lunes, noviembre 02, 2015

Amores perdidos



La realidad y la ficción se dan la mano para decirnos que no corren buenos tiempos para el amor. Hace unos días vi la película ‘Los Miércoles No Existen’ y me preocupó el mensaje desesperanzador, negativo y cruel del mundo de la pareja. Por un momento, quise poner en cuarentena la suma de relatos pesimistas, el cuestionamiento cruel a los quereres treintañeros, pero poco después hice un escaneo rápido a mi alrededor y me di cuenta que es la tónica general. Afortunadamente quedan unas pocas, sanas y estables relaciones, dignas de un altar mayor, que aplaudo y venero con todas mis fuerzas. Pero, ciertamente, son las menos. Por lo general, nos hallamos ante la soltería con frustración y desánimo o frente a un miembro/a asociado/a a una pareja disfuncional, de difícil entendimiento, pero en conveniente estado de ¿confort? Respeto esta opción de vida, pero me parece un castigo innecesario. Querer bien parece difícil, pero hacerlo mal deliberadamente, a sabiendas que esa historia es el peaje a la infelicidad, no me acaba de cuadrar. Que hay personas dependientes, que no saben estar en soledad… Lo sé, durante un tiempo lo padecí. De ahí que ahora pueda escribir esto y aconsejar a cualquiera a estar bien (o mejor) desde la individualidad y desde ahí esperar que el destino o Cupido hagan el movimiento adecuado. Ese que difícilmente llega si nos replegamos o nos escondemos tras una pantalla de ordenador o móvil.

La tecnología está enterrando el misterio de la seducción. Consumimos cual fast food a personas, olvidando sentimientos y elevando ideales en objetivo de caza. ¿Dónde quedan las personas? En el buzón de eliminados o tras la X de no me gusta. Así, nos dejamos llevar por prototipos que sólo existen en nuestra cabeza. Porque, qué son esos tipos, sino límites que nos imponemos. Desde esa exigencia boicoteamos muchas opciones. Incluso a sabiendas de los pésimos resultados de tal o cual carácter, rasgo o personalidad. O lo que es lo mismo, habitualmente somos nuestros peores consejeros a la hora de hacer el retrato robot a nuestro lover de cabecera. Luego está la comunicación y más bien su ausencia, que da al traste con la mayor parte de los romances. No aprendimos lo necesario de las tramas intensas de 'Sensación de Vivir' o 'Melrose Place' y caemos, sin remedio, en los mismos errores. Parece que la sinceridad, la honestidad, la transparencia quedan reservadas para definiciones del rosco de 'Pasapalabra' y muchos deciden enterrar historias por no hablar con su pareja, ni dejar las cosas claras. Encontrar o encontrarse es algo indescriptible, sí, pero también un ejercicio de responsabilidad que empieza en uno mismo y termina en el otro. Ojalá llegue el momento que nuestras relaciones estén limpias de polvo y paja y se cuenten en otra película (alerta spoiler) con final feliz.  

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