jueves, diciembre 31, 2020

¡Late hasta el 21!

Esta sería la noche de los excesos, aunque nos toque guardarlos en una cajita esperando su momento. Lo peor es vivir sin el piel con piel, echar de menos esa cercanía que nos hace personas. Porque así, sumándonos, vivimos… Lo de estos meses ha sido un maldito simulacro que olvidar. Toca pensar en deseos, propósitos, sueños, ilusiones… Dejar volar nuestras cabezas y ser lo libres que el contexto nos impide. Tacharía demasiado de este año, pero asumo que también he aprendido y espero todos hayamos sacado alguna lección, incluso con bicho. Nunca nos mereció y aunque dudemos del futuro, hemos de confiar en que saldremos, incluso más fuertes, de este contexto. ¡Alzo mi copa y brindo por ti! ¡Feliz 2021!

#FelizAñoNuevo #NocheVieja #Palabras #Intenso #Emociones #Vida

jueves, diciembre 24, 2020

Volteo a la vida

¡Vuelta y vuelta! Así nos ha tenido este año que ni merece cifra. Si hemos aprendido algo que sea a valorar el momento y a las personas de verdad. Deseo que estas fiestas superes las distancias con la cercanía de los latidos. Que no olvides, pero tampoco te paralices. ¿Vivir era esto? No, lo sabes. Lo sabemos. Rescata la mejor versión de tu sonrisa, aunque sea debajo de la mascarilla. Y recuerda que la Salud, con mayúsculas, lo es todo. Sobran las palabras, falta el… ¡Feliz naVIDAd!

#DesdeElCorazón #Palabras #Intenso #Emoción #NoFiestas

miércoles, diciembre 02, 2020

Cuento multicolor


Fue entonces (y allí) cuando reescribí mi cuento. Siendo consciente del talento de @okudart, atrapado por la noche y junto a unos guías que iluminaron el momento como nadie.

Gracias a Bea (@beavega63) y Álvaro (@alvaroguardo) por el fotón y ejercer de perfectos cómplices del rescate.

Y al resto del equipo que me enseñó el poder «del todos a una». No muestro mi material ‘instantáneo’ por pudor, pero invito a ver todas las fotos inspiradoras de…

@jmmpereda
@miguelperez67
@agudotoca
@aneta033

¡Que la inspiración nos encuentre siempre entre luces, colores y amigos! 

martes, diciembre 01, 2020

sábado, octubre 10, 2020

C al cuadrado

Ir de cabeza  
Sentir de corazón 

10 de Octubre | #DíaMundialDeLaSaludMental

martes, octubre 06, 2020

Equilibrista soy

El equilibrio imperfecto existe. Está lejos, puede que demasiado, pero cuando lo encuentras todo encaja. Allí me vi sin recursos, con la naturaleza como aliada. El momento nos enseña que el «menos es más» supera a la frase hecha. A los hechos me remito.

#YoSoyEse #DeRutaEmocional #PasosMil #ContextosCoronados         

martes, septiembre 22, 2020

Romeo veraneo


Sabes que odio las despedidas, pero sentía la necesidad de abrirme del todo contigo. Te imaginé diferente. Sabía que eras esquivo, aunque sorprendentemente en el duelo entre ciclotímicos tuya fue la victoria. Serpenteabas entre días de luz apabullante y otros de oscuridad supina. Nos rebozamos en arenas para recordar, con el salitre como testigo en la piel. Perdimos besos, cómplices, paraísos y tantos latidos callados. Puedes huir, pero siempre habitarás mi memoria. Por derecho, por ausencia. ¡Adiós, verano, adiós!

