viernes, julio 10, 2015

Años de luz



Los años. Ese concepto que pesa y encierra tantos recuerdos, momentos y personas. A la mayoría no volverás y la frustración se convierte así en materia a aprobar cada junio. Yo llevo notazas en estos 32 recién estrenados. Porque sí, me asumo intenso, me pienso mucho y me remonto demasiado. Hace unos días volvía a una foto que no debía. A una mirada robada, a unos labios que perdí y, cómo no, me desestabilicé. Soy así de frágil. De pronto, se cae mi castillo de naipes y me flagelo por infelicidad supina. Necesito un golpe de realidad y, entonces, me doy cuenta de que todo pasa por algo. Y si hay ausencias, más de lo mismo. El escozor se alivia y caigo en la importancia del hoy, el momento que se escapa entre los dedos. Las oportunidades que vuelan por cabezonería, por miedos infundados, por herencia mal entendida. Qué pena, somos víctimas de nosotros mismos y ya va siendo hora de reaccionar y activarnos para bien. Un ejercicio al que no renuncio, más en época de soplar velas, es a retornar a la infancia. A mirar al espejo del tiempo. Me reencuentro con mi mini yo, con su inquietud ingenua, sus ideas locas, su verborrea incansable. Reconozco que aplaudo aquella versión. Albergaría sufrimiento e incomprensión, seguro, pero manejaba perfectamente la libertad de ser uno mismo. Jugaba a ser mayor, a conquistar contextos, a verbalizar imposibles. Y, con orgullo, creo que he cumplido la mayoría de los sueños de aquél loco bajito.

Cierto es que el amor se resiste y Sergio quería pintarlo por todas las paredes, gritarlo a susurros, compartirlo con una complicidad única. Pero si aún no ha llegado será porque espera en algún rincón, haciendo números y cogiendo fuerzas para comenzar una historia que érase una vez de cuento. Cada vez vivo con menos ansiedad este vacío de latidos. En mi lenguaje emocional eso se llama madurez. Antes anhelaba ese nosotros, tanto que fagocité las opciones. Ahora no desespero, disfruto de esta soledad bien compartida. Porque soy un ser afortunado, tan bien rodeado, que cualquier ocasión es buena para reconocerlo. Sumo muchos enteros con personas especiales, de esas que sé puedo esperar lo mejor. Podrá haber silencios, pero nunca incomprensión. La historia está para rellenarla de párrafos imperfectos  y es ahí donde, juntos, entramos en acción. Palabras que nos hacen, dando sentido al contexto que compartimos. Familia y amigos, entes maravillosos que aceptan mi surrealismo. Sin ellos mi yo no tendría construcción posible. Te veo bien, me decían algunos hace unos días. Y no sé si llevan razón, porque no sabría responder a la pregunta ¿estás bien? O sí, pero no sé si sería justo al contestar. Y es que esa injusticia con uno mismo marca y mucho. Se arrastra, padece e impide sentir, en todo la amplitud del verbo. Sólo sé que quiero limpiar mis gafas y seguir contemplando este mundo, con ganas de crear, crecer y convencer de que se puede. Que la oscuridad está ahí, pero la luz nos favorece a todos.   

No hay comentarios: