martes, enero 15, 2013

Palabras al borde de un ataque de... positividad



Surgió por casualidad. Como un ejercicio divertido y un regalo diferente. Convocado a un 'Amigo Invisible', sin destinatario previo y con la premisa de ser pretendidamente personal, opté por la originalidad como sello. Y tres ideas a envolver. La primera, una selección musical para despedir el mundo (entonces aún se daba por cierta la profecía maya); con temazos como 'Se Acabó', de María Jiménez y 'Fin' por título recopilatorio. De segundo, un puzzle-postal con el Palacio de la Magdalena roto en mil pedazos y con premio final al arquitecto improvisado: una visita guiada por Santander, novia del Mar. Y amante de tantos. El trío era en sí lo más simbólico, lo que más me ilusionaba como creador. Convertí un cofre de madera, artesanía de quienes desconocen su valor y celebran su hoy desprovistos de sueños, en 'La Caja de las Palabras Positivas'. La suma de letras resulta evocadora, inspiradora y mágica. Por eso me afané en listar aquellos términos y expresiones que aúpan, sostienen, equilibran, magnifican, dan sentido a nuestra realidad. La antítesis a esos vocablos feos, machacones, invitados sin modales, cargantes y descafeinados. Cuidadosamente en tipografías varias plasmé las palabras en el lienzo blanco de unos cuantos folios, refugio perfecto de historias y proyectos. Una vez impresas, recorté una a una con cuidado preciso y fui depositándolas en el interior de su nuevo hogar. Un cartel identificador bastó para rematar el simbolismo que aquél pequeño rectángulo encerraba.

Llegó el momento de la entrega a ciegas, ante una audiencia bastante desconocida. Preso del miedo a resultar excesivo, a la par que pedante. Pero encantado de hacer valer la fuerza nominal, de sustantivar en positivo este momento dantesco. El destino (una palabra privilegiada en la caja) quiso que el lazo de mi intimidad cayera en buenas manos, las de una compañera de profesión que justamente me presentaron ese día regalado. Su sonrisa fue su mejor gracias. Pareció disfrutar de la colección letrada, pensada para una terapia personal o como recurso de entrega a los sujetos desairados. Muchas veces resulta curioso que quienes más nos revolcamos en el ejercicio de la palabra nos olvidamos de refugiarnos en ella(s) para sobrevivir. 

Tras la aplaudida entrega mascaba mi éxito como 'cajero' de la positividad. Ajeno a mi propia verdad, era yo quien más necesitaba esos trozos de papel enérgicos. Por suerte hay quien desde la sabiduría me recoloca y abrió los ojos a mi vacío léxico. '¿Has pensado en hacerte una...?', dijo con la levedad necesaria para no resultar imperativa. Caí en mi propia torpeza y subsané tamaña ausencia. Repetí la misma acción, cargado de espíritu y feliz por saberme dueño del arma de construcción masiva: la palabra. Esta vez opté por otro tipo de recipiente, más pop-art, en mi línea estridente. Una caja de 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', para recordar el Peeeedro que hay en mí. Cada día, desde entonces, abro su tapa y buceo a ciegas entre el contenido hasta sacar una de las inquilinas de mi amiga. Y, a diario, me sorprendo por lo que son capaces unas pocas letras. La lección cotidiana es enorme. Hay días que me lo repito como mantra, otros que lo reflexiono en forma de 'tuit'. Pero lo más importante es que 'La Caja de las Palabras Positivas' consigue hacerme olvidar que los días son copias. Porque siempre nos quedará la palabra. Y la mente para conjugarla.

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