miércoles, julio 01, 2020

Mírame siempre



Hay miradas que se cruzan en tu camino y entonces te das cuenta que detrás está un corazón del que no puedes (ni quieres) alejarte nunca. Nuestra historia fue un clásico de menos a más. Compartimos entorno laboral siendo insultantemente jóvenes sin apenas contacto, pero tuvimos una gran mediadora que hizo la suma perfecta (una vez más). Al principio apenas coincidimos ni reparamos el uno en el otro. En realidad, no recuerdo el momento en que todo cambió y nos unimos sin remedio. Sí que un buen día me recogió maleta mediante para iniciar un sueño del que desperté demasiado pronto. Otra historia que prefiero no recordar. Se trata de ella. Se trata de mí. Se trata de nosotros. Desde bien pequeño confié en la amistad como ese faro que guía, ese querer elegido que te hace más fuerte. A su lado todo parece fácil, incluso los males que nos ha tocado compartir son menos. Siempre dispuesta, cercana, cabal, por mucho que tuviera que hilar un discurso de los que voltean y hasta escuecen.

No entiendo ser sin nuestros momentos cómplices y compartidos con otra tanta gente especial. Podríamos protagonizar una serie de muchas temporadas, porque nunca faltan las tramas. Creo que ambos hemos sabido rodearnos y crear esa familia no de sangre que incluso funciona en mezclas que cualquiera diría imposibles. Sin olvidar el papel de los nuestros, el cariño de idas y venidas que nos hace disfrutar desde un menú improvisado a una escapada al paraíso en las montañas. No nos callamos los te quieros, aunque hasta en silencio sepamos que el hilo invisible nos enrolló para siempre. Admiro su talento, esa capacidad de organizar con sentido(s) y crecer en un mundo de corbatas e ínfulas. No necesita más que ser ella misma para conquistar y demostrar tanto con tan poco. Hasta en el otro lado de la cámara sentí esa conexión, por mucho que se empeñara en mirar al suelo. Supera al tópico y sí, es más guapa por dentro que por fuera y eso que era difícil superarse.

Me encanta descubrir su ejemplo hasta en lo cotidiano y celebrar su felicidad. Ha sido todo un honor ser su acompañante oficial por mucho tiempo hasta que el destino quiso jugar y traer del ayer a un hombre de altura para la suya. Porque el querer (romántico) sorprende, pero no puede esquivar a una persona tan única y generosa. Mi amiga, mi apoyo, mi todo. Llegas a una versión 4.0, pero los números son lo de menos cuando la matemática trata de latidos. Y contigo se llega a infinito. Decir gracias me parece poco. Diré siempre y lo haré entregado a seguir escribiendo este tú y yo. 

¡Felicidades! ¡Felicidad (me) das!

domingo, junio 28, 2020

Orgullo de piel



Por infinitas historias arcoíris que nadie podrá silenciar. Imposible no recordar tantos años de lucha y celebración de la libertad con cómplices perfectos. ¡Volveremos a las calles a ser nosotros mismos!

¡Feliz Orgullo!

miércoles, abril 01, 2020

Érase una vez su sonrisa



Necesita abrir los ojos bien fuerte para asumir que este momento no es un mal sueño. El día que tenía que celebrar la vida se siente encerrada, pero llena de un cariño que traspasa pantallas. Y es que el confinamiento nos está dejando ser y sentir, por mucho que el bicho nos difumine. Ella se lo merece todo y más. Que sea su cumpleaños nos impulsa a devolver todo lo que nos da sin condiciones. Cercana, entregada, humana, leal y tantos adjetivos que en suma hacen su verdad. Llegó para completar una familia que construyó su castillo de princesa desde el deseo más profundo. Desde bien pequeña demostró esa nobleza que no entiende de clases, sí de sonrisas espontáneas. Esas con las que conquista hasta en silencio y que dibuja cual arcoíris invertido. Nunca necesitó el despropósito para encontrar su hueco. Y así fue rodeándose y entregando toda su esencia a amistades que se convertirían en legendarias. Feliz y llena con pocos que hacían un mucho. Así crecía volcada en disfrutar de las pequeñas cosas. Puede que no tuviera una vocación ni el peligro de la ambición, pero nunca se desvió de su camino. Con paso firme se hizo mujer y ni todo el maquillaje del mundo emborronó sus valores.

