miércoles, abril 01, 2020

Érase una vez su sonrisa



Necesita abrir los ojos bien fuerte para asumir que este momento no es un mal sueño. El día que tenía que celebrar la vida se siente encerrada, pero llena de un cariño que traspasa pantallas. Y es que el confinamiento nos está dejando ser y sentir, por mucho que el bicho nos difumine. Ella se lo merece todo y más. Que sea su cumpleaños nos impulsa a devolver todo lo que nos da sin condiciones. Cercana, entregada, humana, leal y tantos adjetivos que en suma hacen su verdad. Llegó para completar una familia que construyó su castillo de princesa desde el deseo más profundo. Desde bien pequeña demostró esa nobleza que no entiende de clases, sí de sonrisas espontáneas. Esas con las que conquista hasta en silencio y que dibuja cual arcoíris invertido. Nunca necesitó el despropósito para encontrar su hueco. Y así fue rodeándose y entregando toda su esencia a amistades que se convertirían en legendarias. Feliz y llena con pocos que hacían un mucho. Así crecía volcada en disfrutar de las pequeñas cosas. Puede que no tuviera una vocación ni el peligro de la ambición, pero nunca se desvió de su camino. Con paso firme se hizo mujer y ni todo el maquillaje del mundo emborronó sus valores.

Cumple en casa. Entre las cuatro paredes que han sido escenario de su evolución. Con ausencias a flor de piel y lágrimas que emocionan. Porque nadie nos entrenó para asumir que el querer nos esperara al otro lado de la puerta. Con las calles vacías y los corazones llenos. El hecho global nos iguala, aunque lo de empatizar viene de serie en su escala de persona achuchable. Somos cuatro los cómplices coronados y, sin duda, cogió el timón del hecho insólito desde el principio. Valiente y decidida a que el mal se empequeñeciera. Demostrando una capacidad de superación que hoy no necesita quitar el lazo. Porque el regalo lleva su nombre. Reconozco que admiro esa capacidad para voltear la realidad y entregarse sin límites. No necesita filtros para mostrarse tal cual. Son veintitrés los años que abraza y parecen pocos a su lado. Las fiestas quedan pendientes. Por suerte, los abrazos y los besos no caducan. Llegarán y serán tan inolvidables como este olvidable confinamiento.

Orgullo de hermano es valorar que puede hasta con los imposibles. Más saber que siempre estará ahí para quienes coprotagonizamos su historia. Con su carácter protector y esa mirada sincera. Unas cuantas palabras son insuficientes para expresar el infinito que dibuja a su paso. Me encantará escribir su siguiente capítulo desde la libertad, respirando el aire puro y soplando las velas en bucle. Laura no olvidarás este hoy, no olvides que tuyo es el mañana.

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