miércoles, octubre 01, 2008

La vergüenza que corre por las venas

Podría hablar de la suma envidia que me corroe al no tener un príncipe azul, verde o amarillo que me ponga un castillo. Claro que no soy Elsa Pataky, ni lo pretendo. Ni vendo exclusivas sin fin. Pero no lo haré, hoy me quedo en otro dato, un estudio más de estos que nos alegran el día a día informativo y que hablaba del recurso juvenil a los litros de alcohol para perder vergüenzas varias y facilitar(se) el ligoteo de toda índole. Nada nuevo bajo el sol. Algo que todos siempre supimos y hasta practicamos. Por eso viene a mi mente mi proceso de iniciación al trago de grados con efectos deshinibidores. Eran tiempos de dudas y ocultaciones varias, de creer lo que no era y construir castillos en el aire. No como el de Pataky. Con el ritual social de los que hacen por no quedarse al margen. Como ovejas al redil y alienados sin remedio. Así fui dejándome llevar por esos efectos, de discotecas cuasi light, de tonteos que no lo fueron, de amores platónicos de bases surrealistas... Sería por la ingesta temprana del orgasmo. Y es que el tal en su versión líquida siempre fue mi fetiche alcoholizante. A día de hoy mantengo la tradición, pese al pitorreo ajeno, no ya del gremio camareríl ya acostumbrado a la solicitud de orgasmo sin ejercicio de frenesí. Su dulzonería me conquistó en los orígenes, más al escalar a la cabeza o aquello que no lo es de modo exprés. Y así quién iba a saber a poner contenido a la palabra vergüenza o cuestionar sobre tácticas de ligue. El todo vale, el alcohol lo sabe...

... Pero debemos ser unos inconscientes, porque tampoco es que a la larga la ayuda de los grados bebibles sea tal. Porque quién hace un buen traje de sí mismo estando más beodo que Amy CasaVino un día cualquiera. Nadie. Aunque no aprendemos y pensamos que con el plus de peligrosidad propia, de salida personal y ataque exterior ganamos terrenos por conquistar. Y eso juega en nuestra contra. Tampoco es ejecutar una mente fría y calculadora, pero es más que común presenciar el ataque del ser baboso que metido en borrachera se cree capaz de donjuanar sin límite. ¡Error! Porque uno da así una imagen peripatética, con lo que el objetivo sale corriendo o buscando otros brazos consistentes y no de serpenteo para acabar la noche. Por tanto, que en tiempos se bebe y mucho para darlo todo es real, pero no el método aconsejable. Ya lo dicen nueve de cada diez conquistadores. Lo suyo son más derivados que dan alas, todo sea por alcanzar el vuelo...

No hay comentarios: