miércoles, septiembre 05, 2012

Esas pequeñas cosas



Puede que sea un beso aislado. Una mirada. Una suma genial de palabras. Una foto que justifica el pasado. Un sabor intenso. Un estribillo que eriza todo lo bello. Esa postal que te espera. Un osito de gominola. Algo. Pequeño. Insignificante quizás. Pero grande y esencial. Así construimos nuestros días con la matemática perfecta que nos empuja hacia nuestro destino. Pero todo sumando nos resulta insuficiente. Estamos instalados en el más es más y desprestigiamos el valor de tantas pequeñas cosas que nos magnifican. Nos angustia la persecución de grandes retos, logros o sueños imposibles. Caemos en el desánimo y nos engañamos pensando a escala mastodóntica. Olvidando la esencia, negando la magia de lo común, lo silenciado o ninguneado. Somos unos insatisfechos. Perdemos tiempo y energía en conjugar la envidia hacia los otros. Ponemos entre paréntesis nuestra realidad para escudriñar la ajena. Nos prometemos contextos felices pero descuidamos nuestro hoy por escaso, vacío. Ingenuos en la arquitectura de nuestro bienestar, porque no hay mañana sin días anteriores. No hay lleno total sin recipiente con espacio libre. Pero quién dijo libres. No lo somos. Y tememos ese momento de romper con esta sociedad de clasismos, de verdades sin medias, de enchufes no corrientes, de ojos inyectados en rencor, de complejos travestidos. Son esas pequeñas cosas las que nos impulsan, nos hacen mejores cada día y dan sentido a nuestra biografía. Identificarlas y coleccionarlas es un ejercicio estimulante.

¡A por ellas!

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