Cumple en casa. Entre las cuatro paredes que han sido escenario de su evolución. Con ausencias a flor de piel y lágrimas que emocionan. Porque nadie nos entrenó para asumir que el querer nos esperara al otro lado de la puerta. Con las calles vacías y los corazones llenos. El hecho global nos iguala, aunque lo de empatizar viene de serie en su escala de persona achuchable. Somos cuatro los cómplices coronados y, sin duda, cogió el timón del hecho insólito desde el principio. Valiente y decidida a que el mal se empequeñeciera. Demostrando una capacidad de superación que hoy no necesita quitar el lazo. Porque el regalo lleva su nombre. Reconozco que admiro esa capacidad para voltear la realidad y entregarse sin límites. No necesita filtros para mostrarse tal cual. Son veintitrés los años que abraza y parecen pocos a su lado. Las fiestas quedan pendientes. Por suerte, los abrazos y los besos no caducan. Llegarán y serán tan inolvidables como este olvidable confinamiento.

Orgullo de hermano es valorar que puede hasta con los imposibles. Más saber que siempre estará ahí para quienes coprotagonizamos su historia. Con su carácter protector y esa mirada sincera. Unas cuantas palabras son insuficientes para expresar el infinito que dibuja a su paso. Me encantará escribir su siguiente capítulo desde la libertad, respirando el aire puro y soplando las velas en bucle. Laura no olvidarás este hoy, no olvides que tuyo es el mañana.

viernes, marzo 27, 2020

Un momento, déjame pensar



La nostalgia de las palabras me lleva a este título. Era un niño cuando nos liberaban de las clases para dedicar un tiempo a cuidar la mente. Lo justificaban como un entrenamiento dinámico y experiencial con el objetivo de avivar nuestras destrezas matemáticas a base de aplicaciones más prácticas. Eran ejercicios proyectados en un monitor y con una cuenta atrás para calcular las diferentes series. Aquella actividad puntual suponía un oasis en lo cotidiano de los libros. Saltábamos del aula y sabíamos que la excursión estaba asegurada. No recuerdo la frecuencia, sí que nos sorprendían con estas escapadas que tenían todo de desconexión. Nada que ver con nuestro momento actual, aunque el fondo me recuerda mucho a aquellos instantes. Especialmente por dar valor al pensamiento, estrujarnos para mostrar la mejor versión y reflexionar lejos del más de lo mismo. Ahora la pandemia nos ha sacado de nuestras supuestas zonas de confort y se ha propuesto tambalear todo el sistema de valores y emociones. Entonces éramos alumnos entregados y motivados con esa dosis de experimento productivo. Hoy estamos confinados de forma global, asistiendo a una insólita muestra de lo efímero que nos rodea. Así, en la intimidad de las casas y con la alarma generalizada se desatan nuestras verdades más primarias.

Si somos lo que sentimos, cualquiera se presta a abrirse en canal. Porque todo está tan en el aire que nuestros pensamientos echan humo. Hay quien aplaude el efecto lupa para profundizar en esos adentros, esperando futuras ventajas de tanto aislamiento. No dudo que la sabiduría de supervivencia nos dé una poderosa lección, pero me da un vuelco en el estómago si tengo que pensar en ese mañana libres de bicho. Ojalá que todo pase y sepamos volcar lo aprendido, filtrar la entraña y reconstruirnos en sociedad para bien. Y es que cada día la cifra de víctimas me golpea muy fuerte. Mis círculos de vida se libran, de momento, del contagio o la dolorosa despedida. Eso no evita que el shock me paralice. Sé que no puedo caer en el miedo, pero asumo que es humano el imaginarme arrasado por el enemigo viral. En primera persona o con los míos sumando a la curva, cuando no todo lo contrario. Sin duda, nadie nos preparó para este ejercicio tan a flor de piel. Caos, vacío y dolor hacen de esta realidad una pesadilla compartida.

