Una semana. Es lo que resta para
que el país decida qué es lo que quiere. Para finiquitar el cortejo y optar por
el Don Juan del poder. El dueño perfecto para agitar la Moncloa con su
estudiada imagen y las infinitas medidas de salvación. Y aquí, como en el amor,
mi sensación es que mucho prometer, hasta meter… la papeleta en la urna. En
este tiempo de exhibicionista ‘tienda de campaña’, los candidatos a la
presidencia han querido mostrarnos lo largo que es su compromiso y el ancho de
sus dignidades. Eso sí, jugando recurrentemente al y tú más, al farfullar sobre los otros, enmierdando lo ajeno y
gastando energía en el ejercicio de atacar. No entiendo este modelo, pues lleva
a la confusión ciudadana. Les beneficia que nos manejemos en lo superficial, en
la anécdota de turno, sin ahondar en los problemas estructurales, los males que
tantos sufren, las injusticias que van en el ADN patrio, así como tanto
estercolero que cada cual tiene de puertas para adentro y trata de disimular
echando balones fuera. O ocupando una silla con María Teresa, revisitando sus
vidas a base de covers de verbena con
los Supersingles. O en la casa de Bertín, entre chistes y bravuconadas
machistas. ¿Es el nivel que nos merecemos de nuestra clase política?
Hemos asistido a una espectacularización inédita del contenido, como se demostró en el Debate Decisivo. El reality, tan denostado, puesto al servicio de los mensajes. El cartón piedra, de dudosa construcción, llevado al terreno electoral. Sinceramente, todos los partidos han hecho de su cliché su mejor garantía. Pero no han debido hacerlo muy bien, indecisos mediante. Se ha hablado mucho de los hipsters, en una vuelta de tuerca surrealista, con su uso en vídeos o mítines. Vienen a ser las Normas Duvales del voto, sin escote, pero con las barbas más generosas y disputadas, que sientan bien a gaviotas, rosas, 'pijitos' o revolucionarios. Echo en falta a una Olivia Pope que tomara las riendas de este sainete, elevando a un salvador con soluciones, carácter y empatía. Yo sólo espero que la gente ejerza su derecho a decidir qué España quiere, nada de olvidar la cita con la democracia y luego quejarse porque no hay un mañana. El mío quiero que sea más justo, igualitario e ilusionante. Ojalá dejemos, de una vez, tanta oscuridad y entendamos que la vida es otra cosa.
Hemos asistido a una espectacularización inédita del contenido, como se demostró en el Debate Decisivo. El reality, tan denostado, puesto al servicio de los mensajes. El cartón piedra, de dudosa construcción, llevado al terreno electoral. Sinceramente, todos los partidos han hecho de su cliché su mejor garantía. Pero no han debido hacerlo muy bien, indecisos mediante. Se ha hablado mucho de los hipsters, en una vuelta de tuerca surrealista, con su uso en vídeos o mítines. Vienen a ser las Normas Duvales del voto, sin escote, pero con las barbas más generosas y disputadas, que sientan bien a gaviotas, rosas, 'pijitos' o revolucionarios. Echo en falta a una Olivia Pope que tomara las riendas de este sainete, elevando a un salvador con soluciones, carácter y empatía. Yo sólo espero que la gente ejerza su derecho a decidir qué España quiere, nada de olvidar la cita con la democracia y luego quejarse porque no hay un mañana. El mío quiero que sea más justo, igualitario e ilusionante. Ojalá dejemos, de una vez, tanta oscuridad y entendamos que la vida es otra cosa.
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