viernes, agosto 08, 2008

Desaforados

Qué poco nos queremos y qué mal nos vendemos. Es cierto. Son ya muchos profesionales de la cultura, la moda, los medios y derivados que van sucediendo sus reflexiones negativas de la práctica fatal de no reconocer el talento cantabricida y dejar volar posibles figuras que se realizan más allá de las fronteras pasiegas. Una realidad multidisciplinar que hace a muchos abandonar la lucha por esto y querer dar saltos -al vacío o no- hacia otros destinos donde poder ejercer de sí mismos sin negación de capacidades ni prejuicios varios.

El clasismo, la tontería supina y el pésimo olfato artístico nos ha hecho perder el tren de importantes nombres nuestros en origen pero crecidos en territorios donde lucirse no fue un handicap. Aquí siempre piden que uno se justifique, que sea comedido, que olvide la rebeldía ni la búsqueda de nuevos lenguajes... Y así nos luce el pelo. En cambio, es llegar una propuesta extraña, de fuera, de los otros y valorarse por las nubes, con los méritos puestos sobre la mesa pero con la objetividad rebajada. Ya sea en periodo de Rebajas o no. Poco importa. Sólo son ellos, los que se reivindican y desarrollan desde la lejanía quienes tienen el respaldo mayoritario. Con muchos damnificados a sus pasos que bien merecen espacios, difusión y reconocimiento.

Sonará a discurso pesimista, como todos, pero es algo que supera mis entendederas y bebe de los discursos de muchos sabedores de la necesidad de engrandecer lo nuestro, de poner en valor su valía redundante. Siempre lejos de rancismos y visiones telúricas del mundo socio-cultural de esta tierra infinita de rojos y blancos abanderados. Ya va siendo hora de que esos nacidos aquí hagan de las suyas por aquí, bien amparados y conscientes del respaldo. Porque, no nos engañemos, saberse apoyado por los suyos y con posibles levanta algo más que el ánimo. Así se crea mejor y se camina hacia el futuro con más seguridad.

Desde la humildad contextual, quiero mostrar algo más que un espaldarazo a todos aquellos que luchan desde sus mismidades en crecer y plantear proyectos de toda índole que bien merecen el garante cántabro, la visión en comandita y el aplauso de lo genuino. Se lo merecen todo. Se lo niegan al tiempo. ¿Por qué?

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