miércoles, marzo 12, 2008

Los fantasmas no lloran

O sí. ¿Alguien ha visto un fantasma? De los de la exaltación testosterónica, muchos, pero de los espirituales y siniestros... ¿Y un muerto viviente? No de los de videoclips ochenteros de movidas plasmadas en bolas de cristal, sí de los humanoides cadavéricos que pasean su existencia autonegada. Tristezas vitales a las que el genial Almodóvar dio la vuelta en la imprescindible Volver, a la que volví hoy como terapia a la amargura mal resuelta.
Pero esta jornada ya caduca merecía otra cosa, el recuerdo imborable de aquella fecha fatídica que se instaló en el calendario de los horrores. El 11-M. Es decirlo, leerlo, escucharlo o escribirlo y la sensación de punzante tristeza invade el todo cívico. La nostalgia en positivo de las víctimas y sus entornos merece que el viento del tiempo amaine y mantenga viva la llama de la indignación y el grito ciudadano ante la barbarie indiscriminada. Seguro que todos alcanzamos a recordar dónde estaba nuestro tren aquél día. No en las fatídicas estaciones, pero sí en una estación propia que se quedó en lenta agonía por el dolor descarnado, sin palabras ni razones. La impotencia y la incredulidad cristalizaban ojos llorosos o violentados por el mal por el mal. Marcó un antes y un después. Ni el último ni el primero, pero sí diferente. Lo que vino después fueron gotas dignas de vasos colmados y surrealismos políticos evidenciados. Por eso, por la dimensión global de lo que supuso el atentado y sus postrimerías, conviene tener siempre presente el hecho deshecho, el día sin fin y la amargura perenne.

Para todos los dolentes y sufridores cerca o lejos de los actos de estupidez a gran escala con consecuencias injustificadas, ánimo y cariño infinitos.

1 comentario:

SemiSueca con frío dijo...

Suscribo y apoyo tu causa. Lo que no entiendo es cómo en este país se permite matar a tantos y sólo se condene a parte de los responsables con penas de menos de treinta años.

Es de chiste... pero como les condenan a dos mil y pico años y luego se queda en veinte?

Yo no sé mucho de matemáticas, pero estos cálculos rompen cualquier tipo de lógica, ya sea científica, ética o moral.