bombas’. Tal cual. Dejarme de remilgos e historias y empezar a soltar por esta boquita muchos pensamientos y opiniones, que históricamente me he callado por prudencia. Estoy harto del buenismo, el buenrollismo y todos esos –ismos que poco ayudan, sino todo lo contrario. A lo tonto hemos construido un mundo absurdo, de contrastes imposibles y gentes más imposibles aún. Así que mi propósito es no contribuir más a esas vergonzantes realidades, algunas de las cuales sufro por mi total nulidad. Pierdo la personalidad cuando más la necesito, esto es así. Aspiro a levantar muros y barrer tanta basurilla, porque la vida está para gastarla, no para desperdiciarla a base de tonterías. Sé que es común que me venga arriba, me prometa mucho y después siga con mis insufribles, pero es que estoy tan harto. No veo un mañana. Me veo incapaz de alargar algunas situaciones, de tolerar ciertos discursos, aguantar determinadas miradas ajenas y otros tantos ceros a la izquierda.

Cada uno debemos responsabilizarnos del buen vivir, sea cual sea la definición personal. Sabemos nuestros límites, pero sumamos demasiado escombro. No estoy dispuesto a ser el muro de contención de la obra, porque mucha gente te regala un ladrillo envenenado y se cree con la capacidad de cargarte un saco entero. Que lo repartan por ahí y a mí me dejen en paz, que bastante tengo ya con lo que tengo. Las circunstancias me tienen demasiado desorientado, incapaz de decidir cómo orientar energías. Desde bien joven he dado tanto y a mí mismo me he dejado por abandonado por el camino. Y no me da la gana contribuir más a esta ceremonia de la confusión. A este estar sin estar. Al desconocimiento total de mi persona, al anhelo de las ilusiones robadas, de los sueños que se mojaron sobre el papel. Con las teclas se me amontonan las ideas y eso que ganan los silencios. Si algo espero de este año tan vacío es salir reforzado hacia mi propio encuentro. Habrán valido la pena entonces tantos desvelos, lágrimas sin cómplices o ese dolor indescriptible que genera la rabia. Si hay algo que quiero es ser yo, libre y con una vida como los demás. Se acabaron las concesiones, bienvenido(s) al terrorismo de lo cotidiano. 

lunes, febrero 29, 2016

Desgobernados



Era un niño cuando veía a Jesús Gil en un jacuzzi, de lo más surrealista, rodeado de mujeres florero, cuando no presumiendo de su caballo Imperioso. Decía que era político y tenía mucho poder. Demasiado. Lo que entonces parecía una majarada, un absurdo sin sentido, hoy se ha convertido en la definición mayoritaria de la clase gobernante. La escenificación será diferente, en un plató de palmeros, dándole a una tuerca de dudoso engrase, en un sofá junto a un folclórico de la ranchera… Efectivamente, el contexto cambia, pero el fondo, denunciable e indignante, permanece. Hace tiempo concluí que la clase dirigente era de dudosa confianza. Conociendo a algunos en las distancias cortas lo pude confirmar. Salvo honrosas excepciones, qué ego, que tontería subida, qué poco contenido… ¿Y son ell@s quienes nos representan? Mal vamos. Los casos de corrupción se suceden y estoy seguro que sabemos una milésima parte del todo. No podríamos asumir el estercolero de despachos, sobres, cheques, trajes, regalos, cenas… Por no hablar de los enchufes. Si hubieran llamado al gremio de la electricidad para conectar correctamente los fusibles que tantas veces manipulan, sería la categoría profesional más económicamente activa.

