domingo, junio 28, 2015

Mi cama es mía



Hoy para muchos es un día más, vacío de contenido. Para otros tantos este domingo es todo un símbolo, la expresión máxima de la libertad robada, silenciada, dormida… Y es que cada 28 de Junio, hace ya unos cuantos años, se celebra el Día del Orgullo LGTB (lésbico-gay-transexual-bisexual). Una fecha en el calendario y mucho más, el emblema para millones de personas en el mundo, víctimas, en su mayoría, de intolerancia, desprecio, rechazos varios… ¿Y todo por qué? Ni más ni menos que por querer diferente, a su manera, rompiendo con lo establecido. Pero, ¿quién dicta qué es normal y qué no? Cuando uno gana en años y canas no asume tanta sinrazón y se carga de argumentos frente a los obtusos de mente plana. Pero, cuando se despierta a esos sentimientos a la contra se sufre. Y mucho. El pesar de la incomprensión, los miedos infinitos a sufrir la bofetada (real o no) de los tuyos, la necesidad de buscar escondites y susurros temerosos. No es fácil transmitir toda esa suma de malestar. Por suerte, los tiempos han ido a mejor. Hoy se habla más de homosexualidad, existen referentes públicos, ídolos reafirmados y aplaudidos por su valentía de visibilidad. Sin armarios, sólo con vestidores abiertos al querer, a cada latido de libertad. En España la conquista del matrimonio igualitario fue un antes y un después. Esta semana celebramos el #LoveWins de EE.UU. y serán muchas parejas las que articulen el ‘Sí, Quiero’ con todas las de la ley. Pero, ¿qué pasa cuando ya no están los focos? Cuando los titulares pasan de fecha y las banderas se guardan en el cajón de las reivindicaciones. Pues, ni más ni menos, que la realidad impone aún demasiados ejercicios de negación, insultos, golpes, despidos injustificados, miradas de desaprobación, familias rotas, lágrimas sin consuelo… Eso me encoge el corazón, porque nadie tiene derecho a negar un sentimiento, tan personal e intransferible. Quien ocupe mi cama es sólo asunto mío. ¿Por qué he de pagar los platos rotos del egoísmo de otros? Nadie tiene que imponer modelos de vida, hagamos del respeto un valor social en mayúsculas. Sólo entonces podremos darnos la mano y besos espontáneos sin mirar atrás, con ese nudo en el estómago que no es el del amor, sino el del pavor. A que te hostien por ser tú. El día que no tengamos más que celebrar que el hecho de vivir, como si fuera poco, entonces, cuando no importe quién alegre tus despertares ni quién llene tu whatsapp de mensajes para enmarcar, sólo entonces habremos terminado de conquistar la capacidad de ser nosotros mismos. Esa que algún día un acomplejado reprimido e incapaz de asumirse nos robó.  

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