lunes, agosto 04, 2008

A destiempo

Cómo es la vida. Tanto nos da que nos quita. Nos hace aparecer o todo lo contrario. Navegamos en el mar del bien y el mal, las dos caras que nos ahogan. Así me siento, siempre polarizado para peor. Aunque cause un efecto de pena, penita, pena. A veces esto del blog es una terapia virtual que no he inventado yo. Pero está claro que en días de mucha actividad, de frenesí laboral que no carnal, de idas y venidas a raudales, de prisas como malas compañeras... Los momentos de colapso se suceden. De pronto, haces un paneo de contexto y piensas para los adentros qué hace un chico como yo en un sitio como éste. Sensación extraña o no. Pero mal síntoma.

A todos nos pasa -o supongo que generalizo para sentirme menos mal- eso de valorar nuestro hoy o ahora y tener ganas de huir. Por angustia, por incredulidad o pasmo, por una sensación con uno mismo de que el momento es impropio. O que llega en el instante menos oportuno. Pero con esa idea de la no pertenencia. Como seres huidizos de lo que se supone detentamos. Así me siento últimamente, incapaz de procesar lo que me pasa, siento, vivo y padezco. Quizá por un cúmulo de circunstancias o su ausencia, pero con un malestar y desazón de alto standing. Preocupado me tengo al pasar de puntillas por mi propio existir, desprestigiando el tiempo y todo lo que me ofrece. O siendo inconsciente de posibles privilegios, cuando no bondades. Supongo que mi carácter autoexigente no acompañe, pues siempre escalo sin mirar lo recorrido. Mala praxis. Lo asumo.

Intento evitar esa sensación de vacío, de querer y no poder disfrutar del momento o su multiplicidad sin más volteos reflexivos y paranoides. Y me confieso incapaz. Antes o después busco a los otros, chequeo sus seres, sus vidas y procedo al autobalance y todo lo que sale es paupérrimo. Por inconformismo, rancismo o tontería supina. Pero verdad verdadera. Y eso es lo que más me apena. Con todo lo sufrido, los males supuestamente enterrados, no mal rodeado y con proyecciones de mí mismo en positivo, ¿qué puede fallar? ¿Yo? ¿No me merezco? ¿Acaso soy tan EmO como algunos intuyen? No tengo respuestas, sólo preguntas en cola desesperada. Y a este paso el que desesperará seré yo. Con lo que mi teoría catódica de que el que espera sólo espera se iría al garete.

No sé. Quizá debiera quererme más. Como un famoso actor de cuyo nombre no quiero acordarme -y dudo que él lo haga, dada su senectud- que se negó a ser entrevistado en un programa al aire libre porque éste le podía despeinar y arruinar su imagen de galán trasnochado. Serán los años, o la fama, pero hay tonterías que caen por su propio peso.

Y con mi peso a otra parte. Que tampoco es cuestión de airear más estercolero personal, ni caer en ese victimismo que parece me acompaña. Puede que lo que me haga sea un buen... Dímelo tú.

1 comentario:

Miss Underground dijo...

Ante todo permítete un momento para parar y disfrutar de tu contexto escogido. Deja a un lado los autobalances y autocríticas. A la gente no hay que chequearla, sino aceptarla como lo que son carne y huesos con alguna neurona maravillosa en algunos casos.

Lo mejor es no tener las respuestas, sería tan aburrido.

Por cierto, ¿¿¿no has pensado que a lo mejor lo que pide tu cuerpazo es un poquito de sol, playa y calorcito en alguna calita solitaria???

Besucos salados