Hay miradas de muchos tipos. Unas te enamoran. Otras inspiran.
Algunas provocan instintos malvados y crueles. Muchas te perdonan la vida.
Tristemente, quedan de esas que te humillan con su golpe de vista. Me miran/nos
miran por ser diferentes. Parece que aún cuesta asumir que la libertad es
inherente a la persona y sufrimos desprecios por querer de otro modo. Ni mejor
ni peor, porque los sentimientos no deben cuestionarse, sean del tipo que sean.
Ni tengan un protagonismo fuera de la ‘norma’. Esa misma que por el mero hecho
de mencionarse no deja de ser absurda. Porque cada la riqueza está en la
variedad, en la capacidad de entregarse a la vida sin cortapisas. Estos días
estamos inmersos en la celebración de un Orgullo LGTBIQ que sigue siendo muy
necesario. Habrá referentes, armarios abiertos y visibilidad, pero no alcanza,
ni mucho menos, a toda la sociedad. Aún quedan frentes oscuros, de
discriminación e intolerancia.
Me ha alegrado mucho que en Santander se
celebrara la primera manifestación con una ALEGA al frente, mucho más que una asociación.
Un referente en la vida de muchas personas como yo. Hace muchos años alguien
querido me animó a cruzar las puertas de su Centro Arcoíris y pude conocer a muchos
iguales. Me emociono al recordar a aquel muchacho perdido, con necesidad de que
le escucharan y entender la realidad que empezaba a despertar ante sus ojos. Agradeceré
siempre aquella ayuda, las primeras piedras para construir mi identidad. Como aplaudo
la lucha incansable de tantas y tantos que han hecho del activismo en Cantabria
su constante. Que hoy en día pelean y logran ejercicios geniales como llenar
las calles con un autobús multicolor, cargado de pasajeros desbordantes de amor
y verdad. Imposible no recordar a quienes no están, pero desde su rincón en lo
más alto observan que sus consejos no cayeron en saco roto. O que una Leticia
Sabater haya puesto patas arriba el Río de la Pila con sus canciones
innecesarias, pero ese talante arrebatador. Que llenara esa cuesta imposible
también es una muestra de que otro Santander es posible.
Con más espectadores y las mismas ganas de mostrar
orgullosos su talento compartí el concierto de OT, en el Bernabéu. Que los
triunfitos sumaran discursos en positivo era otro motivo para celebrar que algo
está cambiando. Son la nueva generación de ídolos y sienten que esconderse
sería un error. Ya podían tomar ese camino más compañeros de profesión,
encerrados en jaulas y asustados por el qué dirán. Pues dirán que eres persona,
ames a quien ames. Como Cepeda al besar a Aitana. O Agoney al encogerse frente
a un frío Raoul. La piel con piel no puede pasarse como las páginas de un libro.
Ha de vivirse, aunque dé mucho miedo. Demasiado. Eso lo cuenta muy bien la
película, del todo recomendable, ‘Con amor, Simon’. Fue especial compartir cada
plano con alguien que nunca dejará de estar en el tráiler de mis días, pase lo que
pase. Y disfrutar de una historia que retrata a quienes nos pensábamos enfermos,
cuestionando esos pálpitos imposibles de frenar. Con momentos en los que
cuestionabas todo y hubieras firmado dar la vuelta a la realidad. Cruzar no de
acera, sí de pesadilla.
Porque no era fácil. Por mucho que tuvieras entornos en
positivo, había microhomofobias duras de asimilar. Con los años toda esa maldad
pasa factura y vuelve a martirizarte de la forma más tonta. Por eso es
importante dar pasos, reeducar, implicar y compartir que no es un delito poner
tu corazón a disposición de la vida. Con orgullo y pasión. No se olvida todo
ese tormento, pero no merecemos castigarnos por nada. Activemos el modo ‘A
quién le importa’. Así que aunque no esté en la multitud de Madrid los próximos
días me sentiré allí de espíritu. Celebrando con los míos esas fiestas sin
prejuicios, llenas de felicidad por ser. Y sí, soy como tú. Si lo dudas, te
invito a conocerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario