sábado, enero 17, 2015

Los Chungazos



Asumo que nadie es políticamente correcto las 24 horas del día. Es más, superar el reto de exponerse a las cámaras y mostrarse sin dobleces me resulta muy complicado. Vaya por delante que yo no lo superaría. Pero de ahí a hacer del insulto y la zafiedad el valor diferencial van muchos pasos. La polémica expulsión de Los Chunguitos en GHVIP llegó tarde. El reality estiró al máximo su estancia en la casa, de la que ellos planeaban huir asqueados, con el fin de rentabilizarlo en términos de audiencia. Y vaya si lo hicieron, consiguiendo datos casi históricos (4,3 millones de espectadores y 31,5% de share). Las andanzas de la suma de pseudofamosos parece ha calado hondo entre los televidentes, con permiso del melenado de bendiciones  y futurología de mesa camilla.  El elenco singular, con princesa de pueblo hinchada por la vida, exconcejala onanista/exhibicionista o adán de liana incorporada sin taparrabos, entre otros, ha cumplido con el morbo del showbusiness. Se esperaba que el humor lo firmaran los hermanos por subtitular. Nadie dijo que sus maneras fueran finas, pero por el camino destrozaron colectivos, sensibilidades y educación. Mi reflexión supera las paredes de Guadalix. Si estos artistas, de giras y venidas, de amplios (¿?) círculos sociales y hermanas rotundas de glucosa piensan así... ¿Cuánta gente presumirá, como ellos, de comentarios neandertales e intolerancia supina? A estas alturas muchos defienden que la libertad ha sido una conquista. Y no es cierto. Es una lucha continua, incansable y rotunda frente a gentuza de esta calaña. 

Escupen por sus bocas de singles mal escritos cualquier cosa, llevándose por delante la dignidad de otros. No hay que pedir perdón a nadie por ser uno mismo, ni permiso para vivir conforme a unos sentimientos y/o necesidades. Considero tibia la medida de expulsar a Los Chungazos del programa y permitir su estancia en plató. Es un sí, pero no. Un modo de contener bajo los focos la esencia absurda de estos clows de extrarradio. Siempre defiendo que un medio de comunicación privado puede tomar cualquier tipo de decisión empresarial, por incomprensible que sea. Es ahí cuando el espectador debe tomar su propia decisión de hacer uso inteligente del mando. Con contenidos del medio público el debate es otro (y necesario). Pero aquí pienso que Mediaset se confunde, al mantener esa ventana de visibilidad y facturación de dos energúmenos de la palabra y los modales. No tengo nada en contra de su raza, merecen todo el respeto, el mismo que ellos han negado, una y otra vez, con sus embrutecidas bravuconadas de machos ¿alfa? Su escenificación en la gala de disculpas en alharacas hacia el colectivo LGTB (¡Vivan, vivan!) me resultó igualmente fuera de lugar. Como el beso de Judas a un amigo, encantado de servir a la causa chunga. ¡Qué pena! Cada día nuestra televisión pierde todo, por permitir que habitantes de este tipo ocupen horas y comentarios. Quienes amamos el medio no entendemos los niveles incomprensibles de encefalograma plano, referentes para muchos consumidores del electrodoméstico en tecnicolor. El off es la salvación.    
  

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