miércoles, octubre 31, 2012

antiFAN



Invisibles a los ojos, pero dañinos al corazón. Puede que no causen gritos infinitos ni un escalofrío indescriptible. Actúan con tal sigilo que silencian el silencio. Se jactan de su poder en la sombra, de la manipulación fría y matemáticamente calculada. Existen porque creemos en ellos. Cuando no se merecen el mínimo gasto de energía, ni un centilitro de lágrimas ni un paquete de clínex low cost. Son la peor herencia de una vida pasada y pretendidamente pisada. Envueltos en sábanas, o no, desafían la ligereza de sentimientos. Son fantasmas. Con nombre propio y heridas con apellidos. No buscan asustar, sino limitar. Impedir una vida despojada de su presencia. Actúan con la crueldad del egoísmo, despiadados por concepto e insufribles por definición. Localizar sus movimientos no garantiza saber deshacerse de su yugo. Vampirizan a sus víctimas porque sin ellas se desdibujan. Y entre tanto los supervivientes tratamos de exorcizar su maléfico sentido. Poniendo por testigo a cualquiera que fuera la fuerza suprema la despedida de raíz se antoja única fuente de salvación. ¡Adiós malditos petardos! Si la vida es justa no volverá a enfrentarnos en el camino, porque merecemos mucho más que un drama fantasmal.

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