martes, abril 29, 2008

Amor, amor, desamor

Qué ingenua fue Lolita, más bien su compositor, cuando cantaba al amor infinito en aquella su única canción de juventud que se instaló en la memoria colectiva como himno ñoñi-flamenco del amorismo en mayúsculas. Un sufrido que ha serpenteado por los desaires de los latidos arrítmicos se queda preplejo cuando lee cosas como: "Un nuevo estudio hecho en Nueva York ha revelado que los gays y lesbianas jóvenes quieren tener una pareja estable con hijos, como cualquier otra familia".

Me veo en la necesidad de relativizar esta información. Más bien concretarla en la dimensión patria. Puede que quedemos algunos ilusos de fantasía corazonera, pero la realidad arcoiris es que aquí se demandan cuartos oscuros y no carruajes románticos; que el sexo se llena de desconocimiento y free frenesí, lejos de la caricia del cuerpo a cuerpo de largo recorrido; que se piensa en coleccionar chulazos y no menaje de hogar con tu pareja clonada; que todo pasa y poco queda; que la frivolidad se cotiza al alza frente al sentido idilíco. Vamos que a no ser que los americanos estén superando sus propias fobias y miserias, mucho han cambiado las cosas. Lo triste es que aquí cada día se extrema más el espectro y posicionarse en el bando débil, el del ilusionismo fiel y sentido pasa a ser una losa.
En esta sociedad de lo inmediato, del ya adherido a la piel, de la lucha contra los complejos, de la rotura de mobiliario rancio frente al apolillamiento, de la exclusión dentro de los excluidos, de las vergüenzas aireadas entre alcanfor... Así es imposible aspirar a ese súmun del amor, amor, amor. Basta con que el ejército de los mariclones nos conquiste con buenas armas de seducción masiva y derribe de una vez por todas tanta tontería.
Aunque resulta curioso que ahora salgan voces críticas contra esa minoría que supuestamente quiere alcanzar el estatus social y de vida de los heterosexuales, esos enfermos de la normalidad. Y digo enfermos porque es lo más justo si tal cosa se aplica a los homo por su diferencia. Pero retomando, que es patético al cuadrado que a estas alturas de partido se juzguen los sueños y proyectos personales por pertenencia a un colectivo. Y es que seremos atómos de una célula inmensa, pero nuestro sentido propio siempre debe primar. Con o sin amor.

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