Los imposibles se posibilitan. Y hasta mi isla llega el WiFi, arrasando más que un tornado. Desde aquí no diviso nada, de nada. Ni de nadie. Supongo que los islotes más cercanos sean en su distancia lejanos, pues mi horizonte les niega. No siempre la situación espacio-temporal o la circunstancia juegan a favor.
¿Qué me queda en esta isla elevada a la mínima potencia? Mis básicos de cabecera, los mismos que me hacen olvidar el infierno de esta soledad asfixiante. Qué sería de mí sin mi blue nano, el mismo que me musicaliza los pocos pasos en este terreno inhóspito. Pensando, pensando, sin música no podría vivir. Llegado un momento me acostumbraría, pero mis tímpanos reclaman sonoridad extrema, de esa que balancea el cuerpo y crea movimientos espasmódicos involuntarios. Una riqueza complementada con el poder de las palabras. Esas que en conjunción crean historias, mundos oníricos y hasta pasiones sin medida. Un libro es un arma de construcción masiva que siempre conviene tener empuñado. Sin olvidar mi ordenador, mi conexión máxima al más allá terrenal y vínculo último con los cromos de mi álbum social. Además, gracias a él repaso hitos de mis visiones en serie. Le toca el turno a cuatro mujeres y un fondo de armario. La necesaria Sexo en Nueva York lo es más entre esta arena escurridiza y frente a mares sin calma como testigo. Contexto versus ConSexo. Suma y sigue.
Aquí no importa que la barba se vuelva kilométrica ni que las ojeras se declaren en huelga y no muten en bondad facial. Tampoco es cuestión de dejadez, sólo que cuando falta el espejo la capacidad de autocrítica maqueadora queda cercenada. Y ante la falta de especímenes para el apareo o el coqueteo (cuando no cocoteo) las ganas de estar o ser presentable pasan a un segundo plano. Sólo queda el amor propio. Y la sensación de que la isla nunca será un refugio, sino un búnker entre la naturaleza con peligro de bombardeo emocional. Estoy pensando fletar desde la red una flota de vuelos baratos para asegurar la compañía. Una medida desesperada, pero hay que reaccionar y accionar cuando el riesgo de amargura es más que máximo.
Por mucho que algunos aspiren a a-islarse con el fin de perder más kilos que los que tiene Pizarro en su cuenta, el tópico es un bluff. Y es que hasta los pobres peces se dejan pescar, en un acto de apiadamiento sin igual. Porque cuando menos te lo espera surge una vianda revitalizante que tiene proteínas y vitaminas por un tubo, con esa frescura de lo inesperado. Sólo así, con algo que poder llevarse a la boca del estómago emocional, uno puede seguir aquí.
Recuerda, mi isla es la quinta por la izquierda.