Es una vergüenza, en estos momentos asistimos a un país ingobernable, donde el tira y afloja puede más que el bienestar ciudadano. No hay capacidad real de pactar, porque sus intereses están muy por encima de las gentes que cada mañana se levanta a poner las calles, se esfuerza en sacar adelante a los suyos. Ellos, cuando no tienen sueldos vitalicios, se las ingenian para ‘colocarse’ en hiperbólicos consejos de administración. Tengo claro que necesitamos unos mandamases capaces, de ahí que mi utopía sería apostar por gestores acreditados, que pasen cribas estrictas y sean avalados por su experiencia. Esa que llena los CV de verdad, no a base de humo vacío. Reconozco que tenemos gran culpa de lo que ocurre, que hemos dejado manga ancha a unos y otros. El panorama, al menos, incluye hoy partidos nuevos, pero más pronto que tarde se contagian de muchas necedades de los viejos. Somos los ciudadanos los que debemos alzar, sin dudarlo, la voz. Tomar las calles y llenar las urnas. Exigir, demandar y proponer los cambios reales, que tanto necesitamos. Lanzar, sin más, la queja al aire, no sirve de nada. Accionemos nuestra verdad, para sacar a relucir tantas mentiras que son imperdonables. Subvenciones para quienes están sufriendo, no para estos encantados de conocerse. No es justo.  

domingo, febrero 14, 2016

Amor.0



Un 14 de Febrero sin teorías del amor es como un lunes sin sueño. Y claro esto va de dueños emocionales, del quererse, entregarse y esas cosas. Un ejercicio de generosidad, que bien formulado, y con la mejor parte contratante, puede convertirse en una aventura infinita y maravillosa. No es ninguna novedad que solemos concurrir en errores, repetimos roles fatales y ansias poco afortunadas. Así es como nos arrastramos por culpa de los fracasos, de esos exes de facturas trágicas (numéricas o no). Cicatrices, arrugas y golpes, en los casos más fatídicos y por denunciar, son el lado oscuro de la suma corazonal. La misma que los grandes almacenes imploran para llenar sus arcas. Con mensajes que dan más arcadas que otra cosa. El caso que hoy me ocupa es la pérdida real de la conquista, del mirarse, del ponerse burraco en el vivo y el directo para convertir a esta cosa del conocerse en un juego virtual. De ahí lo de San ValenTinder, San ValenGrindr o cualquiera que sea la APP o portal que propicie el milagro del ah-mor. Personalmente valoro en positivo estos dispositivos, dadas las dificultades reales del mercado, pues nos hemos vuelto muy rarunos, en general, y cuesta romper hielos. Los de la copa podrán derretirse y convertirse en una piscina municipal, pero nadie mueve un dedo en tomar la iniciativa. Nos volvemos muy divas y queremos todos los focos, atenciones y chulazos sin pestañear. Reflexión apta para cualquier orientación y/o género. Así, está complicado conseguir resultados. Mucho menos una flecha de Cupido. Con este estado de la cosa, parada y sosa, el teléfono y el ordenador se convierten en el mejor vibrador emocional. Con compatibilidades en juego, reducimos a los potenciales candidatos a perfiles con posibles, entre equis o corazones. Las primeras para mandar lejos a semejante despropósito. Los segundos esperando un latido feliz, el que llega cuando se produce la explosión en línea y salta un chat para empezar a preguntar lugares comunes.

Es poco frecuente encontrar un perfecto desconocido con un mínimo de conversación, el resto reduce su diálogo a estas preguntas tipificadas como necesitado busca. Puede que entre unas aplicaciones y otras los grados varíen, pero la mayoría busca más un orgasmo que un café. Y eso, cuando te has visto todas las pelis Disney no va contigo, ¿verdad, amis? De siempre, has creído en historias escritas con mayúsculas, en esa pasión que surge con una leve caricia, en construir un futuro con jardín y muchos niños. Y te encuentras respondiendo a un nick con una frase absurda de cebo, que creerá ingeniosa. ¡Qué pereza! Una y otra vez es la misma cantinela. La gente se ha acostumbrado a este fast love y se come poco la cabeza y más otros órganos ajenos. No encajo con esta formulación. Sé que me haría muy bien compartir mi todo con esa media fruta que me espera madurándose en algún lado. Pero no estoy dispuesto a caer en protocolos que me resultan vacíos. Me alegra infinito que mucha gente querida haya encontrado así su lover. Como de otras tantas parejas, pocas, que uno ve y dice: ¡así sí! Pero yo ya tengo una edad y muchas canas como para hacer tonterías. Creo en el querer como verbo de cabecera y lo ejercito con mucha gente, guardando mi mejor versión a ese milagro andante. Siempre dije, y mantengo, que el amor el amor es lo mejor y lo peor. A ver si hoy me asaetea una maldita flecha y cambio de idea. Pero, de momento, parafraseo el tema ‘Fiesta en el Infierno’, de nuevo y genial disco de Fangoria, ‘Canciones para robots románticos’: “El amor es una construcción burguesa. Una invención medieval. Un cuento de hadas desquiciado. Nunca más, nunca más, nunca más volver a creer en una fantasía tan delirante”. Pues eso.

