domingo, agosto 06, 2017

La princesa del pueblo likes



Su nombre de cuatro letras, edulcorado en la red, se ha convertido en toda una marca. Se trata de Aida Domenech, popular por su alter ego, Dulceida. Por sus followers la conocerán. No necesita un talento desbordante en nada, sólo la jeta suficiente para aprovechar el tirón. Y es que las nuevas tecnologías han reinventado las reglas del juego de la fama. Los históricos iconos de la cultura pop eran rostros del cine o de la música. Hoy son los youtubers, como ella, exhibicionistas en bucle, que encuentran en las pantallas su modo de vida. En su caso, sin estudios, con experiencia como dependienta de Amancio, pero con una ambición semejante al magnate gallego. De colgar fotos de sus estilismos más casuales de adolescente ha pasado a cobrar ingentes cantidades de dinero por protagonizarlas. Las firmas más punteras han detectado el arrastre de estos nuevos fenómenos virales para enganchar a los públicos más diversos. La capacidad de juicio se nubla cuando el ‘ídolo’ establece la pauta. Las prendas vuelan, los fetiches se multiplican. Incluso tienen ‘recursos’ para hacer magia con sus ‘habilidades’. Pasan espontáneamente de emprendedores (lanzando colecciones de ropa, de joyería o mercados con su nombre), a DJ’s (siendo cabeza de cartel con el único talento de ‘pinchar’ la música que les hace gracia); de comunicadores (con contratos en importantes televisiones o webs ejerciendo de reclamo), a modelos (curiosamente, antes lo fueron Rociíto o Jesulina). Detrás de estos jóvenes, un grupo bastante numeroso y en el caso de la catalana organizado como un escuadrón, habrá mentes pensantes que se froten las manos. ¡Euros, euros, dubi, dú!

Es su momento. Aseguran llenazos en desfiles, discotecas o festivales. El griterío teen va de serie allá por donde pasan/pisan y el efecto llamada se multiplica. Porque los canales o vlogs crecen como lechugas, repitiendo juegos, mostrando intimidades, aspirando a captar suscriptores. El fenómeno tiene su lado positivo en cuanto a dar herramientas y visibilidad a los chavales. Sean como sean, pueden tener un espacio de libertad y encontrar semejantes. Eso sí, siempre que su realidad resulte rica y no una dependencia fatal de Internet. Antes se jugaba en la calle, ahora el patio tiene más arrobas que árboles. Sus educadores tendrán que poner en valor los valores y cuestionar el futuro de un desempeño laboral dudoso. Porque volviendo a la chica de oro, cada una de sus fotos tiene miles y miles de corazones gustativos. Y ahí es donde inocula los mensajes que pasan por caja. El bucle continúa en viajes de ensueño, hoteles de postal, una agenda imposible. Tanto como la frustración que puede crear entre sus fans. Su vida de cuento es un espejismo, una irrealidad que despierta anhelos. Como convertir su sexualidad en noticia o comercializar con su bodorrio de playa. Lesbos mediante. Hay algo inteligente en su estrategia de personaje, en hacer una telenovela de ella misma, porque ha sido capaz de ampliar su universo. Otras it-girls se canalizan en la moda y ahí son ‘referentes’ de estilo. En su caso no es la más guapa ni la que mejor viste, pero se ha convertido en una especie de Belén Esteban de la cosa enredada. Sin duda, es la princesa del pueblo likes y ella se muestra encantada de llevar la corona. ¿Hasta cuándo? ¿Se sublevarán sus «preciosos»? ¿Se acabará su dulce surrealismo? Pase lo que pase, habrá rentabilizado su «mucho amor».

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