domingo, julio 13, 2008

Esa piedra que tú ves ahí

Palabras, palabras. Tiempo al tiempo. Y contexto unificados o no los que hacen que esta idea en red cobre sentido. Algunos desfallecen cuando caen las hojas de calendario. Cuando las intimidades han dejado de serlo. Cuando se acumulan los chaos o charcos mentales, emocionales o sensoriales. Pero este reducto de yoísmo letralizado sigue teniendo ese efecto de empuje personal, que pese a cansancios, estreses acumulativos, paranoias de lo humano o lo divino... siempre logra generar la revuelta.

Podría aquí y ahora regalar contextos pero no me pertenecen y en vista de lo mal parado que salgo siempre que tecleo de lo ajeno, prefiero semblar mi mismidad para no causar malestares ni levantar ampollas de ningún tamaño ni grosor. Porque el tamaño de la desfachatez no importa, siempre lo es al fin y al cabo. Así que diré que EsE como éste y aquél es un animal de tropiezo repetido en esa piedra maldita, la de la vida. Se supone que está para animar el camino, para construir el tránsito en movimiento de vivencia máxima. Pero, a veces, se antoja tremenda y temible. Por mucho que uno sepa de su existencia y haga lo inhumano por esquivarla siempre vuelve regia, humillante y desafiante. Y ni con sus súbitas apariciones aprendemos. Nos reconstruímos pero seguimos dañándonos. Cuales sados de un camino que no siempre nos pertenece.

Esa piedra es tanto y tantos. Momentos, hechos, personas, amigos, enemigos, anónimos... Nos atrapa y nos pisa. Queremos levantarla cual forzudo vascuence de kilos inmensos, pero nos reducimos a sílfides sin peso ni pluma (no todos), incapaces de soportar la carga. Mientras ella se crece y nos decrece proporcionalmente, dejándonos minimizados a la expresión redundante y mínima. Nos engulle y lo disfruta. Nos niega y se refriega. Se recrea en su mal con enojo. Mientras, nos yo se carcome, aletea herido, chirría de sí.

Aunque el volver parece que lo cura todo. Que las caras se limpian, los corazones se deshielan y el alma se vuelve en calma. El inconsciente reserva en sus compartimentos estancos los males que nos hacen, nos taladran y nos asfixian. Sin ellos no seríamos. El existir se mutaría. La biografía se condensaría con el mal ausente pero de entorno brillante. Y con la piedra como protagonista última de nuestro ayer, hoy y mañana. Desde lo alto, el infierno o la calma chicha, a su vera, pero siempre piedra.

1 comentario:

Copito dijo...

i love you
sin mas
besos