martes, mayo 15, 2012

Familia no hay más que una



La familia sanguínea resulta, muchas veces, un pozo de sabiduría. Otras un cúmulo de historias raras, raras. Pero siempre una oportunidad de extraer conclusiones. De pequeños las cosas pasan y los mayores te impulsan a mirar hacia otro lado, a colorear la realidad y olvidar los trazos gruesos. Con los años y los bandazos el análisis de la realidad sale a flote solo. Son los días de reunión maquillada la ocasión perfecta para escenificar envidias, malas babas, inquinas enquistadas, carencias emocionales, silencios absurdos... Una mezcla que agitada resulta una bomba de relojería. 

Por suerte siempre hay personajes de Almodóvar, chistes a destiempo, estilismos de salir corriendo o manifestaciones ridículas que suplen con creces el malestar genérico. Es lo que salva la situación, lo que impulsa la continuidad. Apearse de ese estado de las cosas y las gentes no es suficiente para romper el lazo. Al final siempre acabas por asumir a los tuyos como el peaje de ser tú mismo. Y mientras sigues buscando tu mecanismo, el mismo que te inmuniza frente a tanto surrealismo.

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