jueves, marzo 17, 2016

Terrorismo de lo cotidiano



Una semana de fiebre y aislamiento sólo ha servido para que llegue a la conclusión de que tengo que empezar a lanzar ‘bombas’. Tal cual. Dejarme de remilgos e historias y empezar a soltar por esta boquita muchos pensamientos y opiniones, que históricamente me he callado por prudencia. Estoy harto del buenismo, el buenrollismo y todos esos –ismos que poco ayudan, sino todo lo contrario. A lo tonto hemos construido un mundo absurdo, de contrastes imposibles y gentes más imposibles aún. Así que mi propósito es no contribuir más a esas vergonzantes realidades, algunas de las cuales sufro por mi total nulidad. Pierdo la personalidad cuando más la necesito, esto es así. Aspiro a levantar muros y barrer tanta basurilla, porque la vida está para gastarla, no para desperdiciarla a base de tonterías. Sé que es común que me venga arriba, me prometa mucho y después siga con mis insufribles, pero es que estoy tan harto. No veo un mañana. Me veo incapaz de alargar algunas situaciones, de tolerar ciertos discursos, aguantar determinadas miradas ajenas y otros tantos ceros a la izquierda.

Cada uno debemos responsabilizarnos del buen vivir, sea cual sea la definición personal. Sabemos nuestros límites, pero sumamos demasiado escombro. No estoy dispuesto a ser el muro de contención de la obra, porque mucha gente te regala un ladrillo envenenado y se cree con la capacidad de cargarte un saco entero. Que lo repartan por ahí y a mí me dejen en paz, que bastante tengo ya con lo que tengo. Las circunstancias me tienen demasiado desorientado, incapaz de decidir cómo orientar energías. Desde bien joven he dado tanto y a mí mismo me he dejado por abandonado por el camino. Y no me da la gana contribuir más a esta ceremonia de la confusión. A este estar sin estar. Al desconocimiento total de mi persona, al anhelo de las ilusiones robadas, de los sueños que se mojaron sobre el papel. Con las teclas se me amontonan las ideas y eso que ganan los silencios. Si algo espero de este año tan vacío es salir reforzado hacia mi propio encuentro. Habrán valido la pena entonces tantos desvelos, lágrimas sin cómplices o ese dolor indescriptible que genera la rabia. Si hay algo que quiero es ser yo, libre y con una vida como los demás. Se acabaron las concesiones, bienvenido(s) al terrorismo de lo cotidiano. 

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