martes, julio 29, 2008

Mariliendres sin fronteras

Pon un gay en tu vida. O cientos. Y mimetízate. Es el manifiesto de mi grupo ‘Mariliendres sin fronteras’. Somos muchas y malavenidas porque hemos integrado el concepto de la marica mala en nosotras mismas y mantenemos la perversión femenina de crueldad infinita. Nos reivindicamos como un colectivo con entidad propia que no es del todo heterocéntrico ni marica for ever. Estamos en tierra de nadie aunque el ambiente sea nuestro medio de vida o refugio ante la falta de territorio propio. Proclamamos nuestra frustración infinita con nuestros enamoramientos arcoiris entre sueños de transformación, transformismo o cambio de acera inversa. Así que el resultado es que nos convertimos en estercoleras de los heteros rancios que cual migaja nos entran en su desesperación en nuestra ruta mariconera. Nos gusta lo excesivo hasta el extremo, si hace falta embutirse o ser ridículas no tenemos reparo siempre haciendo gala de nuestro sentido del humor mariquitísima. No somos divas pero tenemos actitud de tales y amamos a aquellas como nuestros amigos, los mismos que nos convierten en gatitas presumidas de compañía. Somos el florero gay, poco minimalista pero muy buenrollista. Qué nos gusta sociabilizar y hacernos las calles con la magnificencia de la diversión.

Algunos nos consideran drama queens y en realidad lo somos, pero nos gusta desmitificarnos para crear más halo de misterio en torno a nuestra colectividad. Y es que somos muchas y clónicas. Amigas del fashionismo y la chapa y pintura, con presencia pero siempre reafirmando el liderato inverso de nuestro homoamigo de turno. Pero estamos algo cansadas. Está bien esta vida loca con las locas que llevamos, pero ser segundo plato, heterosexualas prejuiciadas y dividir nuestros tacones entre los conceptos de sexualidad, nos mata. Nos sentimos mermadas, rebajadas y reducidas a unas mindundis. Porque explotar nuestra condición de gayheteras ya cansa. Y encima para mofa del ambientismo, donde se aprovechan de nuestras bondades y no pierden oportunidad de reírse del mariliendrismo. Y eso ya roza la deshonra. Nosotras que tantos momentos de gloria les hemos proporcionado, quizá por nuestros traspiés o por malinterpretar señales de tráfico emocional. Si es que en esta vida te pagan así, con indiferencia. Pero no, bonitos. Maricas todos, que sepáis que vuestras mariliendres hemos dicho basta. Basta ya de tanta tontería. Hasta aquí. Ahora vamos a reafirmarnos con el Día del Orgullo Mariliendre. Habrá carrozas y colorismo entre boas y plataformas, pero los chulazos sólo serán nuestros. El tesoro tras tantos after de espera a que vosotros os liberarais de bajas pasiones y nosotras masculláramos nuestras lágrimas por saberos imposibles. Dramatizaremos o no, pero es lo que tiene ser sentidas. Para lo bueno y lo malo. Al menos somos conscientes de nosotras mismas y nos asumimos. Aprended.

Siempre vuestras, las mariliendres reunidas. Las mismas que jamás serán reprimidas, bonitas.

1 comentario:

Rukaegos dijo...

Siempre me ha resultado sorprendente la furia irónica que se despliega contra las mariliendres (el propio término tiene mucho de despectivo, aunque desde que lo inventara Polo Alas ha acabado convirtiéndose en definitivo y definitorio).

Claro, yo tengo mi propia teoría de la mariliendre. Si te fijas, en su gran mayoría son mujeres que se escapan de los estándares físicos a la moda. Bien porque no quedarían bien dentro de un stradivarius, bien porque son guapísimas, bien porque tienen una edad algo más avanzada de la que permite ligar en heterolandia, etc. Creo que más allá de esa idea un tanto absurda de que permanecen siempre "enamoradas" de gays, en realidad entre nosotros se encuentran cómodas porque no se sienten evaluadas como objeto/objetivo sexual y pueden ser ellas mismas, sin que nadie las excluya o desprecie por su talla o peso, o las presuma imbéciles y banales por ser guapas.
Y creo que bromas y acidez cortante (la lengua de triple filo siempre ha sido una marca ambiental) aparte, la mayor parte de los gays que conozco tiene una o varias grandes amigas, de las de verdad. Y por ellas hasta el propio nombre de mariliendres se viste de ternura y afecto cotidiano.