Aquel pequeño del principio vivía ajeno a toda crisis. Miraba con curiosidad y no entendía de distancias impuestas. Sería perfecto cerrar los ojos y volver a protagonizar un mundo sin héroes por necesidad. Que las misiones con o sin capa fueran puro entretenimiento. Seguiré soñando y viajando a ese pasado que me hacía parar sintiéndome imparable.

jueves, marzo 26, 2020

La vida en un ‘hashtag’



Nunca me gustaron las etiquetas, pero trabajando en redes sociales se han convertido en compañeras de infinitos proyectos. Aunque ahora compartimos la más global y surrealista de todos los tiempos, esa con la que recordamos que #YoMeQuedoEnCasa. De lo individual a lo social, haciendo viral la agonía de nuestros encierros. En realidad, el ‘hashtag’ es mucho más que eso, representa solidaridad y compromiso, especialmente aupando a quienes están ahí fuera en una lucha titánica por voltear la maldita curva. Impulsados por tanto cariño y reconocimiento anónimo, porque es la mejor medicina para esos sanitarios entregados y tantos profesionales que nos permiten subsistir bajo mínimos. En los tiempos sin coronavirus el estrés nos alejaba, imponiendo sus fatídicos efectos. Éramos unos zombies prisioneros de los egos. Hoy, golpeados por el bicho, necesitamos remar unidos y hacernos fuertes frente al dolor. Con los aplausos como banda sonora y las emociones más vivas que nunca. Es lo que tiene el confinamiento, que nos revela a nosotros mismos sin remedio.

No es fácil afrontar estos límites en forma de cuatro paredes. Así, asomarse a los demás a través de una pantalla es el mejor aliento para resistir. Unos con otros logramos el equilibrio emocional. Cuando decae el ánimo, abres las ventanas virtuales y encuentras cariño, entretenimiento y buena energía. Las bondades tecnológicas hechas terapia en mil y una formas. Sin perder la intensidad ni la necesidad de reflexión. Porque hasta eso nos mantiene conectados con el momento. Y no, no hablo de sobreinformarse. Una mala práctica que merece capítulo propio, pues dosificarse del titular nos libera mucho o más. Es despertar a un nuevo día y abofetearse con la realidad. Cuesta dejarse llevar, pero con un poco de organización podemos aligerar la incertidumbre. Las horas dan mucho de sí, tampoco es momento de amontonar las tareas pendientes ni pretender recuperar quehaceres frenéticamente. Cuidarse es más que una solución. Nos necesitamos lo más plenos y cuerdos posible. Porque hay que cargarse de argumentos para asimilar este presente cogido con pinzas.

Volviendo a la almohadilla que nos ocupa, cuesta olvidar la última vez que cruzamos la puerta con aparente normalidad. En ese entonces queríamos hogar y ahora fantaseamos con respirar en destinos y compañías sanadoras. Eso sí, entre todos hemos sido capaces en convertirlo en locutorio 24 horas, aula de escuela, gimnasio, sala de conciertos, plató de televisión, teatro improvisado o taller de costura. No importa el decorado. Se trata de llenar los vacíos con toda esa actividad que nos salva de la rutina coronada. Porque todos decimos #YoMeQuedoEnCasa, pero eso no impide que perdamos nuestra esencia.

miércoles, marzo 25, 2020

¡Quiero rollo!



De expresión refrotíl cani a mantra social descontrolado. Es curioso cómo el papel higiénico se ha convertido en bien de ansiedad compartida. Nadie lo señaló como imprescindible en la prevención, espontáneamente los consumidores lo auparon a la categoría de tesoro. ¿El resultado? Estantes y palés vacíos de contenido. Rollos ocupando espacios y despensas en modo apocalíptico. Y el humor como la evasión más terapéutica en estos tiempos para olvidar. Con su uso ciertamente inverosímil asegurando la carcajada. Porque otra cosa no, pero la guasa está más despierta que nunca. Es un antídoto al margen de la investigación, brota libre y estimula a la masa. De retos cual balones a plantaciones ecológicas. Todo vale para voltear el papel común y divertir. Dado el entretenimiento se justifica lo insólito de su exceso. Que unos cuantos metros de celulosa ocupen titulares y conversaciones resulta raro. Siempre que haya abastecimiento parece que el fenómeno seguirá vivo, más allá de su uso establecido.

Suma y sigue. En las escasas incursiones a los comercios de primera necesidad nos cuentan que protagonizan compras y más compras. Poco importa si son de marca blanca, triple capa o efecto seda. La pasión por acumular justifica cualquier variedad. Me interrumpo para hacer recuento y aplaudo que los míos no han perdido el juicio. Habemus cantidad, pero en pocos días me temo que necesitaremos cruzar los dedos y que las existencias den una tregua. Supongo que habrán subido los precios y ahora la limpieza personal sea un bien de lujo. Las paradojas no tienen fin ni con el confín. La mía tampoco, pues mi cabeza vuela sola y piensa nuevos usos al papel, más allá de lo que se impone redes mediante. Si fueran las últimas hojas escribiría esa carta pendiente a corazón abierto. La suma de letras que impondría paciencia y trazo fino. Sin remitente, con las emociones a prueba de malos rollos. De sello, un latido sincero. Es pura imaginación. Como dibujar nubes con infinitos cortes. Así, llenaría los techos con un cielo hiperbólico y lleno de melancolía. Para construir ese escenario de cuento que daría otra oportunidad a mi niño interior. El que vive atrapado y pide respirar. Ahora, difícil.

Abro los ojos o casi cuando me entero que la insólita acumulación avivó un incendio en Granada. Papelón, papelón. Incluso hay inventos que calculan el tiempo útil de tus provisiones. Me imagino a la gente haciendo esa matemática e imponerse llenar un carrito por evitar el vacío. Los expertos hablan de comportamiento global, cuando yo pensaba que era una rareza nuestra. La higiene es básica para evitar el contagio, pero en los protocolos recomendados se habla de más de papel desechable que de enrollarse con los botines de rollos. Y no puedo evitar pensar en los trabajadores que reponen de pequeñas a grandes superficies. ¿Se asegurarán un buen número antes de colocar el género? ¿Pensarán que sus clientes están locos perdidos? Sin duda, este papel estaba escrito para el higiénico y lo está bordando.

martes, marzo 24, 2020

Azar confinado



No vale pensar que el encierro nos pilló por sorpresa. Otra cosa es que nadie quisiera ponerse en lo peor y asumir que llegaría el fatídico momento. Era inevitable compartir drama con tantos, porque en esto no existían fronteras. Llegó y nos golpeó fuerte. Aún sigue haciéndolo, porque la curva se resiste. Maldita, maldito. Es difícil desconectar de sus efectos. Si recurro a las palabras es porque no conozco mejor terapia para volcar emociones, rabia, incluso miedos. Pienso mucho en historias y protagonistas, nada nuevo, pero algo ha cambiado. O más. Puede que sea el total desconocimiento, el mismo que nos impone el ahora como motivación. ¿Error o supervivencia? Admito que sigo impulsado por un no sé qué, qué sé yo. Imperfecta definición que me tiene inquieto. Procuro abstraerme y son las teclas las que hacen el resto. Pienso que este episodio se escribe de mil maneras. Estos días la compañía se cotiza al alza, aunque sea a través de una pantalla. Y es que las distancias pesan quintales. Más si el azar ha querido que la cuarentena se sufra en soledad. Lo que en otro momento hubiera sido un ejercicio de autoconocimiento y desconexión, ahora se convierte en una prueba compleja. De nada sirve caer en la negatividad, pero la psicosis tiene una sombra demasiado alargada.

