domingo, julio 01, 2018

Soy como tú



Hay miradas de muchos tipos. Unas te enamoran. Otras inspiran. Algunas provocan instintos malvados y crueles. Muchas te perdonan la vida. Tristemente, quedan de esas que te humillan con su golpe de vista. Me miran/nos miran por ser diferentes. Parece que aún cuesta asumir que la libertad es inherente a la persona y sufrimos desprecios por querer de otro modo. Ni mejor ni peor, porque los sentimientos no deben cuestionarse, sean del tipo que sean. Ni tengan un protagonismo fuera de la ‘norma’. Esa misma que por el mero hecho de mencionarse no deja de ser absurda. Porque cada la riqueza está en la variedad, en la capacidad de entregarse a la vida sin cortapisas. Estos días estamos inmersos en la celebración de un Orgullo LGTBIQ que sigue siendo muy necesario. Habrá referentes, armarios abiertos y visibilidad, pero no alcanza, ni mucho menos, a toda la sociedad. Aún quedan frentes oscuros, de discriminación e intolerancia.

Me ha alegrado mucho que en Santander se celebrara la primera manifestación con una ALEGA al frente, mucho más que una asociación. Un referente en la vida de muchas personas como yo. Hace muchos años alguien querido me animó a cruzar las puertas de su Centro Arcoíris y pude conocer a muchos iguales. Me emociono al recordar a aquel muchacho perdido, con necesidad de que le escucharan y entender la realidad que empezaba a despertar ante sus ojos. Agradeceré siempre aquella ayuda, las primeras piedras para construir mi identidad. Como aplaudo la lucha incansable de tantas y tantos que han hecho del activismo en Cantabria su constante. Que hoy en día pelean y logran ejercicios geniales como llenar las calles con un autobús multicolor, cargado de pasajeros desbordantes de amor y verdad. Imposible no recordar a quienes no están, pero desde su rincón en lo más alto observan que sus consejos no cayeron en saco roto. O que una Leticia Sabater haya puesto patas arriba el Río de la Pila con sus canciones innecesarias, pero ese talante arrebatador. Que llenara esa cuesta imposible también es una muestra de que otro Santander es posible.

Con más espectadores y las mismas ganas de mostrar orgullosos su talento compartí el concierto de OT, en el Bernabéu. Que los triunfitos sumaran discursos en positivo era otro motivo para celebrar que algo está cambiando. Son la nueva generación de ídolos y sienten que esconderse sería un error. Ya podían tomar ese camino más compañeros de profesión, encerrados en jaulas y asustados por el qué dirán. Pues dirán que eres persona, ames a quien ames. Como Cepeda al besar a Aitana. O Agoney al encogerse frente a un frío Raoul. La piel con piel no puede pasarse como las páginas de un libro. Ha de vivirse, aunque dé mucho miedo. Demasiado. Eso lo cuenta muy bien la película, del todo recomendable, ‘Con amor, Simon’. Fue especial compartir cada plano con alguien que nunca dejará de estar en el tráiler de mis días, pase lo que pase. Y disfrutar de una historia que retrata a quienes nos pensábamos enfermos, cuestionando esos pálpitos imposibles de frenar. Con momentos en los que cuestionabas todo y hubieras firmado dar la vuelta a la realidad. Cruzar no de acera, sí de pesadilla.

Porque no era fácil. Por mucho que tuvieras entornos en positivo, había microhomofobias duras de asimilar. Con los años toda esa maldad pasa factura y vuelve a martirizarte de la forma más tonta. Por eso es importante dar pasos, reeducar, implicar y compartir que no es un delito poner tu corazón a disposición de la vida. Con orgullo y pasión. No se olvida todo ese tormento, pero no merecemos castigarnos por nada. Activemos el modo ‘A quién le importa’. Así que aunque no esté en la multitud de Madrid los próximos días me sentiré allí de espíritu. Celebrando con los míos esas fiestas sin prejuicios, llenas de felicidad por ser. Y sí, soy como tú. Si lo dudas, te invito a conocerte.

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