domingo, febrero 14, 2016

Amor.0



Un 14 de Febrero sin teorías del amor es como un lunes sin sueño. Y claro esto va de dueños emocionales, del quererse, entregarse y esas cosas. Un ejercicio de generosidad, que bien formulado, y con la mejor parte contratante, puede convertirse en una aventura infinita y maravillosa. No es ninguna novedad que solemos concurrir en errores, repetimos roles fatales y ansias poco afortunadas. Así es como nos arrastramos por culpa de los fracasos, de esos exes de facturas trágicas (numéricas o no). Cicatrices, arrugas y golpes, en los casos más fatídicos y por denunciar, son el lado oscuro de la suma corazonal. La misma que los grandes almacenes imploran para llenar sus arcas. Con mensajes que dan más arcadas que otra cosa. El caso que hoy me ocupa es la pérdida real de la conquista, del mirarse, del ponerse burraco en el vivo y el directo para convertir a esta cosa del conocerse en un juego virtual. De ahí lo de San ValenTinder, San ValenGrindr o cualquiera que sea la APP o portal que propicie el milagro del ah-mor. Personalmente valoro en positivo estos dispositivos, dadas las dificultades reales del mercado, pues nos hemos vuelto muy rarunos, en general, y cuesta romper hielos. Los de la copa podrán derretirse y convertirse en una piscina municipal, pero nadie mueve un dedo en tomar la iniciativa. Nos volvemos muy divas y queremos todos los focos, atenciones y chulazos sin pestañear. Reflexión apta para cualquier orientación y/o género. Así, está complicado conseguir resultados. Mucho menos una flecha de Cupido. Con este estado de la cosa, parada y sosa, el teléfono y el ordenador se convierten en el mejor vibrador emocional. Con compatibilidades en juego, reducimos a los potenciales candidatos a perfiles con posibles, entre equis o corazones. Las primeras para mandar lejos a semejante despropósito. Los segundos esperando un latido feliz, el que llega cuando se produce la explosión en línea y salta un chat para empezar a preguntar lugares comunes.

Es poco frecuente encontrar un perfecto desconocido con un mínimo de conversación, el resto reduce su diálogo a estas preguntas tipificadas como necesitado busca. Puede que entre unas aplicaciones y otras los grados varíen, pero la mayoría busca más un orgasmo que un café. Y eso, cuando te has visto todas las pelis Disney no va contigo, ¿verdad, amis? De siempre, has creído en historias escritas con mayúsculas, en esa pasión que surge con una leve caricia, en construir un futuro con jardín y muchos niños. Y te encuentras respondiendo a un nick con una frase absurda de cebo, que creerá ingeniosa. ¡Qué pereza! Una y otra vez es la misma cantinela. La gente se ha acostumbrado a este fast love y se come poco la cabeza y más otros órganos ajenos. No encajo con esta formulación. Sé que me haría muy bien compartir mi todo con esa media fruta que me espera madurándose en algún lado. Pero no estoy dispuesto a caer en protocolos que me resultan vacíos. Me alegra infinito que mucha gente querida haya encontrado así su lover. Como de otras tantas parejas, pocas, que uno ve y dice: ¡así sí! Pero yo ya tengo una edad y muchas canas como para hacer tonterías. Creo en el querer como verbo de cabecera y lo ejercito con mucha gente, guardando mi mejor versión a ese milagro andante. Siempre dije, y mantengo, que el amor el amor es lo mejor y lo peor. A ver si hoy me asaetea una maldita flecha y cambio de idea. Pero, de momento, parafraseo el tema ‘Fiesta en el Infierno’, de nuevo y genial disco de Fangoria, ‘Canciones para robots románticos’: “El amor es una construcción burguesa. Una invención medieval. Un cuento de hadas desquiciado. Nunca más, nunca más, nunca más volver a creer en una fantasía tan delirante”. Pues eso.

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