Recuerdo lo mucho que me
esforzaba para aprobar las Matemáticas. Tanto que, al final, siempre superaba
mis expectativas. Incluso las de mis profesores que, de primeras, dudaban de mi
capacidad. Hablar de más era mi peor carta de presentación y pasaporte directo
al pasillo. Cierto es que procesaba teoremas y fórmulas para después
olvidarlas ipso facto. Me quedaba mejor con los chismes o las tramas en serie. Lo de
interiorizar cual calculín no era lo mío, pero salvarme de la quema, sí. Menos
una vez que suspendí un examen y monté un drama máximo. Lo recuerdo con una
angustia tremenda. Creo que fue mi primera y última vez. De catear, de lo otro fui
y voy in crescendo. Así que me costó
gestionar esa crisis. Con el tiempo entendí que era capaz de hacer operaciones
mucho más importantes que las de la pizarra o los folios. Y es que el mundo de
las relaciones humanas, en toda su extensión, tiene mucho de sumas, restas,
multiplicaciones, divisiones, matrices, geometría… Vamos que todo el temario es
aplicable a lo cotidiano del uno más uno, sea cual sea su dimensión.
Se podría
pensar que en este aspecto también he sacado buenas notas, pues mi entrega era
infinita. Durante mucho tiempo me olvidé por completo para centrarme en los
demás. Mal cálculo. A golpe de realidad, asumí que hay operación para todo y
todos. Aunque no cambio por nada los cocientes de vida que he compartido con
tantos y tantas cómplices de mi resultado. Que hubo negativos marcados en rojo,
por supuesto, pero hasta de eso puedo decir que he aprendido y construido. Sin
duda, he sido afortunado en binomios, con momentos inolvidables e
irremplazables, por mucho que mi esencia fuera de letras puras. Lecciones
compartidas que valieron oro en forma de sonrisas, latidos y gestos auténticos.
¡Cómo iba a renunciar a mi propia numerología! Olvido los menos y me centro en
el máximo común denominador del cariño y esa conexión sin diferencias. Otra
cosa es que a menudo no comprenda mi propio algoritmo. Respondo a una
aritmética imperfecta, aunque defiendo mi curiosa identidad. Lo proporcional no
siempre es efectivo, lo emocional gana por derecho. Cifro mis contextos y salgo ganando. ¡Seguiré echando cuentas y contando cuentos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario