lunes, junio 09, 2008

Pateo, pateo

Qué bueno el andar. El recorrer sin fin. El dejarse llevar. Los volveres. Las miradas insólitas. Ese descubrir o reídem que nos hace crecer. Por eso es bueno trabajar con el material sensible, el que nos ennoblece y nos da más. En especial en los días de nadismo vital. Domingos, en especial. Para un single el peor día de la semana. Para los enamorados la resaca del amor a dúo. Así que toca sacar de paseo las vergüenzas y darse a las gentes, a esos anónimos que cumplen a la perfección el papel de secundarios de nuestras vidas y venidas. Ellos no cuestionan, es más son los cuestionados. Somos injustos cuando, en realidad, rellenan los vacíos frente a nuestro alma habitable.

Hoy, alejado de mi inspiración, y sin más letras para mi inicipiente novela de autobarrido, quise sentir la magia de la reedición de esa bondad de los desconocidos. Entre palabras y filosofías en comunión me encontré con una mujer plena, dispuesta a compartir y a ejercer el aprendizaje. Junto a su perra, rauda y vivida como pocas, recorrer la bahía fue un lujo al alcance de unos pocos entregados a esta ciudad de contrastes. Con la playa como testiga. Luego, retornado a mi soledad reafirmante di buena cuenta de las calles y las gentes. Tuve hasta tiempo de danzar junto a Picasso y sus bocetos únicos, coloristas o ennegrecidos, pero geniales. Mis pasos me llevaron al recogimiento cuasi espiritual de mi dama marcada, la heladera menos propia pero más feliz que vieran mis entendederas. Juntos comprendimos que el tiempo poco significa cuando la verdad prevalece.

Por lo demás, me sorprendió cómo un político mediano de esta región insólita saltara de alegría por el pavimiento. Deben marchar bien las cosas, y la crisis y la histeria deben ser una pose, cuando un mandamás se permite el lujo de brincar sin parar en pleno callerío. Amén de que por mucho de que mi compañero y amigo JC Flores dijera en su codiciado Polvo Callejero que no se ven, por suerte, chancletas por la ciudad de baños de ola, tengo que contradecirle. Hoy vi muchas y variadas, en pies extraños, de extranjeros armados de valor playero. Poco más que añadir. Que cada día más y mejor. Por mucho que repiquetee la soledad. Que no Jiménez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

el tiempo poco significa cuando la verdad prevalece.
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me rindo ante vos!

cierto es que los desconocidos nos pueden sorprender, sólo hace falta escuchar, unos segundos de dedicación, mirar a los ojos con una sonrisa siempre es gratificante ( y no hablo de abrir las bolsas a los viejecitos ni de flirtear con los erasmus q me vienen al curro...).
Me encanta tu frase de "más vale confiar en la bondad de los desconocidos, porque lo malo conocido abunda". Por eso es necesario abrir la espiral (con precaución, jeje), con repitquetes de soledades o cuanto haga falta!