viernes, febrero 05, 2016

Vivo sin vivir en fin



No sé cuánto tiempo ya. Hace mucho que perdí la cuenta. No recuerdo un momento en especial. Puede que sí un quién, pero poco importa. La cuestión es que el personaje se ha apoderado de mí. Oscuro, desdibujado, plano. La peor versión se instaló como un virus veloz y aquí estoy, viviendo los días en completo vacío. Construyendo un futuro imaginario que nunca llega. Ese en el que el querer fluye y los contratos son folios llenos de ilusión. Aspiro a que mi guionista se porte y escriba un genial punto de giro. Lo necesito. Prometo que mi interpretación estará a la altura. Tanta penuria ya pesa y la cara se me va a quedar enjuta. Y ya se sabe, la cámara es el peor chivato. Si algún día quiero llenar una estaría de premios, o colocarlos bizarramente en el baño, tendré que hacer algo grande, que sorprenda a los académicos. No este pastiche absurdo, sucesión de males y surrealismos con o sin diálogo. En resumen, esta película me sienta mal, muy mal. Pero, ¿cómo me salgo de cuadro? Ay, el cuadro. Dicen que mi historia se sustenta porque es realista. Pues maldita realidad. Me apiado de quien se arrastra sin rumbo, escuchando promesas y palmaditas en la espalda. Me cuesta no sacar el respe en esas tramas, pero dice mi director que se impone la sumisión social, la tontunez mal entendida. Y que traspaso la pantalla, no te jode, esto me traspasa a mí la piel. Hasta ahora había tenido papeles menores y mi representante me prometió que este proyecto sería mi gran oportunidad. Ya me veía enfundado en un traje prestado ante un photocall, saludando a las estrellas del celuloide ibérico e improvisando discursos con todo el santoral.

No me imaginaba que esto se alargara tanto y, menos aún, que me mermara de este modo. Me levanto cada día repasando el plan de rodaje y me deprimo más. ¿Pero hacemos ficción o documental? Ahora me arrepiento de no haber dicho sí a la propuesta de esa televisión privada de chillido incorporado y mamarrachas siliconadas de más. Un caché de muchos ceros bien valía un encierro en una casa absurda con otros tantos aspirantes absurdos, dispuestos a todo con tal de no pasar jamás desapercibidos. Pero ahora que lo recuerdo, se cruzó él y me obnubiló. Era tan intenso, tan especial, que no me hubiera perdonado caer en la bajuna telebasura. Confiaba en mi talento, o eso decía. Era perfecto dando las réplicas, con una única mirada calmaba mis peores fantasmas. La perfección se definía con su nombre, apellidos y una foto suya. Sonrisa mediante. Y sí, amigos, debió ser un mal sueño, porque cuando no lo había saboreado lo suficiente se esfumó. Asumo la culpa, llevarlo a aquella fiesta llena de víboras hipermusculadas, ansiosas de famoseo, fue el principio del fin. Fue entonces, ahogado por ese fin, cuando acepté este papel. Y aquí me hallo, buscando desesperando escribir estas tres letras y sentirme liberado. Despojado de esta mierda, por mucho que me asegure presencia en el tráiler y los títulos de crédito. Os invitaré al estreno. Seguro que él no se lo pierde y me dará dos besos intensos y un abrazo inapropiado. Y volveré a derretirme, pero la mirada inyectada en sangre de su víbora de su turno me recordará que estaba mejor en este camerino, maldiciendo y escribiendo este junta palabras tan patético.

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