viernes, febrero 05, 2016

Vivo sin vivir en fin



No sé cuánto tiempo ya. Hace mucho que perdí la cuenta. No recuerdo un momento en especial. Puede que sí un quién, pero poco importa. La cuestión es que el personaje se ha apoderado de mí. Oscuro, desdibujado, plano. La peor versión se instaló como un virus veloz y aquí estoy, viviendo los días en completo vacío. Construyendo un futuro imaginario que nunca llega. Ese en el que el querer fluye y los contratos son folios llenos de ilusión. Aspiro a que mi guionista se porte y escriba un genial punto de giro. Lo necesito. Prometo que mi interpretación estará a la altura. Tanta penuria ya pesa y la cara se me va a quedar enjuta. Y ya se sabe, la cámara es el peor chivato. Si algún día quiero llenar una estaría de premios, o colocarlos bizarramente en el baño, tendré que hacer algo grande, que sorprenda a los académicos. No este pastiche absurdo, sucesión de males y surrealismos con o sin diálogo. En resumen, esta película me sienta mal, muy mal. Pero, ¿cómo me salgo de cuadro? Ay, el cuadro. Dicen que mi historia se sustenta porque es realista. Pues maldita realidad. Me apiado de quien se arrastra sin rumbo, escuchando promesas y palmaditas en la espalda. Me cuesta no sacar el respe en esas tramas, pero dice mi director que se impone la sumisión social, la tontunez mal entendida. Y que traspaso la pantalla, no te jode, esto me traspasa a mí la piel. Hasta ahora había tenido papeles menores y mi representante me prometió que este proyecto sería mi gran oportunidad. Ya me veía enfundado en un traje prestado ante un photocall, saludando a las estrellas del celuloide ibérico e improvisando discursos con todo el santoral.

No me imaginaba que esto se alargara tanto y, menos aún, que me mermara de este modo. Me levanto cada día repasando el plan de rodaje y me deprimo más. ¿Pero hacemos ficción o documental? Ahora me arrepiento de no haber dicho sí a la propuesta de esa televisión privada de chillido incorporado y mamarrachas siliconadas de más. Un caché de muchos ceros bien valía un encierro en una casa absurda con otros tantos aspirantes absurdos, dispuestos a todo con tal de no pasar jamás desapercibidos. Pero ahora que lo recuerdo, se cruzó él y me obnubiló. Era tan intenso, tan especial, que no me hubiera perdonado caer en la bajuna telebasura. Confiaba en mi talento, o eso decía. Era perfecto dando las réplicas, con una única mirada calmaba mis peores fantasmas. La perfección se definía con su nombre, apellidos y una foto suya. Sonrisa mediante. Y sí, amigos, debió ser un mal sueño, porque cuando no lo había saboreado lo suficiente se esfumó. Asumo la culpa, llevarlo a aquella fiesta llena de víboras hipermusculadas, ansiosas de famoseo, fue el principio del fin. Fue entonces, ahogado por ese fin, cuando acepté este papel. Y aquí me hallo, buscando desesperando escribir estas tres letras y sentirme liberado. Despojado de esta mierda, por mucho que me asegure presencia en el tráiler y los títulos de crédito. Os invitaré al estreno. Seguro que él no se lo pierde y me dará dos besos intensos y un abrazo inapropiado. Y volveré a derretirme, pero la mirada inyectada en sangre de su víbora de su turno me recordará que estaba mejor en este camerino, maldiciendo y escribiendo este junta palabras tan patético.

jueves, enero 21, 2016

Eurodrama en bucle



Me sobraron veinte de los treinta segundos de adelanto que RTVE hizo de los temas aspirantes a Eurovisión 2016 para resumir en Twitter mi visión catastrofista: “Una vez más, los candidatos a #Eurovisión me dejan frío. Creo que no es el mejor sistema de búsqueda de talento y apuesta por el éxito. Mal”. Defiendo las majaradas de las televisiones privadas, sus apuestas absurdas y despilfarros económicos, pues con su dinero podrán hacer y deshacer, entrando ahí el juicio crítico del espectador. Lo que no tolero es que el ente público se empeñe en torpedear una oportunidad para artistas y compositores, en pro de los caprichos de unos pocos. No es justo ni entendible. Históricamente los procesos de selección han estado cogidos con pinzas, pero en los últimos tiempos nos han tomado el pelo. Suerte han tenido de la pasión eurovisiva, que no ha matado la emisión en términos de audiencia. Eso sí, los comentarios generalizados cuestionan el pésimo criterio de los mandamases de lo público. Cuando anunciaron el sexteto de predestinados a conquistar Europa el próximo mayo nos podíamos temer algo insólito (para mal). Un pronóstico que hasta el mismísimo Rappel empijamado hubiera acertado desde Guadalix de la Sierra. Ha sido escuchar los temas y gritar un OMG desafinado. Aquí mis apuntes, en riguroso orden ‘alfapatético’.

BAREI. La abreviatura que nunca empleó Bárbara Rey, no es más que un surrealismo que bien podría pinchar su hija MariSofi. Remite a otros temas. Se queda sin personalidad. Sobre el escenario sueco se perdería totalmente y ya sabemos las consecuencias de ello, ¿verdad José María Iñigo? Queda reducida a carne de divismo chuequero y portada de Shangay.

ELECTRIC NANA. Tiene un punto fresco, muy para banda sonora de dramedia teenager, esto es perfecta para los bailes de graduación. Bien de strasses y tules, exceso de autotune que en el directo veo difícil defender. La concesión del español queda pegote. Es como una canción loser de Soraya o las Tess (quien no recuerda a la fea de este grupo, siempre oculta tras su flequillo maxi). Lo siento, nena.

MARÍA ISABEL. El nombre artístico es lo más provinciano presentado jamás a Eurovisión, otra liga diferente a la de Eurojunior, majetona. Puede que la voz sea menos sencilla que entonces, pero una se queda muerta al asumir que se trata de una candidatura oficial. A un milímetro de la verbena y las bodas de DJ fan del agua con misterio. Bonita MI, estudia y plantea un futuro real como cajera de una gran superficie. La música ya no es lo tuyo. Sorry (por incluir un anglicismo ausente en el tema).

MAVERICK. Este latineo de pacotilla dudo mucho sea aprobado por su coach, Laura Pausini. Siempre me gustó la personalidad de este muchacho, pero aquí su calidad y personalidad vocal se pierden. Es un chavalito, se merecía un temazo acorde a sus gustos, que defendiera con orgullo. Esto no es más que una canción para el hijo de Betty Missiego. ‘Cachete con cachete, pechito con pechito’. Y ya. Lo siento. Juan Magán te reapellido con Fatal. No esperéis el éxito de esto. Pronostico un mundo infeliz.

SALVADOR BELTRÁN. Desde que escuché en la radio a este cantautor me atrapó su toque, ese feeling vocal y punto canalla. Me sé de memoria temas de su último disco ‘Reflejos en mi camino’, muy recomendable. Pero esperaba más de esta canción, que cumple el objetivo de entretener, pero no se retiene. Un hit eurovisivo atrapa en la primera escucha, no te abandona como el desodorante. Y aquí Capi no ha hilado fino. Pobre Salva, se merecía más en esta oportunidad. Si es el elegido me alegraré por él, porque se merece un puesto de honor en nuestra música. El talento ha de visibilizarse, pero el Festival son palabras mayores. Mi alegría se queda a medias.  

XUSO JONES. Tiene a su favor que cae bien. Se lució en ‘Tu Cara Me Suena’ y desde entonces ha formado parte del mainstream carpetero, en gran parte por el auge de las redes sociales. Este ‘Victorius’ es un intento de ‘Heroes’, pero ya quisiera el murciano tener el dominio escénico y esa mirada arrolladora de Måns Zelmerlöw. Se nota que los autores tienen todo que ver con el suequismo. La pincelada en lengua cervantina me vuelve a sobrar, parecemos unos acomplejados si renunciamos ¿a nuestra identidad? No se trata de eso, sino de epatar con una canción majestuosa, que no es el caso. Sin duda, sería mi seleccionada por tener mejor recorrido, pero no quiero ser agogero, no sumaría muchos más puntos que el ‘ieioe’ de la triunfita predecesora.

Yo hubiera apostado por un ‘come back’ de Raphael sinfónico y afectado, entre abrazos y loas de artistazo. Con estos mimbres, Massiel seguirá brindando por el acierto de suplir a Serrat con el ‘La, La, La’. N-a-d-i-e podrá arrebatarla el título de ganadora histórica. Y mientras, seguiremos dándole al eurodrama en bucle, con gallos e Igartiburu de maestra de ‘ceremomias’. ¿Aprenderemos algún día? Señores de los despachos inviertan bien el dinero de los contribuyentes, que quieren una representación digna de su país. Ea.  

martes, enero 12, 2016

Culpables



Esta sociedad insólita se apresura en juzgar a las personas corrientes, mientras tanto los auténticos malhechores, garbanzos negros y seres deplorables campan a sus anchas. Cierto es que últimamente se ha señalado a unos cuantos, aunque no es seguro que paguen por sus desmanes de forma proporcional a lo que hubiera padecido un mindundi en sus carnes corruptas o ladronzuelas. Pero no me centraré en ese nivel de enjuiciamiento social, no, sino en lo más sencillo y hasta mundano. Hoy en día una persona con trabajo, vida estable y una sonrisa de oreja a oreja dibujada en su rostro tiene que pedir perdón. ¡Faltaría más! ¡Qué falta de todo! No se tolera la felicidad ajena, es más, se pretende que desaparezca hasta convertirse en un lastre. El rebaño impone y es una pena, porque despreciamos la riqueza del individuo para alzar un desaire colectivo. Que estamos peor que mal lo sabemos y sufrimos mucho(s), pero de ahí a culpabilizar a quienes gozan del estado de ‘normalidad’, el mismo que nos han robado unos cuantos nefastos con sus decisiones idénticamente nefastas, no. No lo puedo aprobar, lo siento.

Me da pena que esta gente con una vida ‘aceptable’ tenga que silenciar sus quejas o decirlas muy en bajito, por miedo a las reacciones iracundas de muchos intolerantes. No todas las realidades son iguales, desde luego, pero eso no implica que cada quien no tenga derecho a su pataleta, a ahogarse en su vaso de agua, a aspirar a cambios a mejor, ¿por qué no? Espero de todos la empatía, esa cualidad que suena bien y sienta mejor. Igualmente me parece tremendo el recurso a auténticos dramas, historias de superación, incluso el peor de los desenlaces para callar un momento de desahogo, odio hecho palabras o semejante. Y personalizo, no me quiero comparar con nadie, pero tampoco acepto que se me arrebate la necesidad de vomitar toda esa negatividad que tan mal me hace. Que no estaré en un hospital, al menos no en estos momentos, que tengo una familia que me apoya (gracias mis héroes cotidianos), que tengo dos manos para ser productivo y ganarme el pan, bueno de aquella manera… En fin, que quiero y necesito soltar mis lamentos, que respetaré siempre los ajenos y que aquellos que se sientan menos mal defendiendo el mutismo, que se lo apliquen y nos dejen en paz al resto. He escrito.