sábado, agosto 15, 2015

Inmunes



El más difícil todavía hace tiempo que salió de las carpas de los circos, para instalarse en nuestra realidad. Cada día, la actualidad se ha recrudecido con noticias que van de lo rocambolesco a lo dantesco. Y, especialmente, en el apartado de sucesos. Siempre han ocurrido historias fatales, pero los últimos años asistimos a la sobreexposición de finales inverosímiles, personajes que ni el más retorcido guionista hubiera parido, hechos que ponen de punta algo más que los ‘pelos’, directamente el alma. Nos hemos ‘acostumbrado’ a que informaciones así sean el pan nuestro de cada día, pasando de la plena atención al olvido, cual fast food de titulares. Se ha caído en la espectacularización del suceso en sí mismo, reconvertido en material que arrasa en audiencias, visitas digitales y agota tiradas de periódicos. Las otroras tertulias infinitas en televisión de latidos corazonales han mutado en mesas con expertos, que escrutinan datos y perfilan a implicados, víctimas, sospechosos, vecinos y familiares. Todo, con un tufillo morboso, que hace perder el sentido trágico. La gente consume, de forma voraz, este tipo de información, relegando el trasfondo por lo superficial. Así, creo que nos estamos convirtiendo en inmunes frente al dolor.

Son tantas las bofetadas, los vuelcos que nos han provocado este tipo de situaciones, que hemos perdido totalmente la capacidad de empatía. Eso sí, sacamos nuestros peores instintos a la plaza pública. Es donde muchos se erigen de sabios. Hablamos de las redes sociales, donde juzgan y comentan al libre albedrío y, una vez expresada su posición, pasan a otro tema con igual vehemencia. El libre pensamiento se ha formateado en reality show. Es el resultado de la estrategia de muchos medios y profesionales, que han considerado que lo emocional vende. Y mucho. En este tipo de exposiciones trágicas es el complemento perfecto, porque consiguiendo que la ‘opinión pública’ sea partícipe, estiran un contenido altamente eficaz. Mucho criticaron programas de los noventa, con rubia presentadora trasnochada y preguntas cogidas con pinzas de anatomía forense, pero lo que hoy, día a día, se ve en nuestros canales es la actualización de aquellas imposibles narraciones, esos silencios que hacían daño. Entonces, como hoy, primeros planos, foco en el drama, intensidad provocada hasta la lágrima y ¡zasca!, éxito. Como ciudadanos, tenemos que reconsiderar nuestro papel social y no entrar a este tipo de juegos macabros. Por respeto a los auténticos protagonistas del horror. Basta de especulaciones baratas y minutos catódicos prefabricados. Una muerte, un asesinato, un acto de violencia no tiene que ser, jamás, carne de share.  

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