viernes, mayo 30, 2008

La desesperanza de la soledad

Venimos solos al mundo, por muchos alrededores clínicos, y acabamos más solos que la una. El tiempo nos posiciona y regula nuestros ámbitos sociales. Las personas pasan, las vivencias no siempre quedan y los desengaños son el pan nuestro de cada día. Con ánimo de ser cansino, el devenir generacional hace que asistamos a la ceremonia del tránsito personal y adyacente sin demasiada capacidad de elección. Lo ajeno delimita casi siempre el guión de nuestra vida, porque las decisiones propias siempre son codependientes de otros entes reguladores. Pese a ello intentamos caminar por la senda futura de la incertidumbre con la sensación de que en la mochila social se caen muchas figuras, que de tótem pasan a reliquia.

Como resume mi microbiografía “Todo pasa, poco queda, más allá”. No se me ocurre mejor modo de condensar una vida propia en la que las gentes bailan en el corazón y como fantasmas itinerantes aparecen y desaparecen. Porque como cualquier ser vivo cumplen su función: nacen, crecen, se reproducen y mueren. Y así vienen y van de nuestro imaginario emocional, dejando el poso de su personalidad. Cada época es un mundo y un submundo interpersonal. Que en la línea temporal las compañías sean de sesión continua es un lujo. Tampoco es cuestión de lamentar las pérdidas que la circunstancia o el fraude amistoso propician. Sí vale la pena poder mirar atrás y valorar cada momento como un regalo. Ahora el paso del tiempo nos posiciona en la nostalgia de lo vivido y en la duda de la realidad ajena, la misma que entonces te medio pertenecía.

Y así es como pese a todo uno siempre acaba dando vueltas sobre lo mismo en la soledad de una isla inhóspita, donde no amaina el temporal ni la amargura incorporada. Solo y sin rumbo todo adquiere más simbolismo y una carga extra de emotividad. Los pasajes de esta vida no dan para más. Por eso la necesidad de la reinvención en un juego sin fin con uno mismo y su mismidad indefinible. Perdiendo un tiempo que seguro no voy a recobrar pero con el ánimo en suspensión.

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