domingo, febrero 04, 2018

Si Goya levantara el cabezón...



Los Goya habrán dejado resaca a los invitados a la fiesta, porque lo que es al público, me temo que cero. Es más, la sensación global, a juzgar por lo leído en redes, es que ha sido la peor de los últimos tiempos. Y eso que ninguna brilló especialmente, hasta donde mi memoria me alcanza. La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (como Rosa y Amaia) se ha empeñado en poner a cómicos con tirón al frente del espectáculo y el resultado no acaba de conectar. Ni con la propia industria, ni con los espectadores. Es una pena, porque hablamos del acontecimiento peliculero del año, un escaparate para los profesionales de los planos, de los más invisibles a los de escarceos hollywoodienses. Con la oportunidad de reencontrarse y hacer contactos, que ya sabemos que la cosa creativa está muy malita. Y a nivel popular, la ocasión para descubrir algunos filmes que siendo nacionales no siempre tienen la mejor promoción. El caso es que por muchas ganas que pongamos, nos quedamos en una copia barata de los modelos engalanados de los americanos. Ayer, la alfombra roja fue muy pobre, salvo algunas actrices que supieron dar el punto excesivo al evento, muchos diseños se quedaban insípidos. Penélope destacó, como siempre, por ser ella, con su halo incorporado y esa sensación expresiva de estar de paso. Ha perdido aquella chispa de ‘La Quinta Marcha’, esa que su hermanísima no tuvo jamás. Aunque es de valorar que, pese a su nominación, apunte esta cita en su calendario y se pasee del brazo de Bardem para dar caché al show.

La escenografía sí me gustó, con el juego de los telones de entrada y salida, las lámparas vintage en diferentes modelos y alturas, las multipantallas de mirada inquieta. Aunque fue salir Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes para sentir que todo chirriaba. Su guion era un ejercicio chanante con poco fuste. Impropio para una ceremonia de aspiración ‘sobresaliente’. Sus juegos mutuos resultaron tontos y las presentaciones por película muy largas. Se notaba el estupor del patio de butacas, quizá imaginando la ristra de críticas que no podrían esquivar. Ni el recurso de los vídeos fue lúcido, porque lo de Karra Elejalde en versión agradecimiento extendido poco aportaba o el vídeo de los actores con pelucón a lo Raffaella Carrá fue sosísimo. El transcurso de los hechos posicionaba los titulares del lado de ‘Handia’ y sus dos manitas de cabezones. Así como la inclusión constante del euskera, bien traído en el gag del euro con la librera de Coixet. La misma que ejerció de ella, entre ingenua y estudiada de más. El humor de verdad lo puso un Brays Efe en estado de gracia con su ‘Paquita Salas’. Aunque el monólogo de la representante quizá resultó excesivo para sus no fans, esa espontaneidad bien entendida cautivó por derecho. Tanto como Julita Salmerón, desbancando a Carmina como la madre más total del cine patrio. Esta mujer se merece un reality, porque su verdad engancha. Su discurso fue de los que se recuerdan, porque otros se quedan en una sucesión de tópicos sin chicha. No así el de Nathalie Poza, un actrizón que supo colar la reivindicación propia y colectiva, con total emoción y personalidad. 

Porque el discurso generalizado sobre el feminismo no acabó de convencerme. Está bien que se hable de una realidad injusta, pero no sé si es el lugar ni la forma. Algunas intervenciones al respecto parecían más efectismos de abanico que compromiso real. Ojalá que cualquier persona pudiera expresarse y cumplir sus metas sin ninguna condición. Eso sí, pondría unas cuantas a los entregadores/as, porque una gran mayoría más que estar a la altura del encargo, lo hizo de pena. Se espera de nuestras estrellas gracia, improvisación, sumar a la causa. Un ejercicio que Marisa Paredes bordó, aunque se fuera de tiempo y amnesia. Me repetiré, pero en noches así echo de menos las galas pomposas, los marcos incomparables, las parejas imposibles y los looks de brilli-brilli supino. El postureo viral ha matado esa viveza necesaria. Los Javis hubieran bordado todo eso y más, pero estuvieron en un perfil bajo, a la espera del premio que no llegó. La canción de Leiva es brutal, aunque esta película milagrosa se merecía más reconocimiento. Tengo que aplaudir el número de Marlango, introduciendo los temas nominados. La delicadeza de Leonor conquista y es de agradecer que esta apuesta musical fuera seria, no una coreografía maltrecha o un rap de Resines.

Espero que los mandamases de la cosa fílmica se recuperen de la party pronto, todo sea para que estudien otras posibilidades para contar y celebrar nuestro cine tal y como merece. De lo contrario, la nominación y expulsión directa llevará sus nombres. Ahora todos a ver ‘Handia’, que muchos no sabían ni que existía… 

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