Esta sociedad insólita se
apresura en juzgar a las personas corrientes, mientras tanto los auténticos malhechores,
garbanzos negros y seres deplorables campan a sus anchas. Cierto es que
últimamente se ha señalado a unos cuantos, aunque no es seguro que paguen por
sus desmanes de forma proporcional a lo que hubiera padecido un mindundi en sus
carnes corruptas o ladronzuelas. Pero no me centraré en ese nivel de
enjuiciamiento social, no, sino en lo más sencillo y hasta mundano. Hoy en día
una persona con trabajo, vida estable y una sonrisa de oreja a oreja dibujada
en su rostro tiene que pedir perdón. ¡Faltaría
más! ¡Qué falta de todo! No se tolera la felicidad ajena, es más, se
pretende que desaparezca hasta convertirse en un lastre. El rebaño impone y es
una pena, porque despreciamos la riqueza del individuo para alzar un desaire
colectivo. Que estamos peor que mal lo sabemos y sufrimos mucho(s), pero de ahí
a culpabilizar a quienes gozan del estado de ‘normalidad’, el mismo que nos han
robado unos cuantos nefastos con sus decisiones idénticamente nefastas, no. No
lo puedo aprobar, lo siento.
Me da pena que esta gente con una vida ‘aceptable’
tenga que silenciar sus quejas o decirlas muy en bajito, por miedo a las
reacciones iracundas de muchos intolerantes. No todas las realidades son
iguales, desde luego, pero eso no implica que cada quien no tenga derecho a su
pataleta, a ahogarse en su vaso de agua, a aspirar a cambios a mejor, ¿por qué
no? Espero de todos la empatía, esa cualidad que suena bien y sienta mejor.
Igualmente me parece tremendo el recurso a auténticos dramas, historias de
superación, incluso el peor de los desenlaces para callar un momento de
desahogo, odio hecho palabras o semejante. Y personalizo, no me quiero comparar
con nadie, pero tampoco acepto que se me arrebate la necesidad de vomitar toda
esa negatividad que tan mal me hace. Que no estaré en un hospital, al menos no
en estos momentos, que tengo una familia que me apoya (gracias mis héroes
cotidianos), que tengo dos manos para ser productivo y ganarme el pan, bueno de
aquella manera… En fin, que quiero y necesito soltar mis lamentos, que respetaré
siempre los ajenos y que aquellos que se sientan menos mal defendiendo el
mutismo, que se lo apliquen y nos dejen en paz al resto. He escrito.
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