martes, abril 15, 2008

¡Maricón, el último!

No es que me sienta atrapado en la ranciedad de Pajares y Esteso, ni en el discurso incoherente de gaviotas al viento, ni en las confesiones de las bajas pasiones de ensotanados. Es todo eso y más. Es la doble moral, la falsedad hecha hechos y el autoengaño aplicado al propio instinto. Últimamente reflexiono mucho de ello y quedaba coronar mis tesis con un ejercicio de carcajada grandilocuente. No es común que el cine español se plague de diálogos mordaces y subversivos. Cuando lo intenta suele salir la jugada más que mal. Por eso comprobar que las críticas a ‘Fuera de carta’ le hacen justicia pues como que congratula. Uno aprenderá poco pero se reirá mucho. Más si como un servidor se tira encima medio litro de refresco pringoso. El antiglamour hecho paradoja.

En la soledad de la isla, como superviviente del séptimo arte que reivindica su butaca única, pude ver cómo el filme retrata a las claras que sigue habiendo mofa del mariconeo ajeno. A estas alturas se supone que todo está conseguido y que el matrimonio ha sido el exceso final de un colectivo que más que reinvindicarse ha hecho que prodigarse sobre tacones y lentejuelas. Por no decir entre musculaciones anabolizadas o oscurantismos free sex. Pero no. Se comprueba que el horizonte es difuso y no tiene tantas balsosas amarillas como desearía cualquier amante del pop decó.

Los ideales chocan con la homofobia, la visible y la armarizada, esa que se distingue por el doble rasero. Tengo muchos amigos gays, sí, pero que no se apropien del matrimonio ni quieran adoptar niños que es aberrante. Esos discursos de cara a galerías y plenos de anomalías son moneda común. Es triste que la sociedad sigue plegada en consideraciones de otros tiempos y sea exclusiva, negando que la otra realidad es posible. Puede que los ejemplos de la incorrección y la generalización impiden la consideración oportuna de un colectivo rico y ecléctico.

La película habla de muchas falsedades, de muchos puñales, de esos insultos lanzados al aire pero que hieren sentimientos y no remueven conciencias. Terrible es pensar que muchos no se queden con el mensaje de fondo y que integren lo peor del concepto ficcionado. El mismo que nos cuestiona las fronteras de lo real y la crueldad de la intolerancia.
Queda mucho camino por recorrer y muchos armarios por empolvar. Que el brillo de la verdad, la aceptación como seña propia y el futuro como aliado hagan cuestionar los torpedos de los necios. Los mismos que gritan ese chirriante ¡maricón el último! Y se mofan con las mariconadas en la boca. Patéticos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Que el brillo de la verdad, la aceptación como seña propia y el futuro como aliado hagan cuestionar los torpedos de los necios."
falta el "te alabamos, Señor", o "Amén".
(esto de postear a las doce de las noche después de una semijornada de trabajillo...)
siento no poder entrar por aquí todo lo q quisiera...
un beso