Soy débil. Siempre lo fui, más cuando la tensión marca el ritmo. Así que dudo de mi capacidad para vivir solo en un percal como el que nos ocupa y preocupa. Podría tirar de recursos e ingenio, pero me abatiría entre las paredes de esta escenografía asfixiante. Suerte de mí porque el destino me pillara en convivencia, lejos de mi espacio propio. Allí dejé muchos sueños e ilusiones, aquí me inspira el saberme querido en pocos metros cuadrados. Basta una sonrisa para entender que todo encaja. Y sí, pienso en quienes no pueden contarlo en suma. Con un yoísmo forzoso. La tecnología permite minimizar daños, pero me entristece especialmente que muchos mayores se hayan visto confinados sin remedio. Porque no hay arruga que soporte esto, por mucha biografía intensa. Tiempo sobra. O no. En su caso, avocados al riesgo, más vale extremar las precauciones y cuidar de ellos. Aunque sea poniendo los besos y abrazos entre paréntesis. El material sensible puede esperar cuando se trata de seguir contando esta fábula de final en el aire.

Nos atormentan muchas preguntas sin respuesta. El sentido de la vida misma está en entredicho. No hace falta ser un líder de la intensidad para cuestionarse los hechos y el provecho que semejante vaivén tendrá en nuestra esencia. Esa que no distingue de clases sociales ni acentos. Por eso es importante articular un todos sin fisuras para finiquitar cuanto antes el reto. Aupando a nuestros héroes sin capa que curan, alimentan, patrullan, limpian y un largo etcétera con el convencimiento de hacer lo correcto. No han tenido ocasión de tomar aire y calcular el contexto. Han hecho de la valentía su compromiso más sincero. Se merecen más que aplausos, porque encaran el peligro con una fuerza inhumana. Y, agotados, vuelven a casa. Convirtiéndose en personajes tan frágiles como el resto. Sometidos a las cifras y tantos testimonios que duelen como propios. Con la esperanza de un continuará que debemos conjugar entre todos.

lunes, marzo 23, 2020

Los otros



Nos rodeamos de semejantes para construir nuestro particular universo. Y es que somos una sociedad en suma que hace lo propio para escribir su camino. Aunque fuera de nuestros círculos hay más personas, esas mismas que obviamos hasta que se produce el punto de giro. Una metáfora demasiado simplista para lo que nos toca vivir. La pandemia global también es un escaparate del absurdo atomizado. Esos pocos que hacen mucho ruido con sus acciones cuestionables. Por más que el mensaje de excepción haya vaciado nuestros escenarios cotidianos, aún quedan irresponsables que juegan a saltar toda norma con tal de pasearse como de costumbre. El sentido cívico se diluye en estos fenómenos extraños que burlan la alarma, poniendo en peligro esta marea de solidaridad. No se trata de un juego, aunque lo parezca, porque aquí las vidas no son infinitas. Que se lo pregunten a tantas familias que despiden a seres queridos como nunca se hubieran imaginado. Con un dolor marcado por esta distancia que nos confina.

Nadie duda de la extraña sensación de aislarse y dejar que el calendario haga el resto. Aunque bien diferente es dejarse llevar por las excusas para cruzar la puerta. Los medios informan de denuncias y casos insólitos. La vergüenza no va por barrios y el sentido moral tampoco. Porque el virus nos iguala. Es lo que puede no alcancen a ver esos que hacen de sus idas y venidas un sainete. El miedo, la incertidumbre y la indignación son materia común, pero nunca un arma arrojadiza que puede complicar las cosas. La decencia se demuestra a puerta cerrada. Todo lo demás sobra. Como sobran quienes sacan su peor cara y delinquen aprovechándose de los más débiles. Intentos de robo, estafas telefónicas o correos virales son ejercicios patéticos de un mundo que no funciona. Algo habremos hecho mal hasta ahora si en medio de tanta desolación reclaman su denunciable sitio. Son esos otros desconocidos los que protagonizan los peores instintos. Sin justificación, con una humanidad a prueba de cuarentenas.

Si ya es difícil aceptar el hecho coronado, asistir día a día a tantas muestras de estupidez gratuita o maldad insólita nos resulta desolador. Es una pena perder energías en asimilar este lado oscuro. Nos necesitamos fuertes y conscientes para afrontar cada última hora. Unidos frente el baile de cifras que apaga esta primavera, más gris que nunca. Es lógico volcar la rabia, no callar y hasta denunciar desde los balcones. La educación nos retrata, el resto nos resta. Y no queremos una matemática imperfecta que nos lastre. Bastante tenemos con digerir los positivos. No caben negativos ni titulares fuera de contexto.  

domingo, marzo 22, 2020

Parece que fue ayer



La imaginación nos ayuda a reinventar los días raros. Tendremos que exprimir al máximo nuestra capacidad de aguante, sostenernos y evitar que lo peor nos minimice. Y es que las noticias imponen más a más. Asistimos incrédulos a la inhumanidad con todo tipo de pruebas, pero nos consuela pensar que los aplausos sanitarios y comprometidos retumban en los corazones. A esos otros irresponsables les resbala el estado excepcional que compartimos. Ajenos a lo común, que es el dolor y la incredulidad por vivir esta realidad tan de ficción. Así, vuelvo al último día de calles pisadas y miradas anónimas. Llevaba tiempo mascando la posibilidad de caer en la pesadilla, pero nunca hubiera apostado por despedirme, de repente, de lo cotidiano. Y eso que confieso que entonces hubiera firmado una huida terapéutica, pero nunca así.

Madrugué más que de costumbre y acepté que el calendario marcaba consulta médica. Mi cuerpo reacciona con rechazo a todo lo que se traduzca en hospitales y salas de espera. La biografía no perdona y la desgana me podía pensando en cumplir con una nueva cita. Cuatro letras que hubiera preferido reformular en buena compañía, pero se trataba de salud y avanzar. El miedo ya convivía con todos y las distancias empezaban a definir los momentos. Éramos pocos los llamados a consulta con una recepción en aparente normalidad. El silencio se rompía en conversaciones olvidables con apariciones estelares del hecho coronado. Las agujas del reloj bailaban con su coreografía acompasada, pero parecían más torpes esta vez. Y entonces mi nombre llenó aquellos metros cuadrados de incertidumbre. Me levanté y seguí los pasos del doctor. Joven, de atuendo informal y sonrisa espontánea. Su despacho era impersonal, pero su carácter afable llenaba los vacíos. Fue una conversación amable, cercana, productiva. O al menos eso quise interpretar. Pensándolo con distancia, no fue un mal punto y aparte del hecho social. Porque poco después volví a casa e hice de ella mi particular fortaleza.

El tráfico rugía en la ciudad y las rutinas parecían desoír los ecos de lo que estaba por venir. Seguramente que de haber sabido que era la despedida hubiera alargado al máximo las posibilidades y no hubiera perdonado abrazos que ahora duelen por lejanos. Como yo otros tantos, diría que todos, hubieran reformulado esas horas antes de encerrar la piel y privarla de otras. La supuesta normalidad podía ser un lastre para cualquiera, pero nada como la jaula de cuatro paredes que asfixian hasta la sociedad misma. Presos de la incertidumbre y las medidas que alertan de consecuencias de pésimo encaje. En ese ayer marcado a fuego, todo parecía lógico y oportuno, con la cadencia de los hechos sin última hora. Hermano pequeño de este hoy angustioso y lleno de dudas sin mascarilla. Nos lavábamos las manos por buenas costumbres y ahora lo hacemos como sinónimo de vida. Sí, todo ha cambiado. Nosotros, más. Y desconocemos cuál será el siguiente capítulo, como yo no adiviné que mi médico fuera protagonista de estas letras. Mucho menos que su profesión fuera el faro que nos ilumina en este mal sueño. Su lucha contra el elemento merece un capítulo propio, desprovistos de capa, pero con una heroicidad a prueba de tristes positivos.

sábado, marzo 21, 2020

Los besos perdidos



No recuerdo que nos enseñaran a gestionar las emociones. Con los años hemos tenido que adivinar cómo se articulaban y nos hacían personas. En este momento coronado que nos tiene como extraños en nuestro paraíso del hogar, tecleo por la necesidad de compartir las ausencias. Esos latidos robados por nosotros mismos que atormentan entre silencios. Cuando todo para, el corazón bombea más fuerte e impone su propia memoria. No es una confesión, más bien una descripción, si comparto mi yo más sensible. Desde pequeño, rodeado de cariño y mayores entregados, construí una personalidad abierta y sociable. Torbellino, supongo, pero emocionalmente libre. De ahí que siempre me gustara el contacto, el sentir y mostrar el cariño sin condiciones. Pronto entendí que no todo el mundo actuaba igual, incluso que el miedo se imponía al sincerarse sobre esos lazos invisibles. No hablo necesariamente de amor, que también, pero hubiera derruido tantos muros e inseguridades para que todo fluyera de otro modo. Defiendo que las relaciones han de alimentarse de verdades y, si se quiere, no hay nada de malo en verbalizarlo. Es más, ese nudo en el estómago y el sufrir la entraña significan que estamos vivos.

Sé que no tiene mérito el volcar toda esta intensidad aplicada al contexto, pero necesito contar que me arrepiento. Mucho. Como muchos son los besos perdidos que jamás recuperaré. Serán otros, puede que mejores. Ojalá. No los mismos, porque los dejé pasar. Y si lo son, estarán teñidos de nostalgia, incluso deuda. Eso no los invalidará, pero sí condicionará ese afecto contenido en cada ejercicio de darse a otros. O en singular, en el caso de la persona. Esa que habita tu balcón romántico, al que te asomas con la esperanza de reescribir la historia. Que te tiene sin palabras y protagoniza tus días, incluso en la distancia y el desconocimiento. No vale de nada predicar con el ejemplo cuando perdiste la oportunidad de expresar, compartir, amar. Podrás intentar traspasar las pantallas y recuperar ese tiempo que dejaste escapar. Las prisas, el estrés, esa vorágine imperfecta nos ha superado y ahora somos víctimas de nuestra realidad, por mucho que ahora parezca de ficción. El bicho nos ha dejado en evidencia, pero ganaremos esta batalla. Nos merecemos esa segunda oportunidad y cobrarnos los te quieros callados.

Sin duda, nos intoxica la sobreinformación, optamos por el entretenimiento y convivimos con el miedo. El impuesto y el que tratamos de aislar. Es momento de dar un paso adelante (figurado) y dejar que hablen esas emociones. De nada sirve guardarse para futuro cuando ni siquiera sabemos que tal cosa sea posible. No es negatividad, es instinto de supervivencia. Tienen que vencer las ganas de imponer esa mejor versión, sin filtros ni vacíos. Dejemos que el mal sueño tenga un efecto saludable. Y si se trata de besar, besemos. Que nada ni nadie detenga los sentimientos, mucho menos un virus importado. Lo que de verdad importa es otra cosa. Y sabiéndolo, no debemos frenar su naturaleza emocional.

miércoles, enero 01, 2020

Versión 20.20




Podemos decidir muchas cosas en los próximos 365+1 días que vienen por delante, pero mi mayor deseo es que abramos los ojos y el corazón a lo bueno. A veces cuesta verlo, incluso valorarlo, pero debemos hacer ese ejercicio, en lugar de empeñarnos en intoxicarnos para mal con personas o situaciones que nos restan. Aunque siempre fui de letras, apuesto por la matemática en positivo. ¿Cuento contigo? Será lo mejor para ti y para todos. Y lo sabes… #Feliz2020